La enseñanza de los apóstoles, Capitulo 1

LA ENSEÑANZA DE LOS APÓSTOLES

CAPITULO UNO

TODO EL HABLAR DE DIOS
EN EL NUEVO TESTAMENTO
CON RESPECTO A LA ECONOMIA
NEOTESTAMENTARIA DE DIOS

Lectura bíblica: He. 1:1-2; Hch. 2:42; Jn. 14:10; 5:24; Mt. 28:19-20; Jn. 16:12-15; Ap. 2:1, 7; 1 Co. 4:17b; 7:17b; 2 P. 3:15-16; Ap. 1:1-2; Mt. 1:18-25; Ap. 21:1-3, 9-11; Lc. 1:30-31, 34-35; Mt. 1:18, 20; He. 2:14a; Hch. 10:38; 1:21; 1 P. 2:24; 3:18; 1 Co. 15:3; 2 Co. 5:21; Ro. 6:6; Gá. 5:24; Jn. 3:14; He. 2:14b; Jn. 12:31-33, 24a; He. 9:12; Jn. 19:34; Mt. 16:21b; Hch. 2:24; 3:15; 5:30; Ro. 4:25b; Hch. 13:33; Ro. 1:4; 1 P. 1:3; Ro. 8:29; Jn. 12:24b; 1 Co. 15:45; Jn. 7:39; Ap. 22:17; Jn. 20:17; Lv. 23:10-11; Hch. 1:9-11; He. 2:7; Hch. 2:36; 5:31; Ef. 1:22

Esta serie de mensajes tratará, en primer lugar, la enseñanza de los apóstoles, y luego el liderazgo neotestamentario.

Muchos cristianos nunca han oído ningún mensaje en cuanto a la enseñanza de los apóstoles, y tal vez nunca hayan oído semejante terminología. No obstante, en la Biblia existe tal expresión. Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Este versículo indica que los tres mil que fueron salvos el día de Pentecostés perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles.

En este versículo hay dos cosas que pertenecen a los apóstoles: la enseñanza y la comunión. Hasta donde yo sé, después de los apóstoles, sólo un grupo de cristianos ha puesto la debida atención a este versículo. A partir de la década de 1820 a 1830, los Hermanos recalcaban mucho esto de la enseñanza de los apóstoles. John Nelson Darby y otros maestros de entre los Hermanos enfatizaban que nosotros tenemos que perseverar en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles.

Tenemos que continuar en estas dos cosas: en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión de los apóstoles. Si nuestra intención es continuar en la comunión de los apóstoles, tenemos que perseverar primero en la enseñanza de los apóstoles. La enseñanza tiene que venir primero; luego, la comunión sigue. Son muy pocos los cristianos que pueden decirnos qué son la enseñanza de los apóstoles y la comunión de los apóstoles. Debido a que estas dos cosas han sido descuidadas por completo, todo el cristianismo está confuso y dividido. Hoy en día, el cristianismo se caracteriza por la confusión y la división.

Si no existiera una constitución en los Estados Unidos, no podría haber un gobierno adecuado. La Constitución controla todas las leyes. No se puede establecer ninguna legislación que no esté dentro de los contornos de la Constitución, porque la Constitución es la base misma o la delimitación de cualquier ley que pudieran emitir los legisladores. La Constitución de los Estados Unidos está por encima aun del presidente. Si un presidente hace algo que esté en contra de la Constitución, no se justificará que permanezca en su cargo.

El año pasado, algunos dijeron que la iglesia es la iglesia de los santos, de la misma manera que un país democrático es un país del pueblo. Sin embargo, ningún país democrático es una nación sin ley; más bien, un país recto es un país donde se guarda la constitución y se vive bajo la misma. Incluso la persona más importante en este país, el presidente, tiene que someterse a la Constitución. Todas las personas que viven en este país tienen que someterse a la Constitución de manera absoluta.

