El mover de Dios en el hombre, Capitulo 2

EL MOVER DE DIOS EN EL HOMBRE

CAPITULO DOS

EN SU ENCARNACION

(2)

Lectura bíblica: Mt. 1:21, 23; Ro. 8:3; 1 P. 1:19-20; He. 9:26, 28, 12; 2:14; 1 Ti. 1:15; 1 Jn. 4:9

BOSQUEJO

 

  • El resultado de la encarnación:
    1. Jesús: Jehová nuestro Salvador—Mt. 1:21.
    2. Emanuel: Dios con nosotros—Mt. 1:23.
    3. El Dios-hombre: el Dios completo y el hombre perfecto.
  • El propósito de la encarnación:
    1. Poner a Dios en el hombre.
    2. Hacer que Dios sea un hombre para que el hombre pueda llegar a ser Dios en vida y en naturaleza pero no en deidad.
    3. Mezclar a Dios con el hombre para que Dios y el hombre sean uno.
    4. Efectuar la redención de Dios para el hombre—Ro. 8:3; 1 P. 1:18-20; He. 9:26, 28, 12; 2:14.
    5. Llevar a cabo la salvación en el hombre—1 Ti. 1:15.
    6. Impartir en el hombre la vida divina—1 Jn. 4:9.

 

En este mensaje queremos ver el resultado y el propósito de la encarnación de Dios.

V. EL RESULTADO DE LA ENCARNACION

A. Jesús: Jehová nuestro Salvador

El primer punto que necesitamos ver como resultado de la encarnación es Jesús, Jehová nuestro Salvador (Mt. 1:21). En el Antiguo Testamento el equivalente hebreo del nombre Jesús es Josué. En Hebreos 4 Josué es puesto como tipo del Señor Jesús, quien introduce al pueblo de Dios en el reposo (vs. 8-9). El Josué del Antiguo Testamento es un tipo del Jesús del Nuevo Testamento. Podemos decir que Josué es la sombra, y que Jesús es el hombre verdadero. La sombra de un hombre es su tipo.

Tanto Josué como Jesús significa Jehová el Salvador o la salvación de Jehová. La salvación es una persona, y esa persona es divina; Su nombre es Jehová. Jehová es nuestro Salvador, por eso El es nuestra salvación. En el Antiguo Testamento hubo un hombre que se llamaba Jehová el Salvador. Después, en el Nuevo Testamento, vino el verdadero, cuyo nombre es Jehová, el mismo Dios Triuno. En el Antiguo Testamento Dios tenía los títulos de Elohim (Gn. 1:1) y Jehová (2:4), y a menudo estos dos títulos fueron combinados como Jehová Elohim, es decir, el Señor Dios. Elohim significa El fuerte y fiel. Jehová es el eterno “Yo Soy”. En Exodo 3 Moisés le preguntó a Dios qué debía decir a aquellos que le preguntaran el nombre de quien lo había enviado. Entonces, Dios le dijo a Moisés que Su nombre era “Yo Soy” (v. 14). “Yo Soy” es Jehová. Jehová significa Ser. En todo el universo sólo existe uno que es. El es Aquel que existe en Sí mismo y para siempre. Su nombre es “Yo Soy el que Soy” (v. 14). El es el que es, el que existe. Ese es Su nombre.

El día llegó cuando El dejó Su eternidad y entró en el tiempo. Como el Ser en la eternidad, El entró en el tiempo para llegar a ser un hombre. Dios, antes de que éste naciera, le encargó a la virgen María por medio de Su ángel que llamara a este hombre Jesús, o sea, Jehová el Salvador. Muchas personas conocen el nombre Jesús pero no saben quién es Jesús. Jesús es Dios hecho hombre para ser nuestro Salvador.

