La economía neotestamentaria de Dios
CAPITULO DIECISIETE
EL ESPIRITU ETERNO DE GRACIA Y
EL ESPIRITU QUE ANHELA CELOSAMENTE
Lectura bíblica: He. 1:2; 2:3-4; 3:7-8a; 6:4; 9:8, 14; 10:15, 29; Jn. 1:14, 17; 3:16; 1 Co. 1:2, 9; 15:45; 2 Co. 13:14; Col. 1:12; Flm. 25; Jac. 4:5
LA SUPERIORIDAD DE CRISTO
En este capítulo queremos ver en el libro de Hebreos la economía neotestamentaria, la cual es el impartir de una Persona maravillosa en nuestro ser. El Nuevo Testamento no está compuesto de varios libros acerca de doctrina, sino que es una revelación completa de una Persona maravillosa. Sin embargo, en los tiempos de los apóstoles la mayoría de los creyentes eran judíos que habían salido del judaísmo, el cual era una religión fuerte, alta y profunda. La religión judía tenía la doctrina más alta y toda su doctrina básica era verdadera. Esta religión estaba estructurada principalmente con cinco puntos cruciales: Dios, los ángeles, Moisés (quien dio la ley), Aarón (el sumo sacerdote) y el viejo pacto. Ninguna otra religión tiene puntos tan cruciales, pero en el judaísmo todos estos puntos solamente son doctrinas.
El Dios viviente
Aun en los tiempos del Señor Jesús, los líderes judíos tenían todos estos cinco puntos como doctrina, sin embargo, no tenían al Dios viviente. En Hebreos Pablo comparó a esta Persona maravillosa, el Dios Triuno mismo, con estos cinco puntos cruciales del judaísmo. Los judíos tenían a Dios en doctrina pero no en Persona (He. 1:2, 8). En Hebreos Pablo no presentó el estudio de Dios ni la doctrina de Dios, sino a Dios mismo, la Persona de Dios. El presentó a “theós”, no la teología.
Superior a los ángeles
Esta Persona maravillosa, que es el Hijo de Dios, Jesucristo, quien es Dios mismo, el Dios Triuno corporificado en un hombre, es muy superior a los ángeles. ¿Cómo pueden los ángeles compararse con una Persona tan maravillosa cuando sólo son servidores de Dios (He. 1:7) y aun servidores del pueblo de Dios (He. 1:14)?
Superior a Moisés
Esta Persona también es muy superior a Moisés (He. 3:3). Moisés fue un siervo fiel en la casa de Dios, pero esta Persona maravillosa es el Amo de la casa de Dios. Moisés trajo la ley, pero esta Persona maravillosa, cuyas riquezas son inescrutables (Ef. 3:8), trae gracia y realidad (Jn. 1:17).
Superior a Aarón
Esta Persona maravillosa también es muy superior a Aarón (He. 4:14-15). Aarón vivió y murió, pero esta Persona, como el gran Sumo Sacerdote que traspasó los cíelos, vivió, murió y volvió a vivir para siempre; El vive para siempre a fin de interceder por nosotros (He. 7:25). Aarón era un sumo sacerdote que servía según las ordenanzas de la ley, pero esta Persona es el Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, y ahora ministra por medio de la vida que no tiene fin (He. 7:3, 16).
El Mediador de un pacto superior
Finalmente, esta Persona maravillosa ha promulgado el nuevo pacto, el cual es mucho mejor que el viejo pacto. El viejo pacto era de letras muertas, pero el nuevo pacto es de vida. Esta Persona también es el Mediador, o sea, el Ejecutor, del mejor pacto de vida (He. 8:6).
REPARTIMIENTOS DEL ESPIRITU SANTO
Hebreos 2:3-4 nos dice que Dios dio testimonio de una salvación tan grande por medio de los repartimientos del Espíritu Santo. Los repartimientos del Espíritu Santo son las cosas, incluyendo al Espíritu mismo, que el Espíritu Santo distribuye a los que reciben Su salvación por medio de creer en Cristo. Esto también incluye el impartir de la vida divina a los creyentes. Todos nosotros los que hemos creído en el Señor Jesús debemos darnos cuenta de que la vida divina ha sido distribuida a nuestro ser con el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Este es el primer repartimiento básica del Espíritu. El Espíritu Santo mismo es un repartimiento dentro de nosotros. Una Persona ha sido distribuida dentro de nosotros. Después de que fuimos salvos, parecía que esta Persona siempre se estaba moviendo dentro de nosotros. No teníamos esta clase de experiencia antes de ser salvos, pero después de ser salvos tuvimos esta sensación. El repartimiento más grande en nuestro ser es una Persona. Una Persona maravillosa ha sido distribuida en nuestro ser.
En nuestra experiencia también hay otros repartimientos del Espíritu Santo. Muchas veces, mientras estoy hablando, se lleva a cabo un repartimiento que me da el sentir instantáneo, la iluminación instantánea, la palabra instantánea y las ilustraciones instantáneas. Estos son los repartimientos del Espíritu que confirman la gran salvación que hemos recibido. El libro de Hebreos comienza con el hablar del Hijo pero continúa con los repartimientos del Espíritu Santo. El Hijo en el capítulo uno es el Espíritu en el capítulo dos.