Nuestra “constitución” es la enseñanza de los apóstoles. Yo vine a este país y empecé mi ministerio en diciembre de 1962. He estado ministrando y sirviendo aquí por más de veintisiete años. Desde el primer año dije que todo lo que hiciéramos tendría que ser hecho conforme a la enseñanza de los apóstoles. La enseñanza de los apóstoles es nuestra constitución. Es lamentable que la casi totalidad del cristianismo no conoce la enseñanza de los apóstoles, ni siquiera saben que existe semejante cosa. Nosotros recibimos mucha ayuda en este aspecto de los Hermanos, quienes nos transmitieron algunas enseñanzas básicas y apropiadas que concuerdan con la enseñanza de los apóstoles.

En la frase la enseñanza de los apóstoles, la expresión de los apóstoles está en plural, pero la palabra enseñanza está en singular. La enseñanza de los apóstoles es la enseñanza que pertenece a los apóstoles. Es la enseñanza no solamente de Pedro, de Juan o de Pablo, sino también de otros.

La enseñanza de los apóstoles no se relaciona con asuntos tales como si debemos bautizar a las personas en agua dulce o salada, si debemos usar vino o jugo de uvas para la mesa del Señor, si las hermanas se deben cubrir la cabeza o no. Todas estas cosas secundarias no se consideran la enseñanza de los apóstoles. Los cristianos han peleado por estas cosas durante siglos. Tales disputas no son más que vanidad. Esto muestra que los cristianos no han visto la luz de la enseñanza de los apóstoles.

TODO LO QUE DIOS HABLA EN EL NUEVO TESTAMENTO

Lo que hablan los apóstoles

La enseñanza de los apóstoles es todo lo que Dios habla en el Nuevo Testamento. Todo el Nuevo Testamento es la enseñanza de los apóstoles. Es cierto que asuntos tales como lavamiento de pies y bautismo por inmersión están incluidos en dicho libro, pero no son lo básico, lo intrínseco, lo central ni lo elemental.

En el universo hay un asunto maravilloso: que Dios habla. La primera cosa maravillosa en el universo es Dios mismo. ¡Qué tragedia que no hubiera Dios en el universo! Sin embargo, si hubiese un Dios pero no hablase, nosotros estaríamos en la miseria. Sin Dios, el universo es una tragedia, y sin que Dios hable, nosotros estaríamos en una condición miserable. Pero, aleluya, tenemos a Dios, y tenemos el hablar de Dios.

Dios ha hablado, y hoy día Dios todavía habla. Hay muchos asuntos en lo que Dios habla. Por ejemplo, Hebreos 1:1-2 dice: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo [en el Hijo], a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”. Hoy Dios nos habla en el Hijo. El no nos habla en aquellas muchas veces y maneras, ni lo hace por los profetas, sino en el Hijo. El nos habla en una persona, en el Hijo. Darby ha señalado que en el griego, el articulo de la frase en el Hijo, no está allí. Una traducción literal diría: “Dios … nos ha hablado en Hijo”. Darby tuvo un maravilloso entendimiento de esto. El decía que puesto que no había artículo, tendría que significar que Dios habla en la persona del Hijo. Sólo hay un Dios (Is. 45:5; 1 Co. 8:4), y el nombre de nuestro Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:19). Esto es similar a la práctica que se tiene en muchas sociedades de nombrar a una persona con tres nombres, el primer nombre, el segundo y el apellido. Esto es bastante significativo. M. R. Vincent indicaba en sus escritos que un nombre siempre denota una persona. Así que, el hecho de que Dios hablara “en Hijo” significa que Dios habla en la persona del Hijo. El Nuevo Testamento es muy particular. De semejante pasaje podemos entender que la manera en que Dios habla en el Nuevo Testamento es la encarnación.

Dios habla en el Hijo,
el hombre, en los cuatro Evangelios

La encarnación es narrada en los cuatro Evangelios. El Jesús que hablaba en los cuatro Evangelios era el propio Hijo de Dios, y el Hijo de Dios es Dios mismo. Por consiguiente, podemos decir que el hablar del Señor Jesús en los cuatro Evangelios era el hablar de Dios en el Hijo como hombre (Jn. 14:10; 5:24; Mt. 28:19-20). Juan 14:10 dice: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras”. El Padre y el Hijo son uno (10:30). Cuando el Hijo hablaba, el Padre estaba hablando. El Padre hablaba en la persona del Hijo.