Tenemos que darnos cuenta de que aun si no hubiéramos caído, de todos modos necesitaríamos ser salvos. Desde el momento que el hombre fue creado necesitaba la salvación. Su caída aumentó su necesidad de salvación. Dios creó a Adán, y Adán no era pecaminoso. El era inocente y perfecto. Parecía que no necesitaba nada. Pero cualquier ser orgánico, o sea que tiene vida, necesita ser alimentado. Aun la vida de las plantas necesita el sol, el aire, el abono, y el agua como elementos nutritivos para su crecimiento. Estas cosas sirven para alimentar. El sol, el aire, el abono y el agua son la salvación de la planta. Si uno quita estas cuatro cosas de cualquier planta, ésta morirá. Todas las plantas necesitan esta clase de salvación.

Que Jehová sea nuestro Salvador significa que El es Aquel que suple nuestra necesidad. Toda la Biblia revela que El es nuestro Sol (Sal. 84:11; Mal. 4:2), nuestro aire (Jn. 20:22), nuestra agua viva (4:10, 14), y nuestro alimento (6:35). Al final de la Biblia, el árbol de la vida es el alimento y el agua de vida es la bebida en la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén, no hay necesidad de sol físico, porque Dios, la luz divina, alumbrará allí (Ap. 21:23). Fuera de la Nueva Jerusalén, las naciones todavía tendrán el sol, pero en la Nueva Jerusalén nosotros tendremos a nuestro sol único: Dios mismo. El sol, el aire, el agua y el alimento son aspectos de Dios como nuestro Salvador para salvarnos. Que El nos salve significa que El suple todo lo que necesitamos.

Por causa de la caída, entraron el pecado, la muerte, Satanás y el mundo. Aun nosotros mismos llegamos a ser pecado porque nuestro cuerpo se hizo carne de pecado, y nuestra alma llegó a ser el yo. Por causa de cosas negativas tan grandes, indudablemente necesitamos al Salvador. Necesitamos la salvación. Sin embargo, hoy día, la mayoría de los cristianos habla solamente de la necesidad de ser salvos de las cosas negativas. No ven el aspecto positivo de la salvación de Dios. Aun si no hubiéramos sido dañados por el pecado, la muerte, Satanás y el mundo, e inclusive si no tuviéramos la carne y la naturaleza pecaminosa, de todos modos necesitaríamos a Dios como nuestro sol, nuestro aire, nuestra agua y nuestro alimento. Necesitamos ver que aun si nunca hubiéramos caído, necesitaríamos en todo caso ser regenerados. De acuerdo con la revelación de Génesis 1 y 2, antes de que Adán cayera, necesitaba del árbol de la vida. Aunque Adán era puro y sin pecado antes de la caída, aún así necesitaba a Dios como vida, quien es representado por el árbol de vida.

El primer resultado del mover de Dios en el hombre en Su encarnación fue que Dios llegó a ser Jesús. El llegó a ser Jehová nuestro Salvador, Jehová nuestra salvación. Todos los días necesitamos a Jesús. Todos los días lo necesitamos como nuestro sol, nuestro aire, nuestra agua, y nuestro alimento. Cuando lo experimentamos como nuestro Salvador, llegamos a ser creyentes vitales. El problema con nosotros es que no lo experimentamos ni lo disfrutamos como nuestro Salvador de una manera continua.

Tal vez en la mañana seamos vitalizados después de tener algún tiempo con el Señor en oración y en la Palabra. Pero quizá en la tarde estemos muertos. Tenemos que darnos cuenta de que tenemos una persona dentro de nosotros cuyo nombre es Jehová el Salvador, Jehová la salvación, Jesús. El está dentro de nosotros y es uno con nosotros. El está en nosotros, y nosotros estamos en El, pero para poder disfrutarlo continuamente, debemos aprender a hacer todas las cosas según el espíritu. Romanos 8:4 dice que el justo requisito de la ley es cumplido en nosotros, que andamos conforme al espíritu. “Andar” significa vivir y actuar. En lo que decimos, pensamos, en nuestra actitud, y en todas las cosas, debemos vivir y andar no en conformidad con nuestra costumbre o hábito, sino conforme al espíritu. Vez tras vez, tengo que pedirle al Señor que me perdone cuando no ando de acuerdo al espíritu.

