La enseñanza de los apóstoles
CAPITULO SIETE
EL MINISTERIO DE CRISTO
EN SU ASCENSION
(2)
Lectura bíblica: Ef. 5:23a, 26-27, 29; He. 8:6; 7:22; 9:16; 4:14-15; 7:25-26; Fil. 3:10; Ro. 8:2; 1 Jn. 2:1b; He. 8:2; Ef. 1:22; Ap. 1:5a; 5:1, 6-7
En el mensaje anterior vimos la posición que tenía Cristo en Su ascensión, y el oficio de Cristo en Su ascensión. También vimos que el ministerio celestial de Cristo es la continuación y el complemento de Su ministerio terrenal. En este mensaje queremos ver la práctica de Su ministerio celestial. En esta práctica están Sus responsabilidades. Ya que El tiene una posición tan maravillosa en los lugares celestiales con muchos oficios, El sobrelleva muchas responsabilidades.
Ahora en los cielos Cristo está ministrando, y Su ministerio en los cielos hoy tiene como fin Su iglesia y Sus creyentes. El está haciendo algo para usted y para mí. Su ministerio en los cielos es la continuación de Su ministerio terrenal. El ministerio original de Cristo en esta tierra empezó cuando El fue bautizado en agua y ungido con el Espíritu Santo. Cuando Cristo salió del agua del bautismo, el Espíritu descendió sobre El. En términos humanos, Su bautismo en agua fue llevado a cabo por Juan el Bautista. Al mismo tiempo, Dios el Padre también lo ungió con el Espíritu Santo. Ese fue el punto de partida del ministerio de Cristo en la tierra.
Durante el transcurso de Su vida humana en Su ministerio terrenal, El visitó a muchas personas y enseñó mucho. Hemos puesto énfasis en que tenemos que visitar a otros para predicarles el evangelio a fin de que crean y sean bautizados. Luego tenemos que alimentarlos. También tenemos que perfeccionarlos. Por último, tenemos que llevarlos a profetizar para que el Cuerpo de Cristo sea edificado. Después de que Cristo fue bautizado y ungido, El comenzó a predicar, a ir hasta donde estaba la gente. Este fue el primer paso de Su ministerio. El también alimentó a las personas por medio de Sus palabras y Su enseñanza. Más aún, El perfeccionó a otros, por lo menos, perfeccionó a los apóstoles que estaban con El. En el momento de Su bautismo, El fue ungido con el Espíritu económico para Su ministerio. En Su ministerio, El hablaba de parte de Dios, y proclamaba a Dios, es decir, El profetizaba. Pero Sus discípulos no habían recibido todavía el Espíritu económico. Después de que ellos recibieron el Espíritu económico el día de Pentecostés, empezaron a profetizar.
Mientras Jesús estuvo en la tierra, El predicaba, alimentaba, perfeccionaba y profetizaba. El llevó a cabo estos asuntos por Su vivir humano. Luego, El entró en Su muerte todo-inclusiva, la cual se consumó en Su resurrección. Esto concluyó Su ministerio terrenal. Luego, El entró en Su ascensión. Su ascensión puede compararse con una línea fronteriza entre Su ministerio terrenal y Su ministerio celestial. Antes de Su ascensión tuvimos Su ministerio terrenal; después de Su ascensión, tenemos Su ministerio celestial. Ahora queremos ver las responsabilidades que sobrelleva en Su ministerio celestial.
EL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO
PARA SU IGLESIA Y SUS CREYENTES
En Su ministerio en ascensión, Cristo tiene la responsabilidad de cuidar de Su iglesia y de Sus creyentes. No son muchos los cristianos que saben que hoy día Cristo está laborando en los cielos cuidando de las iglesias y de Sus creyentes. ¿De veras creemos nosotros que aun hoy El está cuidándonos? El está en los cielos laborando por nosotros. Sin la obra de Cristo en los cielos, nosotros no podríamos vivir la vida cristiana ni la vida de iglesia.