Desde Hechos hasta Apocalipsis
Dios habla en el Hijo, quien es el Espíritu, mediante los apóstoles

El hablar de Dios no terminó en los cuatro Evangelios. El también habló en el Hijo, quien es el Espíritu, por medio de los apóstoles, desde Hechos hasta Apocalipsis (Jn. 16:12-15; Ap. 2:1, 7; 1 Co. 4:17b; 7:17b; 2 P. 3:15-16; Ap. 1:1-2). Mientras Dios hablaba en el Hijo, un día el Hijo les dijo a Sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de realidad, El os guiará a toda la verdad; porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque recibirá de lo Mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que recibirá de lo Mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:12-15). Es como si el Señor Jesús estuviera diciendo: “Cuando venga el Espíritu de realidad, El os llevará a toda la realidad. Con todo, ni siquiera El mismo hablará nada de Sí mismo. El recibirá de Mí, y luego os dará a conocer lo que de Mí reciba”. Esto significaba que después de los cuatro Evangelios, Dios seguiría hablando.

Dios siguió hablando en Hechos, en las catorce Epístolas del apóstol Pablo, en Jacobo, en las dos Epístolas de Pedro, en las tres Epístolas de Juan, en Judas, y en Apocalipsis. Todos éstos son el hablar de Dios en el Hijo. En primer lugar, Dios habla en la persona del Hijo. En segundo lugar, Dios habla en la persona del Espíritu. Dios habló primero en el Hijo, el hombre, en los cuatro Evangelios. En Hechos, en las Epístolas y en Apocalipsis, Dios siguió hablando en el Hijo, el Espíritu, por medio de los apóstoles. En los cuatro Evangelios Dios no hablaba “por medio de” nadie. Pero en Hechos, en las Epístolas y en Apocalipsis Dios habló en el Hijo, el Espíritu, mediante los apóstoles. Los apóstoles a través de quienes Dios habló en el Hijo, el Espíritu, eran apenas unos cuantos. Ellos fueron Pedro, Juan, Pablo, Jacobo y Judas. Casi todo el Nuevo Testamento fue declarado por estas cinco personas.

Los cuatro Evangelios fueron hablados por el Señor Jesús. Luego, en Mateo 28:20 El les dijo a Sus discípulos que lo que El les había mandado, ellos lo debían enseñar a aquellos que ellos bautizaran en el Dios Triuno. En Mateo 5, 6 y 7 consta lo que se conoce como el Sermón del Monte. En Mateo 13 se tienen siete parábolas relacionadas con el misterio del reino. En Mateo 24 y 25 aparecen las profecías dadas por el Señor en el monte de los Olivos. Estas tres porciones del Evangelio de Mateo son maravillosas. Ningún filósofo ni gran maestro puede proferir palabras con la profundidad y la sabiduría de las mencionadas en estos pasajes. Sin lugar a dudas, estos seis capítulos fueron enseñados por los apóstoles a los creyentes que vinieron al Señor después de ellos. Juan 14, 15, 16 y 17 son capítulos muy profundos que están más alla de nuestro entendimiento, aun así, fueron hablados por el hombre Jesús. Jesús les mandó a Sus creyentes que enseñaran estas porciones a aquellos que seguirían después de ellos. Todo lo que hay en los cuatro Evangelios tiene que haber sido repetido una y otra vez por los apóstoles.

