El mover de Dios en el hombre, Capitulo 5

EL MOVER DE DIOS EN EL HOMBRE

CAPITULO CINCO

EN LA CRUCIFIXION DE CRISTO

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Lectura bíblica: Col. 1:22; Ef. 2:15-16; Col. 2:9; 1 Ti. 3:16; Hch. 20:28; Jn. 8:29; 16:32; 1:29; He. 9:26, 28; 1 Co. 15:3; He. 9:12; 2 Co. 5:14-15; Ro. 6:6; Gá. 2:20a; He. 2:14; Jn. 12:31; Gá. 6:14; He. 2:9; Col. 1:20; 2:14-15; Jn. 12:24

En este mensaje queremos continuar nuestra comunión con respecto a la crucifixión de Cristo y queremos responder a algunas preguntas serias con respecto a esta parte crucial del mover de Dios en el hombre.

LA MUERTE DE CRISTO ES LA MUERTE DE DIOS

Primero necesitamos considerar cómo podemos decir que la muerte de Cristo es la muerte de Dios y cómo nos muestran las Escrituras que la muerte de Cristo es la muerte de Dios. Vimos en el mensaje anterior que Cristo fue crucificado en la carne (Col. 1:22, Ef. 2:15-16) y que Cristo en Su cuerpo de carne era la incorporación del Dios Triuno (Col. 2:9). Además, la manifestación de Cristo fue la manifestación de Dios en la carne (1 Ti. 3:16). Por lo tanto, la crucifixión de Cristo también fue la crucifixión de Dios.

Hechos 20:28 es un versículo que nos muestra claramente que la crucifixión de Cristo fue la crucifixión de Dios. Este versículo dice que Dios compró la iglesia con Su propia sangre. Al citar la Biblia para demostrar un punto, siempre es mejor tener dos o tres versículos, porque esto es un asunto de testimonio. La Biblia presenta el principio de que se requieren dos o tres testigos para que un testimonio sea válido (Dt. 19:15; 1 Ti. 5:19). Otra evidencia bíblica que nos muestra que la muerte de Cristo fue verdaderamente la muerte de Dios es Juan 8:29 y 16:32. Esos versículos nos muestran que Dios el Padre fue siempre uno con el Hijo y nunca lo dejó solo. También 1 Timoteo 3:16 dice que Cristo era Dios manifestado en la carne. Ya que la manifestación de Cristo es la manifestación de Dios en la carne, la crucifixión de Cristo también es la crucifixión de Dios.

Después de la crucifixión, cuando el Señor resucitado apareció a Tomas, le dijo: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¿Señor mío, y Dios mío!” (Jn. 20:27-28). Aquí, se hace referencia a la muerte del Señor, y el título Dios es atribuido a Aquel que había muerto. El hombre Jesús, quien murió en la cruz, era Dios mismo.

En la encarnación de Cristo estaba Dios. Dios estaba en Su vivir humano. Colosenses 2:9 dice que toda la plenitud de la Deidad mora en El corporalmente. El Dios Triuno —no solamente el Hijo sino también el Padre y el Espíritu— vivía en el hombre Jesús. Según el mismo principio, Dios murió en la cruz cuando murió el Hijo.

Sin embargo, hay otro versículo en la Biblia que dice que Dios abandonó a Cristo cuando éste estaba en la cruz. Mateo 27:46 dice: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” ¿Cómo podemos reconciliar este versículo con los otros versículos de la Escritura que nos muestran que la crucifixión de Cristo fue la crucifixión de Dios? En ese momento, cuando el Señor Jesús iba a entregar Su espíritu, clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Por un lado, Dios nunca abandonó al Hijo, pero por otro lado, el Hijo clamó que Dios lo había abandonado.

A fin de responder a este interrogante, necesitamos ver los aspectos esencial y económico de la Trinidad Divina. En la historia de la teología, los estudiantes de la Biblia han visto dos aspectos de la Trinidad Divina: la Trinidad esencial y la Trinidad económica. La Trinidad esencial se refiere a la misma esencia intrínseca de la Trinidad. En esencia los tres de la Trinidad son uno. El Primero mora en el Segundo, y el Segundo mora en el Tercero, y el Tercero mora en el Primero y en el Segundo. En esencia los tres moran el uno en el otro. Ellos son uno solo y no pueden dividirse. Sin embargo, en el aspecto económico, es decir, de acuerdo con la economía de Dios, con el plan de Dios, y con el cumplimiento del propósito de Dios, los tres son distintos. Si los tres no fueran distintos, ¿cómo podía el Primero abandonar al Segundo?