Como Cabeza de la iglesia para
cuidar de la iglesia
En Su ascensión, Cristo es la Cabeza de la iglesia para cuidar de ella (Ef. 5:23a). El cuida de la iglesia por medio de nutrirla y de cuidarla con ternura (v. 29) para santificarla (v. 26). Cristo hoy día está haciendo una obra santificadora. La obra santificadora del Señor en nosotros nos separa del mundo. Cuando las hermanas buscan precios rebajados en los periódicos por vía de su complacencia personal, están fuera de la obra santificadora de Cristo. Ellas están haciéndose comunes, mundanas. Por buscar rebajas en los periódicos a fin de satisfacer sus concupiscencias, ellas se contaminan. Hoy, Cristo lleva a cabo la obra de santificar la iglesia. El propósito de Cristo al darse a Sí mismo a la iglesia es santificarla, no sólo separándola para Sí de cualquier cosa común, sino también saturándola consigo mismo para que ella sea Su complemento.
El santifica la iglesia por medio de limpiarla por el lavamiento del agua en la palabra (v. 26). En la palabra está el fluir de vida de Dios, tipificado por el agua que fluye. Cuando leemos la Biblia con un corazón que busca a Cristo, la palabra de ésta nos lava. Cuanto más leemos la Biblia, más somos lavados con el agua de la palabra. Sea que recordemos lo que hemos leído o no, de todos modos recibimos el lavamiento. Cuando un ama de casa lava los platos, ella puede enjuagarlos una y otra vez. Esto hace que los platos queden absolutamente limpios. En Su obra santificadora, Cristo nos “enjuaga” una y otra vez por el lavamiento del agua en la palabra.
El santifica la iglesia para hacerla una iglesia gloriosa sin mancha ni arruga (v. 27). Las manchas son de la vida natural, y las arrugas son un asunto de vejez. Solamente el agua de vida puede lavarnos metabólicamente de tales defectos por medio de la transformación de vida. Finalmente, la obra santificadora de Cristo producirá una iglesia gloriosa. La gloria es Dios expresado. Por consiguiente, ser gloriosos es ser la expresión de Dios. Al final, la iglesia que es presentada a Cristo, será una iglesia que expresa a Dios.
Como Mediador, Ejecutor, del nuevo pacto
Cristo en Su ascensión es el Mediador, el Ejecutor, del nuevo pacto (He. 8:6). En griego se usa la misma palabra tanto para pacto como para testamento. Un pacto es un acuerdo en el que hay algunas promesas de realizar ciertas cosas en favor del pueblo con el que se pacta. Puede ser un acuerdo firmado por dos partes, en el cual una parte promete lo que hará en favor de la otra parte. Un testamento expresa la voluntad póstuma de alguien. Cuando una persona hace preparativos para abandonar esta tierra, dicha persona hace un testamento, legando así todas sus posesiones a otros. Un testamento incluye ciertas cosas completadas, que son legadas a los herederos (Véase la nota 1 de Hebreos 9:16 en la Versión Recobro).
Cristo es el Mediador, el Ejecutor, del nuevo pacto, quien garantiza la efectividad del nuevo pacto como fiador (7:22). El puso en vigencia el nuevo pacto con Su muerte, pero, ¿quién va a responsabilizarse de garantizar que todo lo que hay en este pacto sea efectivo? El Cristo resucitado y ascendido que está en los cielos garantiza la efectividad de este pacto. Por medio de Su muerte, El puso en vigencia, formó e hizo este pacto. Luego en Su resurrección y ascensión, El viene a ser la garantía, el fiador, de este pacto para asegurar que lo mencionado en este pacto sea efectivo.
El también ejecuta el nuevo testamento como algo que El nos ha legado a nosotros por Su muerte (9:16). Cuando el Señor murió, El nos dejó un testamento. La Biblia es un testamento para nosotros. Los creyentes en Cristo tienen un Nuevo Testamento. Este es un testamento lleno de artículos. Uno de lo artículos de este testamento es que todo aquel que cree en el Hijo tendrá vida eterna. Otro punto es que todo aquel que invoca el nombre del Señor, será salvo. Cada página del Nuevo Testamento, que es lo que nos ha sido legado, está lleno de cosas que Cristo nos dejó. Cada asunto es un legado. Cristo actúa como Mediador, Ejecutor, del nuevo testamento.