Después de los Evangelios tenemos el libro de Hechos, donde hablaron Pedro y Pablo. Luego tenemos las catorce Epístolas habladas por Pablo, la Epístola hablada por Jacobo, las dos Epístolas habladas por Pedro, las tres Epístolas habladas por Juan, y la Epístola hablada por Judas. Por último, tenemos el Apocalipsis, el cual el Señor Jesús habló como el Espíritu y el cual fue dado por medio de Juan. Al leer Apocalipsis cuidadosamente, podemos comprender que ésta fue la palabra hablada por el Señor como Espíritu por medio de Juan, porque Juan escribió ese libro. ¡Esto es maravilloso! En los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis hay siete epístolas. Al comienzo de cada epístola es el Señor Jesús quien “dice”. Pero al final de cada epístola se nos dice que oigamos “lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Esto indica que el hablar del Señor era el hablar del Espíritu, ya que El es el Espíritu (2 Co. 3:17). Estas palabras fueron escritas por medio de Juan. Todas las epístolas escritas a iglesias individuales, estaban dirigidas también a todas las iglesias (1 Co. 4:17b; 7:17b; Col. 4:16). Este es el hablar de Dios.

Pablo fue usado por el Señor en lo que habló para completar la palabra de Dios, especialmente en cuanto al misterio del Dios Triuno (1:24-25). Pablo completó la parte del hablar de Dios que tenía que ver con el misterio del Dios Triuno, pero Juan completó todo el hablar de Dios. A esto se debe que al final de Apocalipsis haya una palabra final que dice que nadie tiene derecho a agregar nada a este libro ni a quitar nada de este libro (Ap. 22:18-19). En el libro de Apocalipsis el hablar de Dios es completado plenamente, es perfeccionado a cabalidad. Nadie le puede agregar nada. José Smith, el de los mormones, afirmaba haber recibido algo adicional a la Biblia. Tal pretensión es diabólica. Nadie puede decir que hay algo más que Dios habla además de la Biblia. Lo que Dios habló está completo. De modo que cuando Dios habla hoy, El simplemente repite lo que ya ha dicho.

La enseñanza de los apóstoles es todo lo que Dios habla en el Nuevo Testamento, primero en el Hijo como hombre, luego en el Hijo como Espíritu por medio de los apóstoles. En el Nuevo Testamento Dios no puede obrar aparte del principio de encarnación. El tiene que hablar por medio del hombre. En los cuatro Evangelios el hombre fue Jesús. En los siguientes veintitrés libros, los hombres fueron los apóstoles. Hoy, nosotros somos los hombres. Dios habla en el principio de encarnación.

EN CUANTO A LA ECONOMIA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS, DESDE LA ENCARNACION DE DIOS HASTA LA CONSUMACION DE LA NUEVA JERUSALEN

La enseñanza de los apóstoles es todo lo que Dios habla en cuanto a Su economía neotestamentaria, a partir de Su encarnación hasta la consumación de la Nueva Jerusalén (Mt. 1:18-25; Ap. 21:1-3, 9-11). Este hablar no se refiere al bautismo, el cubrir la cabeza, el lavamiento de pies, ni a la mesa del Señor; tiene que ver con la economía neotestamentaria de Dios. Muchos cristianos nunca han oído la expresión la economía neotestamentaria de Dios. La palabra griega que se traduce “economía”, también podría traducirse “arreglo”, “administración” o “plan”. Dios tiene un plan, y por ende, El tiene un arreglo. A fin de llevar a cabo Su plan conforme a Su arreglo, El necesita una administración.

Yo tengo un plan todos los días. Me levanto en la madrugada para estar con el Señor. Luego tomo el desayuno. Después del desayuno, camino durante unos diez minutos. Luego voy a mi trabajo diario. Es posible que lea o responda la correspondencia, o escuche la lectura de algún mensaje, o escriba algunos bosquejos, o estudie algunos versículos. A las 11:30 tal vez tenga una cita. Después de eso como el almuerzo. En la tarde después de que descanso, quizá tenga otra cita; luego ceno. Después de cenar quizá tenga una reunión en la noche. Esto muestra que yo tengo un plan.

La encarnación del Dios Triuno

El plan neotestamentario de Dios es encarnarse (Lc. 1:30-31, 34-35). ¡Cuán maravilloso es esto! Durante miles de años Dios permaneció como el Dios divino, pero tenía un plan neotestamentario. El primer paso de Su plan fue encarnarse, mezclarse con el hombre a fin de entrar en el hombre. Este fue el procedimiento por el cual Dios fue introducido en el hombre para poder mezclarse con éste.