Otro ejemplo de la Trinidad en el aspecto económico se puede ver en el bautismo del Señor. Cuando el Señor fue bautizado, el Padre estaba en los cielos, el Hijo estaba en el agua, y el Espíritu estaba en el aire como una paloma. El Hijo, en el agua, escuchó hablar al Padre desde los cielos (Mt. 3:16-17). En este caso, los tres de la Deidad no solamente son distintos; sino que están en tres diferentes lugares.

A fin de tener una visión completa de la Trinidad Divina, necesitamos ver Sus aspectos económico y esencial. En Juan 10:30 el Señor dijo: “Yo y el Padre uno somos”. En Juan 14:10-11 el Hijo les dijo a los discípulos: “Yo soy en el Padre y el Padre en Mí”. ¿Están ellos separados? No. Esencialmente son uno. Sin embargo, cuando actúan para llevar a cabo Su economía, para terminar Su plan, para lograr Su propósito, a menudo son distintos. En el bautismo del Hijo, el Padre era distinto del Hijo, y el Hijo era distinto del Padre. Los Evangelios también nos muestran que el Hijo oró al Padre, y cuando El oró, levantó Sus ojos a los cielos (Jn. 17:1). Aquí vemos que el Padre y el Hijo son distintos económicamente. En el aspecto esencial, la crucifixión de Cristo fue la crucifixión de Dios; no obstante, en ese momento cuando Cristo entregó Su espíritu, Dios lo abandonó. Dios estaba allí en cuanto a esencia, pero lo abandonó en el aspecto económico. Necesitamos darnos cuenta de que el estudio de la Trinidad Divina no tiene fin.

CRISTO MURIO POR TODAS LAS COSAS

Ahora, necesitamos considerar cómo podemos demostrar que Dios en Cristo murió por todas las cosas. Cristo murió no solamente por nosotros los pecadores, sino también por todas las cosas, incluyendo toda la creación y los ángeles. Hebreos 2:9 dice que Cristo gustó la muerte por todas las cosas. Esto significa que El murió por todo. En el griego la palabra todo es muy fuerte. Todos significa todos los hombres, pero Hebreos 2:9 dice que Cristo gustó la muerte no por todos sino por todo. La redención que el Señor Jesús llevó a cabo no fue efectuada solamente por las personas, sino por todas las cosas que Dios creó.

Colosenses 1:20 dice: “Y por medio de El reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz”. Este es el segundo versículo que comprueba que Cristo experimentó la muerte por todas las cosas. No solamente las cosas que están sobre la tierra necesitaban ser reconciliadas con Dios por medio de la sangre de Cristo, sino también las cosas que están en los cielos tenían tal necesidad. Dios reconcilió todas las cosas consigo mismo por medio de Cristo. Hebreos 2:9 y Colosenses 1:20 nos muestran que Cristo murió por todas las cosas, por toda la creación.

Romanos 8:21 dice: “Con la esperanza de que también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios”. Toda la creación necesita ser libertada de la esclavitud de corrupción; por lo tanto, toda la creación necesita la redención de Cristo. Todas las cosas de la antigua creación se corrompen, decaen y mueren. Todas las cosas creadas en todo el universo necesitan la redención. Más adelante, en el milenio tendrá lugar la restauración de todas las cosas. Si es necesaria la restauración, esto implica que ha habido degradación, y ésta provino del pecado.

En el universo hubo dos rebeliones, las cuales introdujeron la muerte, la corrupción y la degradación a toda la creación. Una fue la rebelión satánica, y la otra fue la rebelión del hombre. Antes de que el hombre se rebelara, ya había ocurrido la rebelión satánica, la cual contaminó los cielos. La rebelión de Satanás contaminó y ensució todas las cosas celestiales. El universo contaminado y degradado sólo puede ser restaurado por medio de la redención de Cristo. Antes de que la creación pueda ser restaurada, tiene que ser redimida. Cristo murió en la cruz por todas las cosas creadas para así poder reconciliarlas de nuevo con Dios. La redención de Cristo es el fundamento puesto para la restauración venidera. Cuando venga la restauración, terminará la esclavitud de corrupción. Hoy día toda la creación está bajo la esclavitud de corrupción; por eso toda la creación gime. Todas las cosas gimen porque están bajo la esclavitud de corrupción.