Recientemente me encontré con un antiguo conocido y su esposa, a quienes había conocido por muchos años. Más tarde la esposa me escribió una carta, en la cual se disculpaba por haber sido tan liviana en su plática conmigo. Antes de recibir su carta, yo también le pedí al Señor que me perdonara por haberle dicho algo a ella y a su esposo, que no estaba en conformidad con el espíritu. Comparto este pequeño incidente para mostrar que muy poco de nuestro tiempo lo empleamos en andar según el espíritu. Cuando leemos el periódico, ¿lo leemos según el espíritu? Siempre que leo el periódico, tengo que restringirme mucho. Necesito leer el periódico porque necesito informarme de la situación del mundo con miras al cuidado de los intereses del Señor. Necesito estar informado acerca de la situación política, diplomática y militar en Taiwán porque tenemos muchas iglesias allí. También necesito saber que está sucediendo en Rusia por causa del mover del Señor allí. Necesito estar informado acerca de la situación mundial para así orar de acuerdo a ello. Pero cuando tomamos el periódico, somos tentados y atraídos a ver muchas otras cosas. Cuando miramos el periódico, ¿lo miramos conforme al espíritu? Además, cuando compramos una corbata, ¿lo hacemos de acuerdo al espíritu? Les comparto esto para mostrar que necesitamos hacerlo todo conforme al espíritu.

Después de ser cristiano por tantos años, creo que lo que más nos cuesta hoy día sobre esta tierra es andar conforme al espíritu. La palabra espíritu en Romanos 8:4 denota nuestro espíritu humano regenerado en el cual mora el Espíritu —el Dios procesado y consumado— y con el cual está mezclado. Todos necesitamos reconocer que estamos escasos de Dios en nuestra experiencia y en nuestro ser interior. Por esa razón necesitamos ser llenos del Espíritu. Ser llenos del Espíritu es “ganar a Dios”, de quien estamos escasos.

Desde que el recobro del Señor vino a este país hace más de treinta años, miles de mensajes han sido dados mediante nuestro ministerio. Muchos de los santos que están en el recobro han recibido todas las verdades; sin embargo, están escasos del Espíritu y de andar según el espíritu. Recientemente empezamos a fijar nuestra atención en los grupos vitales, pero de acuerdo con nuestra práctica diaria en el presente, no estamos ganando a Dios adecuadamente. Por eso necesitamos apartar tiempo de oración durante el día. Necesitamos orar en la mañana y debemos tratar de pasar otro rato de oración durante el día. Debemos tomar la decisión de que al levantarnos temprano en la mañana, nada nos va a importar más que ir al Señor. También debemos tomar la decisión de acudir al Señor en oración más tarde durante el día. Esto es algo muy difícil de hacer.

Durante nuestro tiempo con el Señor, no debemos permitirnos ser interrumpidos por el teléfono o por alguna visita. Si estamos pasando un tiempo con el Señor en oración, y tocan a nuestra puerta, ¿iremos a abrir? Debemos tener la actitud de que cuando estamos delante del Señor, estamos ausentes, porque estamos plenamente ocupados con Dios. Ya que estamos ausentes y ocupados con Dios, no necesitamos responder a la puerta ni al teléfono durante ese tiempo. Necesitamos darnos cuenta de que durante nuestra oración, estamos ocupados con nuestro Dios. En este sentido, no estamos en la casa durante ese tiempo. No debemos ser dirigidos ni controlados por el teléfono ni por la gente que toca a nuestra puerta. Mientras estamos delante del Señor, estamos ausentes de todas las cosas y ocupados con El, ocupados por El.

Nuestra falta de vitalidad en el Espíritu se debe a nuestra falta de oración. Muchos de nosotros hemos leído Romanos 8:4, pero ¿cuántos realmente tenemos como práctica andar conforme al espíritu? Indudablemente amamos a Jesús y deseamos exaltarlo, pero ¿concuerda nuestro vivir diario con el espíritu? A fin de experimentar y disfrutar a Jesús, Jehová nuestro Salvador, debemos hacerlo todo según el espíritu.