Dios nació en una virgen (Mt. 1:18, 20) y permaneció nueve meses en el vientre de María. De este modo El participó de la sangre y la carne del hombre (He. 2:14a). Después de Su nacimiento El pasó por el vivir humano (Hch. 10:38; 1:21). El vivir humano es parte de la encarnación. Dios se hizo hombre para poder vivir en esta tierra. El no se hizo hombre para quedarse en la tierra unas pocas horas nada más y luego volvió a los cielos. No, El se quedó aquí durante treinta y tres años y medio. El pasó aproximadamente treinta años en el hogar de un carpintero. Luego comenzó a viajar como un predicador ambulante. Esa fue Su vida. El sufrió mucho, y conoció lo que eran el invierno y el verano. El conoció todos los conflictos comunes al hombre.

La muerte todo-inclusiva de Jesucristo

El segundo paso en el plan de Dios es la muerte todo-inclusiva y maravillosa de Jesucristo. Tal muerte todo-inclusiva resolvió el problema del pecado (2 Co. 5:21) y de los pecados (1 P. 2:24; 3:18; 1 Co. 15:3). También puso fin al viejo hombre (Ro. 6:6) y a la carne (Gá. 5:24). La muerte todo-inclusiva de Cristo puso fin además a Satanás, la serpiente (Jn. 3:14; He. 2:14b), y al mundo (Jn. 12:31-33, 24a), el cual está bajo Satanás (1 Jn. 5:19). Esta muerte resolvió todos los problemas entre el hombre y Dios, y efectuó la eterna redención, lo cual es representado por la sangre que fluyó del Jesús crucificado (He. 9:12; Jn. 19:34).

La muerte todo-inclusiva de Jesucristo también liberó la vida divina como vida eterna, lo cual es representado por el agua que fluyó del Cristo crucificado (19:34). Debido a que estamos en El, la muerte todo-inclusiva de Cristo es nuestra muerte y nuestra historia. ¡Cuán maravillosa es Su muerte!

La resurrección de Jesucristo

Después de Su muerte todo-inclusiva, el Señor Jesús resucitó (Mt. 16:21b; Hch. 2:24; 3:15; 5:30). La resurrección de Jesucristo testifica que Dios está satisfecho con Su muerte por nosotros y que nosotros somos justificados por Dios en El y con El (Ro. 4:25b). Que nosotros seamos justificados en El es la justificación objetiva, y que seamos justificados con El es la justificación subjetiva. Cristo ahora vive en nosotros, y nosotros vivimos con Cristo. Así que, vivimos una vida que nos capacita para ser justificados subjetivamente.

En Su resurrección el hombre Jesús fue engendrado Hijo de Dios (Hch. 13:33; Ro. 1:4). La resurrección de Jesucristo fue el nacimiento de Cristo. El hombre Jesús nació como Hijo de Dios. La resurrección de Cristo también impartió la vida divina a los creyentes en Jesucristo, y los engendró como los muchos hijos de Dios (1 P. 1:3; Ro. 8:29; Jn. 12:24b).

La resurrección de Jesucristo también le hizo Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Por último, esta resurrección consumó al Dios Triuno e hizo al Espíritu de Dios la máxima consumación del Dios Triuno como el Espíritu (Mt. 28:19; Jn. 7:39; Ap. 22:17). Antes de Su encarnación el Dios Triuno, como persona divina, no tenía naturaleza humana. Así que, podríamos decir que El era perfecto pero no completo. A El le faltaba la naturaleza humana. Por medio de la encarnación El obtuvo la naturaleza humana; aun así, a El todavía le faltaba algo, en el sentido de que El no había entrado en muerte. Aun después de que El murió en la cruz, al Dios Triuno todavía le faltaba algo porque no había entrado todavía en resurrección. En la resurrección se efectuó la consumación del Dios Triuno. No fue sino hasta la consumación del Dios Triuno en resurrección, que se mencionó el título “el Padre, el Hijo y el Espíritu”. Después de Su resurrección, el Señor Jesús se reunió con los discípulos en un monte de Galilea (Mt. 28:16), y les dijo que fueran e hicieran discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).

