El Espíritu en las epístoles
CAPÍTULO DIEZ
HEBREOS: EL ESPÍRITU DE GRACIA
EL ESPÍRITU QUE HABLA
La Epístola a los Hebreos primero nos muestra que el Espíritu Santo es el Espíritu que habla. Hebreos 3:7-8 dice: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: ‘Si oís hoy Su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la prueba en el desierto’”. El Espíritu Santo aquí es un término muy enfático; según el griego, es “el Espíritu el Santo”. Por tanto, lo que el Espíritu Santo habla aquí en el libro de Hebreos es diferente de lo que el Espíritu habla en 1 Timoteo 4:1. Lo que el Espíritu dice allí en 1 Timoteo 4:1 no es una cita del Antiguo Testamento, sino la sensación de que nos transmite el Espíritu en nuestro espíritu, mientras que aquí en Hebreos el Espíritu Santo habla al citar las palabras del Antiguo Testamento.
Hebreos 9:8 dice: “Dando el Espíritu Santo [lit., el Espíritu el Santo] a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, mientras el primer tabernáculo estuviese en pie”. De nuevo vemos que el Espíritu Santo usa una figura del Antiguo Testamento. Todo lo que habla “el Espíritu el Santo”, todo lo que es puramente la palabra que Dios habla, es una cita del Antiguo Testamento. Por consiguiente, es el Espíritu objetivo que habla las palabras del Antiguo Testamento de manera objetiva. Sin embargo, la palabra dada en 1 Timoteo 4:1 es una palabra subjetiva; es el sentir que nos da interiormente el Espíritu, quien se ha mezclado con nosotros como un solo espíritu.
Hebreos 10:15-16 dice: “Nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: ‘Éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor’”. Nuevamente, ésta es una cita del Antiguo Testamento. Éste es el hablar objetivo del Espíritu Santo, no el subjetivo; el Espíritu que habla una palabra objetiva. En 1 Timoteo 4:1, sin embargo, cuando el Espíritu subjetivo habla en nosotros una palabra subjetiva, no cita el Antiguo Testamento. ¿Ven la diferencia? Siempre que se nos habla la palabra objetiva, es “el Espíritu el Santo” quien habla a nosotros. Siempre que se nos habla una palabra subjetiva, es el Espíritu Santo mezclado con nuestro espíritu como un solo espíritu —el espíritu subjetivo— quien habla. Tal hablar es un sentir que percibimos en lo profundo de nuestro ser, y no una cita ni una figura tomada del Antiguo Testamento.
A diferencia de las otras Epístolas, la Epístola a los Hebreos no nos dice desde el principio quién es su autor. Antes bien, nos dice que Dios habló en tiempos pasados en los profetas y ahora habla en Su Hijo. Por esta razón, al citar el Antiguo Testamento, no lo hace como las otras Epístolas, diciendo que es la palabra dada por Isaías o por Jeremías. Antes bien, dice que es el hablar del Espíritu Santo. Esto es asombroso. La Epístola a los Hebreos no indica claramente quién es la persona que habla, pero en cambio nos dice que es Dios quien habla, o que es el Espíritu Santo quien habla. Así pues, el Espíritu en Hebreos es el Espíritu que habla.
EL ESPÍRITU DE GRACIA
Los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo. (6:4)
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por común la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ultraje al Espíritu de gracia? (10:29)
Estos dos versículos nos muestran que el Espíritu en Hebreos ha llegado a ser la bendición de la cual somos partícipes. El Espíritu que habla ha llegado a ser el Espíritu de gracia para nuestro disfrute.