Hebreos 9:21-24 nos muestra que la sangre de Cristo fue derramada para la purificación de todas las cosas celestiales. El tabernáculo y todas las cosas correspondientes fueron rociadas y purificadas con la sangre de cabras y toros. Esa era una figura que mostraba que las cosas celestiales necesitaban ser purificadas por la sangre de mejores sacrificios, los cuales son los sacrificios de Cristo (He. 7:27; 9:14, 28; 10:10, 12, 14). Cristo se ofreció a Sí mismo como el único sacrificio (9:14; 10:12). Este sacrificio único, visto en sus varios aspectos, puede ser considerado los muchos sacrificios. Los cielos y todas las cosas que en ellos hay, se contaminaron por la rebelión de Satanás y de los ángeles caídos, quienes siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Por lo tanto, todas las cosas celestiales necesitaban ser purificadas. Cristo llevó a cabo esta purificación con Su propia sangre cuando entró a los mismos cielos.

Que Cristo gustara la muerte por todas las cosas y reconciliara a todas las cosas con Dios, es claramente tipificado por la redención lograda mediante el arca de Noé, en la cual no solamente ocho personas sino también todas los seres vivientes, creados por Dios, fueron salvos (Gn. 7:13-23). El arca de Noé salvó no solamente a ocho personas, sino también a todas las criaturas.

Otra figura que tipifica la muerte de Cristo por todas las cosas, es el velo del templo, que se rasgó cuando el Señor murió. Cuando Cristo murió, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo (Mt. 27:51). Sobre el velo había querubines bordados (Ex. 26:31). Según Ezequiel 1:5, 10 y 10:14-15, los querubines son seres vivientes. Por lo tanto, los querubines bordados sobre el velo representan los seres vivientes. Cuando el velo se rompió, todas las criaturas también se rompieron. Eso significa que cuando Cristo murió en la cruz, todas las criaturas murieron con El.

LA OBRA DE DIOS DURANTE
LA CRUCIFIXION DE CRISTO

Ahora necesitamos considerar cómo podemos demostrar que cuando Cristo estaba sufriendo la muerte en la cruz, también Dios estaba allí obrando. Colosenses 2:14 dice que cuando Cristo estaba en la cruz, Dios estaba anulando el código escrito expresado en ordenanzas, que había contra nosotros y nos era contrario, y lo clavó en la cruz. El versículo 15 también dice que El despojó a los principados y potestades, y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

Cuando Cristo estaba sufriendo la muerte en la cruz, Dios estaba ocupado. El estaba ocupado anulando el código escrito expresado en ordenanzas, clavándolo en la cruz. El código escrito expresado en ordenanzas se refiere a la ley. Si usted aún ama la ley, lo que usted ama fue clavado en la cruz. Efesios 2:15 dice que Cristo abolió en Su carne la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas. Mientras que Cristo sufría al ser clavado en la cruz, Dios también estaba ocupado clavando allí a la ley.

Mientras Cristo estaba en la cruz, los ángeles malignos trataban de estorbar a Dios, y hubo una lucha entre Dios y ellos. Hubo allí un grupo de ángeles malignos que trataban de impedir que Dios obrara en la cruz; por lo tanto, Dios los despojó y los exhibió públicamente. Despojar en Colosenses 2:15 equivale a la expresión de 3:9 que habla de que nos despojemos del viejo hombre. En la cruz, Dios clavó la ley y despojó a muchos ángeles malignos. El estaba ocupado en la cruz, según la escena invisible. Este es el significado y el entendimiento intrínseco de la muerte del Señor. Debemos tener ojos espirituales, o sea visión espiritual, para ver una escena invisible cada día.

LOS LOGROS DE DIOS EN LA CRUCIFIXION DE CRISTO

Ahora necesitamos preguntarnos qué se logró en la cruz. Tenemos que responder a esta pregunta de una manera intrínseca. Primero, Cristo quitó el pecado del mundo para la redención eterna de Dios. Pecado en Juan 1:29 es un término total, e incluye el pecado que tenemos en nuestra naturaleza, y los pecados de nuestra conducta por fuera. Hebreos 9:26 dice que Cristo quitó el pecado por medio del sacrificio de Sí mismo, y luego en el versículo 28 dice que El fue ofrecido de una vez por todas para llevar los pecados de muchos. Este versículo se refiere al pecado (singular) y a los pecados (plural). El pecado tiene esos dos aspectos: el aspecto interno, el pecado que está en nuestra naturaleza, y el aspecto externo, el pecado de nuestra conducta.

Cuando predicamos el evangelio debemos, hasta cierto punto, hacer esto claro a las personas con quienes hablamos. Aun si usted piensa que no tiene pecados en su conducta, de todos modos es pecaminoso porque en su naturaleza tiene pecado. El pecado es un factor de la constitución de uno, de su ser. El ser de uno, su persona, fue constituido pecador con pecado. Como ejemplo podemos darle a cierta bebida el nombre de jugo de naranja porque dicho jugo está constituido de naranjas. La naranja es la esencia, la naturaleza, de este jugo. De la misma manera, somos pecadores por constitución, no por transgresión. En nuestra constitución somos pecadores. Un niño recién nacido es un pecador porque dentro de él existe el factor constituyente, la esencia, del pecado (Sal. 51:5). El pecado es la esencia de nuestra constitución natural, por eso somos pecadores.