El Dios Triuno ha sido ahora completado; El ha sido consumado. La resurrección de Cristo fue la consumación del Dios Triuno. El Espíritu de Dios ha sido ahora liberado, y el Espíritu de Dios es la máxima consumación del Dios Triuno como Espíritu. El título “el Espíritu” es simple, pero el significado de este título, no lo es. El Espíritu es el Dios Triuno procesado. Juan 7:39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Jesús fue glorificado en Su resurrección. Después de que El fue glorificado, el Espíritu estaba allí. En el último capítulo del último libro del Nuevo Testamento, se usa el título “el Espíritu” (Ap. 22:17). En este título no se hace referencia alguna a Dios, a Cristo, al Hijo, o al Padre. El Espíritu es el Dios Triuno consumado y procesado, y El es el Novio. Nuestro Novio es una persona maravillosa: el Dios Triuno, procesado y finalmente consumado como Espíritu. En el Espíritu están el Padre, el Hijo, la naturaleza humana, la muerte todo-inclusiva y la resurrección. Todo está en el Espíritu. El Espíritu es el Novio, y el hombre tripartito, regenerado, santificado, transformado, conformado y glorificado, es la novia. Al final de la Biblia tenemos una maravillosa pareja, que constituye una maravillosa historia del Novio y la novia. Con la resurrección de Cristo, el plan de Dios no estaba todavía terminado.

La ascensión de Cristo

La parte secreta

La parte final del plan de Dios es la ascensión de Cristo. El Nuevo Testamento revela que la ascensión de Cristo tuvo dos partes, la parte secreta y la parte manifiesta. La mayoría de los lectores de las Escrituras no se han percatado de que hubo una parte secreta en la ascensión de Cristo. Esta parte secreta tuvo lugar en la madrugada del día de resurrección. Esa mañana el Cristo resucitado no vio a nadie más que a María. Cuando María se dio cuenta de quién era El, trató de tocarle, pero El no se lo permitió porque todavía no había ascendido al Padre (Jn. 20:17). Más tarde El regresó a Sus discípulos y se les puso a disposición para que lo tocaran (Jn. 20:27). Antes de que volviera a los discípulos El no permitió que lo tocaran, debido a que la frescura de la resurrección debía ser presentada al Padre, para la satisfacción de Este, para que Dios gustara Su frescura en resurrección. Esto era tipificado por las primicias de la cosecha (Lv. 23:10-11).

La parte manifiesta

Hubo también una parte manifiesta en la ascensión de Cristo. Varios discípulos del Señor vieron Su ascensión pública. En esa ocasión los ángeles vinieron para declarar que Cristo volvería de la misma manera que ellos le habían visto ascender a los cielos (Hch. 1:9-11). La parte manifiesta de la ascensión de Cristo era para que Cristo fuera coronado con gloria y honra (He. 2:7), para ser hecho Señor y Cristo (Hch. 2:36), para ser Príncipe y Salvador (5:31), y para ser Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (Ef. 1:22). Dicha ascensión es la consumación de Cristo como Salvador. Un pequeño hombre, un nazareno, fue hecho Señor de todo y el Cristo, el Consumador de la economía de Dios. Cristo fue hecho el Príncipe máximo entre los príncipes, para que también pudiera ser Salvador. Si El no fuera un príncipe, no estaría capacitado para salvarnos. Como príncipe, El tiene plena capacidad de ser nuestro Salvador.