Como Sumo Sacerdote en Su humanidad
y por Su vida divina
Cristo, en Su ministerio celestial, es el Sumo Sacerdote en Su humanidad y por Su vida divina (He. 2:14,17; 4:14-15; 7:16, 26). Si Cristo fuera solamente Dios, no podría ser nuestro Sumo Sacerdote. Su humanidad le habilita para ser tal Sumo Sacerdote ya que puede compadecerse de nosotros en las cosas relacionadas con nuestra vida humana. El vivió como un hombre durante treinta y tres años y medio, y pasó por todos los sufrimientos humanos. Hoy día El ciertamente conoce nuestro ambiente y comprende todos los sufrimientos por los que pasamos. Como tal Dios-hombre. El puede compadecerse de nosotros. Su humanidad lo habilita para esto.
Además de ser un hombre, nuestro Sumo Sacerdote es el propio Dios. Tal vez nosotros podemos ser solidarios con los sufrimientos de otros como seres humanos que somos, pero, ¿qué podemos hacer por ellos? Mientras Jesús estaba en la tierra, El se compadecía de los que sufrían, pero además de eso, El podía ayudarles debido a Su vida divina. El resucitó a algunos que estaban muertos, diciéndoles que se levantaran (Lc. 7:14-15; Jn. 11:43-44). En Su palabra estaba la omnipotente vida divina. El puede compadecerse de nosotros porque El es un hombre, y puede hacer todo lo necesario para nosotros debido a que es Dios. Su humanidad le capacita para esto, y Su divinidad le llena de poder. El es Sumo Sacerdote en Su humanidad y por Su vida divina.
Como tal sacerdote, El intercede por Sus redimidos (He. 7:25b). Hoy día El ora por nosotros e intercede por nosotros. Todo lo que nuestro Intercesor Dios-hombre pide en oración, se realizará. Su intercesión se basa en Su redención, la cual fue efectuada por Su muerte. El se encarga de nuestro caso intercediendo por nosotros. El se presenta delante de Dios en favor nuestro, orando para que seamos salvos e introducidos plenamente en el propósito eterno de Dios.
El salva a aquellos que se acercan a Dios por medio de El (v. 25a). Cristo murió por toda la humanidad, pero no todos serán salvos. Esto se debe a que no todos se acercan a Dios por medio de El. Aunque nosotros podamos ser salvos en el sentido de ser regenerados, con todo, necesitamos más salvación. Si no nos acercamos, no podemos recibir Su obra de salvación. Es posible que esté lloviendo, pero una vasija no puede recibir la lluvia si la boca de dicha vasija no está mirando hacia el cielo. Hoy día, muchos cristianos genuinos no dejan que Cristo los salve, porque no se acercan a Dios. La salvación de Cristo en Su sacerdocio no llegará hasta aquellos que no se acercan.
Hebreos 7:25 dice que El salva hasta lo sumo a los que por El se acercan a Dios. Algunas veces nosotros podemos ser salvos de nuestro mal genio sólo hasta cierto grado y no a lo sumo. Tal vez una hermana esté a punto de perder la paciencia, así que se torna a Cristo y no pierde la paciencia. Es probable que haya sido salva de su mal genio, pero no hasta lo sumo. Si ella fuera salva de su enojo hasta lo sumo, se regocijaría en el Señor. Por amor del Señor, tal vez perdonemos los errores de otros. Pero ser salvos de recordar los errores de otros es ser salvos hasta lo sumo. Podríamos perdonar a otros y, aun así, recordar sus equivocaciones. Quizá hasta les digamos a otros: “Ese hermano me ofendió en tal y tal manera, pero yo le he perdonado”. Esto muestra que nosotros perdonamos, sin embargo, seguimos recordando la ofensa. La Biblia nos dice que cuando Dios nos perdona, El olvida (He. 8:12). Es por esto que se dice que perdonar es olvidar. Si nuestro perdón no iguala nuestro olvido, no somos salvos hasta lo sumo. C. H. Spurgeon decía que con frecuencia nuestro perdón puede compararse con sepultar un perro muerto y dejar salida la cola sobre la superficie de la tierra. Después de que hemos perdonado es posible que invitemos a la gente a que vea la “cola” de lo que afirmamos haber perdonado. Si en realidad hemos perdonado algo a alguien, también debemos olvidar la ofensa. Tenemos que ser salvos hasta lo sumo en cuanto a perdonar a otros, y también de nuestros problemas diarios. Cuando nos acercamos a Dios por Cristo nuestro Sumo Sacerdote, El nos salva en el poder de Su resurrección (Fil. 3:10) y por la ley del Espíritu de vida (Ro. 8:2).