EL ESPÍRITU ETERNO
Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. (9:14)
El Señor Jesús se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. Por tanto, el Espíritu en Hebreos es también el Espíritu eterno. Éstos son tres aspectos del Espíritu en Hebreos: el Espíritu que habla, el Espíritu de gracia (el Espíritu del disfrute) y el Espíritu eterno. Es fácil entender al Espíritu que habla, y también es fácil entender al Espíritu de gracia, el Espíritu del disfrute, pero no es tan sencillo entender al Espíritu eterno. Muchos de nosotros consideran la eternidad como algo futuro. Sin embargo, en la Biblia, la eternidad incluye el tiempo en toda su extensión. Puedo preguntarles, hermanos y hermanas, ¿cuándo se ofreció el Señor Jesús a Dios? En otras palabras, ¿cuándo fue puesto el Señor Jesús en la cruz como ofrenda por el pecado? Según la historia, el Señor Jesús fue crucificado en el monte Calvario hace dos mil años, y en pie frente a Él estaban Sus discípulos, incluyendo a Pedro y Juan. Así pues, ciertamente el Señor Jesús murió por aquellos que eran Sus contemporáneos. Pero ¿cómo podía morir por gente como Abel, Job y Abraham, quienes existieron muchos años antes que Él? Además, ¿cómo podía morir por gente como nosotros, quienes nos hallamos aquí muchos años después que Él y no habíamos nacido en Su época? No sé si pueden resolver esto. Aquí debemos leer Hebreos 9:14, que dice que Cristo mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. Conforme a Su carne, Él fue crucificado en cierto tiempo. Sin embargo, según el Espíritu eterno, Su crucifixión abarca toda la extensión del tiempo. Así pues, conforme al sentido del tiempo, Job y Abraham estaban antes de la crucifixión y nosotros estamos después de la crucifixión, pero conforme al sentido de la eternidad, no hay diferencia alguna entre el antes y el después. Mediante el Espíritu eterno, Cristo se ofreció a Sí mismo para ser nuestra ofrenda por el pecado. No existe elemento de tiempo en Su muerte. En nuestra percepción y en el sentido histórico, existe el elemento del tiempo. En la perspectiva de Dios, sin embargo, no hay elemento de tiempo porque Dios es eterno. Por consiguiente, Apocalipsis 13:8 habla del “Cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo”. Él no fue inmolado hace apenas dos mil años, sino desde la fundación del mundo. Su inmolación satisface la necesidad de todos los pecadores. Aunque Él fue inmolado en el tiempo, según la perspectiva de Dios Él fue inmolado en la eternidad. De manera que, Él vino a ser una ofrenda eterna por el pecado. Si nuestra perspectiva es según la carne, Él es Jesús el nazareno que murió hace dos mil años. No obstante, Él murió en la esfera de la eternidad mediante el Espíritu eterno. Su ofrenda única efectuó la redención eternamente, porque Él no sólo murió en la carne, sino también mediante el Espíritu eterno.
Por consiguiente, si queremos entender las cosas espirituales, no debemos permanecer en nuestra mente. En lugar de ello, debemos estar en el espíritu. Cuando vivimos en nuestra mente, nos hallamos en el tiempo, pero cuando nos volvemos a nuestro espíritu, entramos en la eternidad. Es entonces que podemos entender las cosas que trascienden el tiempo.
Hebreos 5, 6, 9 y 10 hablan sobre la eternidad. Por lo tanto, éste es realmente un libro acerca de la eternidad. Sin embargo, ésta no es la eternidad en el futuro, sino la eternidad que incluye todas las necesidades y comprende todo el tiempo. En este libro que trata sobre la eternidad, el Espíritu no sólo es el Espíritu que habla y el Espíritu para nuestro disfrute, sino también el Espíritu eterno. Podemos entender las cosas de la eternidad solamente en el Espíritu eterno. En otras palabras, podemos entender las cosas de Dios que están en la esfera de la eternidad solamente en el Espíritu eterno.
Hermanos y hermanas, creo que perciben lo que estoy diciendo. Si aprenden a siempre volverse de su mente a su espíritu, su espíritu estará libre de la restricción que representa su mente ínfima. Nuestra mente no puede comprender las cosas eternas. Una vez que caen en la mente, su entendimiento es atado, queda limitado en todo aspecto y es incapaz de asimilar nada. No obstante, una vez que rechazan su mente y entran en su espíritu, vienen a ser como una persona que se ha remontado al espacio; son liberados. Su mente creada es limitada, pero ustedes han sido salvos, y tienen en su interior al Espíritu eterno. Este Espíritu no tiene ni principio ni fin. No le pueden encontrar el principio ni el fin. En este Espíritu ustedes pueden entender las cosas eternas.