Si el Señor necesitara una guerra entre Estados Unidos y Rusia a fin de que cien personas fueran salvas, el Señor podría disponer una guerra con el único fin de salvar a esos cien escogidos. Cuando yo era joven, mi madre tenía una estrecha relación con los misioneros. Por medio de ella aprendí mucho en cuanto a los Estados Unidos. Yo amaba los Estados Unidos, y pensaba frecuentemente en este país. Pero nunca pensé que yo vendría a los Estados Unidos. Por el contrario, durante la segunda guerra mundial creía que después de la guerra China sería libertada, que sería ayudada por los Estados Unidos a fin de construir una gran república democrática que estuviera a la par con los Estados Unidos para garantizar la seguridad del océano Pacífico. Con semejante perspectiva, mi idea era que la parte interior de Mongolia se desarrollara. Sin embargo, vine a los Estados Unidos. Mi venida a este país se logró por causa de la segunda guerra mundial. Si no se hubiera dado la segunda guerra mundial, yo nunca habría podido venir aquí. Esto no es algo insignificante. Muchos chinos, de lo más selecto, han venido a los Estados Unidos debido a esa guerra, lo cual muestra que el Señor Jesús es quien estaba administrando la guerra.

Todos los días aguardo con expectativa el periódico. Los recientes cambios políticos en Rusia, indican que la Unión Soviética se está volviendo un país democrático. Estoy esperando ver si la China Roja pudiera llegar a ser democrática dentro de no mucho tiempo. La gran imagen de la profecía del capítulo 2 de Daniel tiene cabeza de oro, pecho y brazos de plata, vientre de bronce, y las dos piernas de hierro. Los pies de aquella imagen eran en parte de hierro y en parte de barro (vs. 23-33), esto es, de hierro mezclado con barro. Cuando el partido comunista era el único partido que gobernaba Rusia, todo el “barro” estaba anulado. Ahora el barro se ha levantado para hacer oír su voz. Esto nos ayuda a ver el cumplimiento de la profecía de Daniel 2. Según esa profecía, el Señor Jesús regresará como una piedra cortada no por mano de hombre, sino por Dios. Esta piedra aplastará los pies de la gran imagen en los diez dedos de barro mezclado con hierro (v. 34). Sin los eventos del año pasado, la profecía de Daniel 2 no podría ser cumplida. ¡Aleluya, Cristo es el Príncipe que administra todas las cosas!

Cristo también es el Salvador. Para llegar a ser el Salvador El lo efectuó todo. El pasó por muerte, entró en resurrección, y ascendió a los cielos. El fue glorificado; fue coronado con gloria y honra. El fue hecho Señor y Cristo, y fue hecho además Príncipe y Salvador. Más aún, fue hecho Cabeza sobre todas las cosas para la iglesia. Ahora está plenamente consumado como Salvador, Aquél que puede salvar (He. 7:25). Cristo también es omnipresente. El es el Espíritu vivificante. Tal como el aire que rodea el globo terrestre, El está esperando que las personas crean en El y le reciban.

Los primeros cuatro pasos básicos del plan de Dios son la encarnación, la muerte todo-inclusiva de Jesucristo, la resurrección de Jesucristo, y la ascensión de Cristo. El Dios Triuno ha sido completado, y nuestro Salvador ha sido consumado. Estos son los asuntos que trata la enseñanza de los apóstoles. Necesitamos conocer todas estas cosas. El primer paso del plan de Dios es la encarnación del Dios Triuno. La encarnación del Dios Triuno consistió en que Dios naciera en una virgen. Mateo 1:20 nos dice que lo nacido en María era engendrado por el Espíritu Santo. Dios nació en una virgen, y El estuvo en ella por nueve meses. Este Dios participó de la sangre y la carne del hombre. Quizá no nos agrade la sangre ni la carne, pero Dios deseaba participar de la sangre y la carne del hombre a fin de poder ser lo mismo que nosotros somos. El se hizo hombre para traer Dios al hombre. Antes de la encarnación, Dios era Dios, y el hombre era el hombre. Pero mediante la encarnación, Dios entró en el hombre para mezclarse con el hombre. El resultado de esta mezcla fue un Dios-hombre; Dios y el hombre llegaron a ser uno. Luego, El pasó por el vivir humano. Mientras Jesús vivía, había un hombre que era Dios viviendo en esta tierra.

Debemos ir por toda la tierra enseñando todas estas cosas. No debemos enseñar en cuanto al tipo de agua en la cual la gente debe ser bautizada, o en cuanto al uso de jugo de uvas o de vino para la mesa del Señor. Debemos aprender todas las cosas principales contenidas en la enseñanza de los apóstoles.