El primer resultado de la encarnación es Jesús. Jesús es nuestro Salvador, nuestra salvación. El no está meramente en el cielo; está dentro de nosotros como Espíritu procesado, consumado. ¿Pero andamos en nuestro vivir diario conforme a El? En nuestro andar, ¿tiene El el mando o nosotros? ¿Dirige El nuestros pasos o lo hacemos nosotros? Tenemos que reconocer que la mayor parte del tiempo en nuestra vida cristiana nosotros somos el jefe. Somos nosotros quienes tomamos el mando. Muy a menudo en nuestra experiencia, hasta despedimos a Jesús.

La virgen María dio a luz un niño, y Dios le dijo que le pusiera por nombre Jesús. Como cristianos le hemos recibido. Le poseemos y El está con nosotros. El vive en nosotros y es nuestra vida. Hasta podemos decir que El es nuestra persona. Pero tenemos que reconocer que la mayor parte del tiempo no lo tomamos como nuestra persona, sino que tomamos a nuestro yo como nuestra persona. La mayor parte del tiempo, El es el invitado dentro de nosotros, y nosotros somos el anfitrión. Desde el día que fuimos salvos, lo pusimos en una posición de invitado dentro de nosotros, en vez de permitirle hacer Su hogar dentro de nosotros.

Si esta breve comunión puede ser utilizada por el Señor para tocarnos, esto nos revolucionará. La comprensión de que debemos andar conforme al espíritu nos restringirá y revolucionará nuestra vida cristiana y nuestra vida de iglesia.

B. Emanuel: Dios con nosotros

Podemos decir que el segundo resultado de la encarnación es Emanuel, Dios con nosotros (Mt. 1:23). Jesús fue el nombre dado por Dios; mientras que Emanuel, que significa Dios con nosotros, fue el nombre que le dio el hombre. Este fue el cumplimiento de la profecía de Isaías en 7:14. Dios le dijo a María que ella daría a luz un niño cuyo nombre sería Jesús. Cuando vino Jesús, la gente le llamó Emanuel, que significa Dios con nosotros.

El resultado de la encarnación es que Dios está con nosotros. Hoy día tenemos que decir que Dios está con nosotros no sólo exteriormente, sino también, y con mayor razón, interiormente. La encarnación debe ser un proceso en nuestra vida cristiana. Cada día debemos tener la experiencia y la comprensión de que Dios está con nosotros. Cuando estamos con las personas, ¿hacemos que ellas sientan que Dios está con nosotros? Si andamos conforme al espíritu, otros tendrán la sensación de que Dios está con nosotros. Nuestra vida debe ser el resultado de la encarnación.

C. El Dios-hombre: el Dios completo
y el hombre perfecto

La encarnación también produjo a Jesús, el Dios-hombre, quien es el Dios completo y el hombre perfecto. Jesús era Dios-hombre, quien vivió y anduvo sobre esta tierra treinta y tres años y medio. El es el Dios completo. Esto significa que El no es meramente Dios el Hijo, sino el Dios Triuno: Dios el Padre (Is. 9:6), Dios el Hijo (Mt. 3:17), y Dios el Espíritu (2 Co. 3:17). Colosenses 2:9 dice que toda la plenitud de la Deidad mora en El corporalmente. El es el Dios completo, el Dios entero, el Dios total, el hombre perfecto, el hombre verdadero. Este es el resultado, de la encarnación de Dios.

Cuando creímos en Jesús, recibimos al Dios-hombre. Jesucristo es el Dios-hombre, y nosotros los cristianos somos Cristo-hombres. Un cristiano es un Cristo-hombre, es uno con Cristo, y tiene Su vida y naturaleza en una unión orgánica con El; vive por El, e incluso le vive a El en su vivir diario. Un Cristo-hombre es un Dios-hombre. Como un hombre en el trabajo en la oficina, la gente que lo rodea uno debe tener la comprensión de que uno es algo más que un hombre; ¡es un hombre más Dios! Nuestra vida debe ser el resultado de la encarnación. Si no es así, la encarnación para nosotros es meramente una doctrina, una expresión teológica. La encarnación del Dios Triuno no debe ser solamente una doctrina o parte de nuestra teología. Nuestra vida debe ser una vida llena de la encarnación de Dios. Hoy día, Dios está encarnado en nosotros.