DISCERNIR EL ESPÍRITU DEL ALMA
Y ENTRAR EN EL LUGAR SANTÍSIMO
Ahora llegamos a Hebreos 4:12, que dice: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. El Espíritu Santo es el Espíritu que habla, el Espíritu de gracia, el Espíritu para nuestro disfrute y el Espíritu eterno e ilimitado y, como tal, mora en nuestro espíritu hoy. Por tanto, debemos aprender a discernir nuestro espíritu de nuestra alma. Si no sabemos cómo discernir el espíritu del alma, no podremos disfrutar el Espíritu de gracia ni entrar en el Espíritu eterno. Tampoco tendremos forma de oír la palabra de Dios ni entender la Biblia. Mucha gente piensa que se necesita una mente inteligente para entender la Biblia. Esto no es necesariamente cierto. Para entender la Biblia se requiere que entremos en nuestro espíritu. Sólo al estar en nuestro espíritu, podemos oír el hablar del Espíritu Santo. Nuestro espíritu es el lugar donde Él, como Espíritu, mora; así que, debemos separar nuestro espíritu de nuestra alma.
Queridos hermanos y hermanas, de todas las Epístolas del Nuevo Testamento, únicamente Hebreos nos dice que entremos en el Lugar Santísimo (10:19), el cual es nuestro espíritu. Además, 4:16 dice que nos acerquemos al trono de la gracia, representado por la cubierta del Arca que estaba en el Lugar Santísimo, en el tiempo antiguotestamentario.
Sabemos que tanto en el tabernáculo como en el templo había tres secciones: el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. En el atrio estaban el altar y el lavacro. El altar representa la cruz, y el lavacro representa el lavamiento del Espíritu Santo. Esto describe la experiencia de la salvación. En el Lugar Santo se hallaba la mesa del pan de la Presencia, el candelero de oro y el altar de oro del incienso, los cuales representan el pan de vida, la luz de vida y la fragancia de la resurrección, respectivamente. Finalmente, estaba el Lugar Santísimo, en el cual había únicamente una sola cosa: el Arca. Sabemos que el Arca representa a Cristo. El Arca está en el Lugar Santísimo; esto indica que Cristo está en nuestro espíritu. Somos el templo de Dios, y nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. El Señor no está en nuestra alma, sino en nuestro espíritu. Por tanto, entrar en el Lugar Santísimo equivale a volvernos a nuestro espíritu. Acercarnos al trono de la gracia es acercarnos al Cristo que está en nuestro espíritu. Dios imparte la gracia al hombre, se reúne con el hombre y tiene comunión con el hombre ante el trono de la gracia, esto es, en Cristo.
Hay algunos creyentes que creen que, según Hebreos 8 y 9, el Lugar Santísimo representa el cielo, donde el Señor está hoy. Esto es correcto. No obstante, hoy el Lugar Santísimo es también nuestro espíritu. Si el Lugar Santísimo se refiriese sólo al cielo, ¿cómo podríamos entrar en él? El versículo 19 del capítulo 10 dice explícitamente que tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo. Queridos hermanos y hermanas, es verdad que el Lugar Santísimo está en el cielo, pero por causa del Espíritu eterno, el Lugar Santísimo que está en el cielo ha sido introducido en nuestro espíritu. Hoy no necesitamos ir al cielo para contactar al Señor; sólo necesitamos tornarnos a nuestro espíritu. Usemos como ejemplo la electricidad. La electricidad está en la planta eléctrica, pero hoy ha sido transmitida a nuestra casa. Hoy cuando queremos usar la electricidad, no necesitamos ir a la planta eléctrica; podemos disponer de ella aquí donde estamos. Así pues, hablando subjetivamente, nuestro espíritu hoy es el Lugar Santísimo. El Lugar Santísimo dentro de nosotros y el Lugar Santísimo en los cielos están vinculados. Si el Espíritu eterno no estuviese en nosotros, entonces el Lugar Santísimo en los cielos no tendría ninguna conexión con nosotros interiormente. Dado que el Espíritu eterno está en nosotros, Él conecta el Lugar Santísimo en los cielos a nuestro espíritu. Como resultado, nuestro espíritu ha venido a ser el Lugar Santísimo del Señor. Podemos entrar al Lugar Santísimo a cualquier tiempo y en cualquier parte. Esto equivale a volvernos a nuestro espíritu. Acercarnos al trono de la gracia es acercarnos a Cristo, contactar a Dios y tocar a Dios en Cristo. Hoy el Espíritu que habla, quien también es el Espíritu como nuestro disfrute y el Espíritu eterno e ilimitado, está en nuestro espíritu. Por esta razón, nuestro espíritu es el Lugar Santísimo, y el Señor está con nosotros en nuestro espíritu. De modo que, para acercarnos al Señor, para contactar al Señor, debemos volvernos a nuestro espíritu. Sin embargo, no hay un solo cristiano que haya aprendido totalmente esta lección. Cada uno de nosotros todavía está carente en este asunto.