Cristo murió en la cruz no solamente por nuestras transgresiones, equivocaciones, errores y ofensas, sino también por nuestra naturaleza pecaminosa. Hay un elemento o esencia en nuestra constitución, en nuestro ser, que es el pecado interno. No solamente somos pecadores; somos pecado. Cristo murió por nosotros como personas tales (2 Co. 5:14-15). A esto es lo que llamo el significado intrínseco y el entendimiento intrínseco de la muerte de Cristo. Necesitamos ser conducidos al entendimiento intrínseco de todos los asuntos relacionados con la muerte de Cristo.

Cristo murió en la cruz por todos nosotros (2 Co. 5:14-15), crucificó nuestro viejo hombre (Ro. 6:6; Gá. 2:20a), y destruyó al diablo (He. 2:14). Cuando decimos que Cristo destruyó al diablo en la cruz, algunos pueden preguntarnos cómo es que el diablo puede seguir obrando. En 1 Pedro 5:8 se nos dice que Satanás, como león rugiente, todavía anda buscando a quien devorar. Cristo destruyó a Satanás en la cruz, pero Satanás todavía vive y actúa.

A fin de explicar esto, podemos utilizar como ejemplo lo que sucede en un tribunal. El veredicto de la corte es una cosa, pero la ejecución del veredicto, la sentencia, es otra cosa. De acuerdo con el veredicto, una persona puede ser condenada a muerte; no obstante, sigue viva porque aún no se ha ejecutado el veredicto, la sentencia. Satanás fue juzgado y la sentencia fue que sería arrojado al lago de fuego. Este es el veredicto sobre él. Pero la ejecución de este veredicto, esta sentencia, está en el proceso de ser llevado a cabo.

¿Cómo podemos hoy en día aplicar el juicio de Dios, el veredicto de Dios sobre Su enemigo? Esto depende de nuestra condición espiritual y del grado de madurez espiritual que tengamos. Una persona recién salva no ha crecido ni ha sido perfeccionada o educada apropiadamente en la esfera espiritual; por lo tanto, no saben nada acerca del juicio de Dios, es decir, Su veredicto, en cuanto a Satanás. Pero aquellos que han estado en el Señor por años saben que Satanás fue juzgado y que Dios ha pronunciado o proclamado Su veredicto. Ahora en nuestro espíritu, si estamos en una condición espiritual sólida, podemos ejecutar el juicio de Dios sobre Satanás. Podemos decirle: “Satanás, has sido juzgado. El lugar donde debes estar es el lago de fuego. No permanezcas aquí”. Tenemos que ejecutar el juicio de Dios acerca de Satanás continuamente hasta el día en que él sea realmente arrojado al lago de fuego (Ap. 20:10). A fin de pelear la batalla espiritual de esta manera, necesitamos recibir mucha enseñanza, perfeccionamiento y crecimiento en la vida divina. Aunque estamos bajo el ataque de Satanás, estamos cooperando con el Señor para ejecutar la sentencia de Dios en cuanto a él, y el recobro del Señor aún continúa.

Cristo en Su crucifixión también juzgó y crucificó al mundo (Jn. 12:31). En Gálatas 6:14 el apóstol Pablo dijo que el mundo le era crucificado y él al mundo. A los ojos de la gente mundana, incluyendo a muchos de nuestros parientes, nuestros compañeros de clase, y nuestros amigos, estamos acabados. Estamos crucificados. A sus ojos, nosotros no somos nada; para ellos sólo conocemos a Jesús, Dios y la Biblia. Esto significa que para el mundo somos personas crucificadas. El mundo también nos es crucificado a nosotros. Ya no tenemos ningún interés en el mundo y sus atracciones y entretenimientos. Nuestro interés único es Cristo mismo.

En la cruz, Cristo también gustó la muerte por todas las cosas y reconcilió a todas las cosas con Dios (He. 2:9; Col. 1:20). Además, El abolió la ley expresada en ordenanzas y puso fin a la enemistad que había entre los pueblos (Ef. 2:15-16). Finalmente, en el aspecto positivo de Su muerte, El liberó la vida divina para producir a los creyentes, quienes constituyen el Cuerpo de Cristo (Jn. 12:24). Necesitamos aprender a conocer todas estas cosas con respecto a la crucifixión de Cristo en una manera intrínseca.