VI. EL PROPOSITO DE LA ENCARNACION

A. Poner a Dios en el hombre

El propósito de la encarnación es poner a Dios en el hombre. Dios está en nosotros (1 Jn. 4:15), y nosotros tenemos que darnos cuenta de que el primer paso que Dios dio para entrar en nosotros fue la encarnación. Además, Dios se encarnó no solamente en Jesús sino también en nosotros. Ser salvo es tener al Dios encarnado en uno. Por eso la encarnación pone a Dios dentro del hombre. Antes de ser salvo, uno no tiene nada que ver con Dios. Pero desde el día en que uno cree en el Señor Jesús, Dios se encarna en uno. Esto significa que Dios entra en uno. En la historia humana, Dios solo llegó a penetrar en el hombre cuatro mil años después de haberlo creado. El nació dentro del hombre para introducir a Dios en el hombre. Cuando Dios entra en una persona por medio de la regeneración, la encarnación ocurre de nuevo.

B. Hacer que Dios sea un hombre
para que éste pueda llegar a ser Dios
en vida y en naturaleza pero no en deidad

En la eternidad pasada Dios solamente era Dios, pero cuando se encarnó se hizo hombre. El se hizo hombre para que el hombre llegara a ser Dios en vida y en naturaleza pero no en deidad. Quizá podamos decir que nosotros “llegamos a ser como Dios” en vida y naturaleza, pero ¿tenemos el atrevimiento de decir que “llegamos a ser Dios” en vida y naturaleza? Necesitamos ver que nacimos de Dios, que somos hijos de Dios. ¿No ha nacido usted del hombre? Por consiguiente, ¿no es usted un hombre? Si uno no es un hombre, entonces ¿qué es? De la misma manera, ya que nacimos de Dios y somos hijos de Dios, ¿no somos Dios? Usted es lo mismo que su origen. Si ha nacido de padres chinos, usted es chino. Si ha nacido de caucásicos, es caucásico. Ya que nacimos de Dios, podemos y debemos decir que somos Dios en vida y naturaleza pero no en deidad.

Los padres de la iglesia enseñaron la verdad con respecto a la deificación en los primeros cuatro siglos. Ellos recalcaban claramente que la deificación significa que los creyentes en Cristo han sido hechos Dios en Su vida y en Su naturaleza pero no en Su deidad. El es el único Dios a quien se debe adorar en Su Deidad; sin embargo, nosotros somos Dios en vida y en naturaleza, no en deidad. Todos tenemos que tener claridad con respecto al hecho de que hoy somos Dios-hombres. Otros deberían percibir que somos hombres y algo más. Tal vez no puedan comprender lo que somos, pero sí pueden percibir que tenemos algo más. Con el tiempo, cuando digamos algo de Cristo, todos se darán cuenta de que ese algo más que tenemos es Cristo mismo, es decir, Dios. Este es el testimonio de un Dios-hombre.

C. Mezclar a Dios con el hombre
para que Dios y el hombre sean uno

El propósito de la encarnación también es mezclar a Dios con el hombre para que Dios y el hombre sean uno. No somos uno con Dios meramente por estar en compañía de El. Por eso, es más significativo decir que nosotros y Dios somos uno. En vez de siempre decir que somos uno con Dios, debemos aprender a decir que nosotros y Dios somos uno. Sin embargo, decir que nosotros y Dios somos uno no es totalmente exacto. Tenemos que decir que nosotros y Dios somos uno por estar mezclados.