Hermanos y hermanas, cuando somos salvos al recibir al Señor como nuestro Salvador, disfrutamos la redención del Cordero y también recibimos el lavamiento del Espíritu Santo; sin embargo, todo esto pertenece al atrio. Gradualmente, damos un paso adelante y conocemos cómo disfrutar al Señor como vida, cómo tener la luz de vida interiormente y cómo disfrutar la fragancia de la resurrección del Señor. Quizás sentimos que esto es muy bueno. Sin embargo, debemos recordar que aun todo esto se halla en el Lugar Santo, en el alma. Cuando yo era joven, no sé cuántas veces oí mensajes donde expresaban el aprecio por la bendición que tuvieron los israelitas al comer el maná. Finalmente, un día vi que aunque el maná era bueno, lo comieron en el desierto. Cuando los israelitas entraron en Canaán, ellos dejaron de comer maná. De modo que, aunque el maná es bueno, está preparado para los santos que deambulan en el desierto. Una vez que entremos en Canaán y sepamos cómo laborar con Dios en la tierra en Canaán para generar el producto de la tierra, ya no necesitaremos el maná. Por tanto, el maná es dado a los cristianos infantes, a los cristianos que vagan y a los cristianos que aún viven en su alma. Una vez que entremos en Canaán, en el Lugar Santísimo, la tierra del reposo, y sabemos verdaderamente cómo laborar junto con Dios, en ese tiempo el Cristo que disfrutaremos ya no será el maná para nosotros. Si lo es, Él ya no será simplemente el maná que descendió del cielo. Antes bien, Él será el maná escondido, lo cual es mucho más profundo.
Queridos hermanos y hermanas, aprendan a entrar en el Lugar Santísimo para tocar el trono de la gracia. Hoy muchos hermanos y hermanas aún viven en su alma. Si de verdad ellos se vuelven a su espíritu, en un momento se salen de su espíritu. Por ejemplo, es posible que un esposo y una esposa que son creyentes en el Señor discutan a veces sobre cosas triviales. Consideren por favor, cuando ellos discuten, ¿están saliéndose de su espíritu o están entrando? Hermanas, no me culpen por decir que en general las hermanas son más diestras que los hermanos para discutir. Cuando una pareja discute, ocho de cada diez veces, el esposo pierde. Por tanto, les pregunto a las hermanas, cuando argumentan, ¿están entrando en su espíritu o están saliendo corriendo? De hecho, se salen corriendo. Cuanto más argumenten, más están fuera. Cuanto más argumenten, más razones tienen, y sus razones nunca terminan. Finalmente, sus emociones se agitan, y su voluntad también participa. Ocasionalmente esto puede resultar en pleitos. A veces una hermana se siente ofendida, así que acude a los ancianos para presentarles una acusación en contra de su esposo. Cuando estaba en la China del Norte, participaba mucho en el cuidado de los asuntos de la iglesia local, así que con frecuencia me encontraba con este tipo de incidentes. En ocasiones una hermana venía a mí y me decía: “Hermano Lee, mire lo que hizo su hermano…”. En aquel tiempo, como yo era aún muy joven, no poseía un buen entendimiento de estas cosas, así que varias veces trataba de aconsejar a la hermana. No tenía idea de que cuanto más la aconsejara, más todo su ser tendía a salir de su espíritu, al grado que incluso todo mi ser también se salía. Como consecuencia, no había nada que yo pudiera hacer, y todo se volvía un enredo. Lentamente comencé a descubrir el secreto; me di cuenta de que lo mejor era no decirle nada, ni darle ningún consejo, ni razonar con ella, sino ayudarle a orar. Una vez que orábamos juntos, su ser, que antes se estaba saliendo del espíritu, comenzaba a volverse al espíritu. A veces ella comenzaba a llorar con tan sólo invocar: “Oh, Señor”. Esto ocurrió varias veces. ¿Por qué ocurrió esto? Porque ella se había vuelto a su espíritu. Una vez que lo hacía, entraba al Lugar Santísimo y tocaba el trono de la gracia para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Entonces, de este lugar fluían aguas vivas, las cuales le solucionaban todos sus problemas. Esto excede cualquier cantidad de palabras humanas. Éste es el secreto de la vida cristiana.
