viernes (Friday)

LLEVAR UNA VIDA CRISTIANA Y UNA VIDA DE IGLESIA
BAJO EL GOBIERNO DE DIOS PARA LA ECONOMÍA DE DIOS – SEMANA 6

Ser participantes de la naturaleza divina
y el desarrollo de la vida divina
y la naturaleza divina
para obtener una rica entrada en el reino eterno

Versículos relacionados
1 Juan 4:16
16
Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.

Mateo 5:44-45
44
Pero Yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen;
45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Efesios 3:19
19
y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.

1 Corintios 13:1-3, 13
1
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena, o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese el don de profecía, y entendiese todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, pero no tengo amor, nada soy.
3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a otros, y si entregase mi cuerpo para gloriarme, pero no tengo amor, de nada me aprovecha.
13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

Lectura relacionada
En la vida de iglesia, es posible que los hermanos y hermanas se amen entre sí, pero que su amor sea superficial. Quizás su amor no contenga ningún suministro de vida ni ningún “antibiótico” que promueva la sanidad. Esto quiere decir que a su amor le falta agápe. Sin embargo, en el amor que Pedro manifestaba hacia los hermanos había otro elemento, el cual era el amor divino, un amor que nos provee la sabiduría necesaria para amar a los hermanos de una manera apropiada. A veces amamos a otros de manera insensata, de una manera en que podemos hacerles daño, y no tenemos la sabiduría para amarlos de una manera que les permitirá recibir el suministro de vida y ser nutridos. El amor de Dios no sólo nos nutre, sino que además contiene un antibiótico espiritual que promueve la sanidad y previene las enfermedades. Si amamos a los hermanos con el amor divino, les infundiremos tal antibiótico. Por ejemplo, quizás usted se dé cuenta de que algún hermano tiene cierta carencia o debilidad. Usted sabrá que ni la enseñanza ni la corrección podrán ayudar a tal hermano. Ese hermano necesita ser amado con un amor noble. Si lo ama con esta clase de amor, él recibirá el suministro de vida y un antibiótico que es capaz de matar los “gérmenes” dentro de él. En la vida de iglesia debemos amarnos unos a otros con discernimiento, y no de una manera insensata. Debemos amar a los hermanos con el elevado propósito de nutrirlos y ayudarlos a ser sanados. (Estudio-vida de 2 Pedro, págs. 65-66)

Mateo 5:45 nos dice que Dios envía la lluvia sobre justos e injustos. Pero Él hace esto con sabiduría … Él los ama con discernimiento. De la misma manera, no debemos dejar de amar a los santos. Ciertamente debemos amar a todos los hermanos, pero debemos hacerlo con discernimiento [y también] debe ser mesurado y mantenerse dentro de ciertos límites. Si amamos a un hermano desmedidamente, ese amor podría hacerle daño. Debemos amarlo sólo hasta cierto punto. Sin embargo, es posible que otro hermano necesite ser amado en mayor medida. Amar a otros de esta manera es amarlos no solamente con un afecto fraternal, sino también con agápe.

A menudo nuestro afecto fraternal depende de las fluctuaciones de nuestras emociones … Cuando las emociones de los hermanos se elevan, hacen casi cualquier cosa por ayudarlo a uno. Pero cuando sus emociones decaen, no están dispuestos a prestar ninguna ayuda … Tal clase de amor no es agápe. El amor divino no depende de las fluctuaciones de nuestras emociones. Puesto que la fuente de este amor es la vida divina, es un amor que no cambia. Necesitamos aprender a amar a los hermanos con este amor divino, y no con el amor que depende de las fluctuaciones de nuestras emociones.

El amor de Dios es constante. Si amamos a otros con este amor, también seremos constantes. Cuando alguien nos contacte, seremos los mismos con respecto a nuestro amor; siempre amaremos a otros con discernimiento y según su necesidad. Tal vez percibamos que cierto hermano necesita cierta medida de amor; por tanto, le suministraremos esa medida, la medida exacta, de amor. No obstante, quizás otro hermano necesite que le midamos una medida diferente de amor a fin de satisfacer su necesidad. Esto es una clase de amor que es noble.

En nuestra vida matrimonial y en nuestra vida familiar necesitamos este amor divino. Pedro encarga a los maridos a dar honor a la esposa (1 P. 3:7). Para ello se requiere un amor noble.

Es común que las hermanas amen a sus maridos según sus emociones y sin ningún discernimiento o medida. Cuando esa hermana se sienta alegre o sus emociones se eleven, ella amará a su marido según ello; pero si está descontenta o enojada, no lo amará. Esta clase de amor procede de las emociones y no contiene el elemento de agápe. Sin embargo, otra hermana, con más experiencia en el Señor, amará constantemente a su esposo e hijos, pero amará siempre de forma medida y con discernimiento. Esta clase de amor ciertamente es un amor noble. (Estudio-vida de 2 Pedro, págs. 66-67)

Lectura adicional: Estudio-vida de 2 Pedro, mensaje 7

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