Como nuestro Abogado para
encargarse de nuestro caso delante de Dios
En 1 Juan 2:1b se revela que Cristo es nuestro Abogado, el cual se encarga de nuestro caso delante de Dios. Un abogado es un legista o un doctor en leyes. Cristo es nuestro Abogado en la corte de los cielos. La palabra en griego que se traduce “abogado” es parákletos, que hace alusión a uno que es llamado a ponerse al lado de otro para ayudarle, uno que ofrece ayuda legal, o uno que intercede en favor de otro. La palabra denota consuelo y consolación, por consiguiente puede traducirse “Consolador”, como se ha hecho en el Evangelio de Juan (14:16, 26; 15:26; 16:7). En 1 Juan 2:1 el Señor Jesús es nuestro Abogado para con el Padre, y se encarga de nuestro caso, intercediendo (Ro. 8:34) y rogando por nosotros basado en Su propiciación, si es que pecamos.
Como Ministro para ministrarnos los cielos
con las bendiciones celestiales
Hoy día en los cielos Cristo es un ministro para ministrarnos los cielos con todas las bendiciones celestiales (He. 8:2). Cristo como Ministro del verdadero (celestial) tabernáculo, ministra los cielos (que no son sólo un lugar, sino también una condición de vida) a nosotros, para que podamos tener la vida y el poder celestiales para vivir una vida celestial sobre la tierra como El lo hizo mientras estuvo aquí.
EL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO
PARA EL UNIVERSO
El ministerio de Cristo en Su ascensión es también Su ministerio celestial para el universo. Cristo como incorporación de Dios es el Administrador del universo hoy día. El es la Cabeza que está sobre todas las cosas para regir todo el universo (Ef. 1:22). Según 1 Corintios 11:3, Dios es la cabeza de Cristo. Cristo administra el universo bajo la autoridad de Dios como Cabeza ya que Dios ha dado a Cristo como Cabeza sobre todas las cosas.
Cristo también es el Soberano de los reyes de la tierra para administrar el plan de Dios para el hombre. Apocalipsis 1 y 5 nos dicen que Cristo es el Soberano de los reyes de la tierra (1:5a; 5:1, 6-7), mientras que Apocalipsis 17 y 19 dicen que El es el Rey de reyes (17:14; 19:16). Hoy día El es el Soberano de los reyes. Cuando El regrese a la tierra con Su reino, El será el Rey de reyes. El todavía no es el Rey de reyes porque no ha venido aún a la tierra a poseerla para Su reino. Pero hoy día El es el Soberano de todos los reyes de la tierra, para administrar el plan de Dios para el hombre.
Según Hechos 5:31, Cristo es Príncipe y Salvador. Que El sea Príncipe está relacionado con Su autoridad como Soberano, y que sea Salvador tiene que ver con Su salvación. El rige nuestro ambiente a fin de salvarnos. Jesús rige soberanamente nuestro medio ambiente para salvarnos y para administrar el plan de Dios en favor nuestro. Me alegro mucho que en la soberanía de Dios yo nací en una ciudad en la costa de la China continental. Hubo muchos misioneros allí, así que al fin yo fui salvo. Después que entré en la obra del Señor, decidí ir a Mongolia. Pero debido a la segunda guerra mundial, estoy aquí en los Estados Unidos. Jesús me trajo aquí. El lo arregló. El administró la situación de todo el mundo para traerme desde China hasta los Estados Unidos para ministrar a los hijos del Señor en este lugar. Jesucristo hoy día es el Príncipe de todas las autoridades para manejar los asuntos mundiales. Tenemos que adorarle por Su arreglo soberano.
Hoy en Su ministerio celestial, El se ocupa de Su iglesia y de Sus creyentes. Además, como Cabeza de todas las cosas para regir todo el universo, El administra el ambiente sobre la tierra para nosotros. Todo lo que está ocurriendo en la situación mundial es para la iglesia. Gracias sean dadas al Señor porque podemos recibir el beneficio de la administración celestial de Cristo.