Por esta razón, Hebreos habla acerca de discernir el espíritu y entrar en el Lugar Santísimo. Si no discernimos el espíritu, estamos en el alma y no en el Lugar Santísimo. Hermanos y hermanas, el secreto de la vida cristiana no se relaciona en lo absoluto con confrontar las cosas de manera externa, sino con volvernos a nuestro espíritu para entrar en el Lugar Santísimo, para presentarnos ante el trono de la gracia, donde se hallan la misericordia y la gracia que fluyen de allí como aguas vivas para transformarnos desde nuestro interior. Un cristiano no es una persona que ha cambiado por fuera, sino una persona que ha sido transformada por dentro. Hoy verdaderamente llevamos un gran misterio dentro de nosotros. En estos años recientes, al haber sido guiado por el Señor para ponerle atención particular a la verdad acerca del espíritu, percibí que esto es verdaderamente misterioso. El Espíritu, quien es el Espíritu que habla, el Espíritu de gracia y el Espíritu eterno e ilimitado, está justo aquí en nuestro espíritu, haciendo de nuestro espíritu el Lugar Santísimo de Dios. El Cristo que vive en nosotros es el trono de la gracia como base, como terreno, para la impartición de la gracia. Es en Él que a Dios le place impartirnos la gracia. Una vez que nos volvemos al espíritu, nos encontramos con Cristo y Dios; la gracia y la misericordia fluyen como aguas vivas dentro de nuestro ser. Entonces todos nuestros problemas son resueltos.
Por tanto, repito, hermanos y hermanas, ¿dónde yace la clave del libro de Hebreos? Yace en el Lugar Santísimo, y este Lugar Santísimo es nuestro espíritu. La clave de este libro se halla en 4:12, a saber: tenemos que discernir el espíritu del alma. Ahora entendemos por qué este asunto sólo se menciona en esta epístola, y no en las otras epístolas. Este libro nos muestra que en el Antiguo Testamento el éxodo fuera de Egipto que hicieron los hijos de Israel y su vagar en el desierto es una tipología. Los creyentes neotestamentarios pueden ser justamente como ellos, deambulando afuera del Lugar Santísimo sin entrar nunca en el reposo para disfrutar a Cristo. Hoy la buena tierra es Cristo, quien está en nuestro espíritu. Si no nos volvemos al espíritu, vagaremos en el desierto de nuestra alma y no entraremos en el reposo. Si leemos 4:9-12, sabremos que nos queda un reposo. Debemos ser diligentes para entrar en ese reposo. La palabra de Dios es viva y puede partir nuestro espíritu de nuestra alma. Esto es así para que podamos entrar en el reposo. Por esta razón, estos versículos dicen que debe haber una división entre el espíritu y el alma y que no debemos permanecer en el alma. Si permanecemos en el alma, seguiremos vagando en el desierto y no podremos entrar en el reposo.
Hermanos y hermanas, ¿ven cuán grande es esta gracia? En el Antiguo Testamento sólo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo, pero hoy cada persona salva puede entrar en el Lugar Santísimo. Sin embargo, esto depende de su decisión. Si ustedes permanecen en el atrio, son sólo un levita. Si sólo llegan hasta el Lugar Santo, son sólo un sacerdote. Si ustedes se vuelven al espíritu para tener contacto con el Señor mismo directamente, entonces son un sumo sacerdote. El hecho de ser un levita, un sacerdote o un sumo sacerdote, es algo que depende de ustedes. El deseo del Señor es que ustedes sean sumo sacerdotes. Él desea que entren en el Lugar Santísimo para que se acerquen al trono de la gracia a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. La estrategia de Satanás es tentarnos continuamente para que salgamos fuera. Una vez que estamos afuera, hemos sido derrotados; hemos caído en el engaño de Satanás. Sin embargo, una vez que nos volvemos al espíritu, podemos vencer; nos hallamos en los cielos y estamos en el Lugar Santísimo del Señor. Cristo está con nosotros, y una vez que tocamos Su trono de la gracia, Su misericordia y gracia fluirán como aguas vivas para regarnos continuamente en nuestro interior. Esto es algo que los incrédulos no entienden. Esto verdaderamente es una gracia enorme. Si realmente tocamos esto, no nos quedará un problema sin solucionar. Todo problema será resuelto automáticamente.