Debido a las enseñanzas equivocadas de Eutiques en el quinto siglo, la mayoría de los maestros cristianos no se atreven a decir que Dios y el hombre se mezclan. Los eutiquianos negaban la distinción y la coexistencia de la divinidad y la humanidad de Cristo, y afirmaban que las dos naturalezas produjeron una tercera naturaleza (véase Concerning the Person of Christ [Acerca de la persona de Cristo], págs. 10-11, publicado por Living Stream Ministry). Sin embargo, esta enseñanza contradice la revelación de la Palabra santa. Necesitamos ver la verdad maravillosa de la Biblia con respecto a la mezcla de lo divino con lo humano. Según Levítico 2:4, la harina fina mezclada con aceite como ofrenda de harina, es un tipo de Cristo, Aquel que era una mezcla de lo divino con lo humano. Aunque el aceite y la harina se mezclan, de todos modos siguen siendo dos en naturaleza; no llegan a ser una tercera naturaleza.

El Señor Jesús nos dijo que El es la vid y que nosotros somos los pámpanos (Jn. 15:5). Nacimos de Dios para ser pámpanos de Cristo. Hemos sido injertados en Cristo (Ro. 11:24). Injertar es un asunto de mezclar. Cuando las ramas de un árbol son injertadas en otro árbol, los dos llegan a ser uno, no solamente por medio de una unión sino por medio de una mezcla. Las dos plantas se mezclan como una sola planta. En otras palabras, las dos vidas se mezclan para llegar a ser una vida.

La ofrenda de harina de Levítico 2:4 es hecha de harina fina mezclada con aceite. Los dos elementos se mezclan como una sola entidad, pero sin producirse un tercer elemento. La palabra mingling [mezcla] tiene la connotación de que dos elementos se combinan pero permanecen distintivos en sus elementos. La ofrenda de harina consta de dos elementos, el aceite y la harina fina; no se produce un tercer elemento. La verdad acerca de la mezcla también se puede ver en 1 Corintios 6:17, que dice que “el que se une al Señor un espíritu es con El”. Esto indica la mezcla del Señor como el Espíritu con nuestro espíritu. El Espíritu divino mora en nuestro espíritu humano, y estos dos se mezclan como un solo espíritu.

D. Efectuar la redención de Dios para el hombre

Otro propósito de la encarnación fue efectuar la redención de Dios para el hombre (Ro. 8:3; 1 P. 1:18-20; He. 9:26, 28, 12; 2:14). Dios no nos puede aplicar Su obra redentora si no es uno con nosotros. El experimentó una muerte sustitutiva por nosotros para que Su muerte ahora pueda ser nuestra (Gá. 2:20a). La única manera en que esto puede lograrse es la mezcla. Dios se mezcla con nosotros, así que ahora El es uno con nosotros. Cuando El murió en la cruz, nosotros morimos allí con El. Sin nuestra unión con El y sin nuestra adhesión a El, Su muerte sustitutiva no podría ser aplicada a nosotros. Cuando llegamos a ser uno con Cristo, todo lo que El logró como nuestro Substituto, llega a ser nuestro.

E. Llevar a cabo
la salvación de Dios en el hombre

La encarnación también tenía como propósito llevar a cabo la obra salvadora de Dios en el hombre (1 Ti. 1:15). No sólo necesitamos la redención, sino también la salvación. La redención principalmente trata con las cosas negativas, mientras que la salvación tiene como fin primordial suministrarnos las cosas positivas. Para que Dios pueda ser nuestra salvación, El debe ser uno con nosotros. Ya que El es uno con nosotros, Su muerte fue una muerte sustitutiva cuyo fin era redimirnos. Además, que El sea todo para nosotros como nuestra vida y naturaleza, significa que El es nuestra salvación. A fin de ser nuestra salvación, El tiene que hacerse uno con nosotros.

F. Impartir en el hombre la vida divina

Dios se encarnó para impartir la vida divina en el hombre. En 1 Juan 4:9 dice que “Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por El”. Dios se hizo hombre para que nosotros tuviéramos la vida divina. Si El no se hubiera hecho hombre, no podría entrar en nosotros ni podría ser nuestra vida divina. La encarnación tenía como fin impartir la vida divina en nosotros.