EL ESPIRITU QUE HABLA
Hebreos enfatiza que esta Persona maravillosa hoy día es el Espíritu. En el Antiguo Testamento Dios habló a los padres por los profetas, pero en el Nuevo Testamento Dios nos habla en el Hijo (He. 1:1-2). Las palabras de introducción del capítulo uno nos presentan al Hijo, pero de aquí en adelante Hebreos se refiere al Espíritu. Hebreos 3:7-8a dice: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Esto de nuevo nos muestra que el Hijo en el capítulo uno también es el Espíritu en el capitulo tres. En el capítulo uno Dios habla en el Hijo, pero en el capítulo tres el Espíritu Santo es el que habla.
El capítulo uno indica que en la era neotestamentaria Dios nos habla en el Hijo. En el texto original en griego no hay artículo delante de “Hijo”; por lo tanto, podemos decir que en el Nuevo Testamento Dios nos habla en Hijo. La Nueva Traducción de Darby de Hebreos 1:2 dice que en estos postreros días Dios “nos ha hablado en [la Persona del] Hijo”. Decir que Dios habla en el Hijo significa que Dios habla en la Persona del Hijo.
En el Antiguo Testamento Dios habló por medio de ciertos hombres, pero en el Nuevo Testamento, Dios mismo vino para hablar por la encarnación. Juan 1:14 nos dice que la Palabra, que era Dios mismo, se hizo carne. La encamación de Dios significa Dios hecho carne. Esta es la manera en la cual vino Dios. El vino para hablar en un hombre. Este hombre es el Hijo de Dios, Jesucristo. Que Dios viniera para hablar en este hombre significa que Dios vino para hablar en el Hijo, es decir, en la Persona del Hijo. La Persona del Hijo es Dios mismo. La característica principal de un hombre es la persona o la personalidad. En el hombre hay una persona, pero no se puede decir que en una persona hay un hombre. Esto quiere decir que, en Persona, Dios es uno con el Hijo. En el Hijo hay una Persona. La Persona del Hijo es el Padre. Esto es lo que damos a entender cuando decimos que Dios habla en la Persona del Hijo.
Hebreos 1:2 indica que en el Nuevo Testamento Dios habla en la Persona del Hijo, pero en el resto del libro de Hebreos, no hay ni un versículo que nos diga que el Hijo habla. La introducción del libro de Hebreos trata sobre el hablar de Dios en el Hijo, pero Hebreos 3:7 nos muestra que el Espíritu Santo es el que habla. En realidad, en el resto del libro de Hebreos el Espíritu es el que habla. Esto indica que Dios en el Hijo y el Hijo como el Espíritu es el que habla. Así que, la Trinidad divina es el que habla, como el Espíritu, quien es la consumación de la Trinidad divina en el libro de Hebreos. La Trinidad divina es Dios en el Hijo, y el Hijo como el Espíritu. En el libro de Hebreos el Padre habla en el Hijo como el Espíritu. También podemos decir que el Espíritu habla como el Hijo con el Padre. Hebreos nos dice que Dios habla en el Hijo, pero este libro también indica que el Espíritu habla. Por lo tanto, Dios habla en el Hijo como el Espíritu, y finalmente el Espíritu habla como el Hijo con el Padre.
EL HABLAR DEL ESPIRITU CONCERNIENTE AL CAMINO
PARA ENTRAR EN EL LUGAR SANTISIMO
El Espíritu Santo muestra, por medio del Lugar Santo y el Lugar Santísimo, que el camino al Lugar Santísimo aún no se había manifestado entretanto que el primer tabernáculo estuviese en pie (He. 9:8). El Espíritu Santo nos dice que cuando el antiguo tabernáculo estaba en pie, el camino para entrar al Lugar Santísimo aún no estaba abierto. Además, mediante esta ilustración, el Espíritu nos dice que el camino para entrar al Lugar Santísimo ha sido abierto y que el antiguo tabernáculo ha sido quitado. Hoy en día, no tenemos el antiguo tabernáculo sino el nuevo tabernáculo, es decir, Cristo. En el libro de Hebreos, el tabernáculo es Cristo, y hoy en día todas las ofrendas son Cristo. Cristo es hecho real como el Espíritu, así que cuando usted tiene al Espíritu, como un partícipe del Espíritu, usted tiene el tabernáculo y todas las ofrendas. El Nuevo Testamento es un libro de una Persona tan maravillosa e ilimitada, que reemplaza todo lo del Antiguo Testamento. Esta Persona no reemplaza a Dios ya que El es Dios mismo, sino que reemplaza a Moisés, a Aarón, el tabernáculo y todas las ofrendas, y Su pacto reemplaza al viejo pacto. Como el Espíritu eterno El es todo y está en todas partes y no es objetivo. Este Espíritu siempre es subjetivo dentro de nosotros. Este Espíritu eterno como la consumación del Dios Triuno procesado ha venido a ser nuestro disfrute eterno.
PARTICIPES DEL ESPIRITU
Hebreos 6:4 nos dice que los creyentes fueron hechos partícipes del Espíritu Santo. Esto nos muestra que somos los partícipes de una Persona maravillosa. El Espíritu Santo es Aquel que como el Hijo y con el Padre es la consumación del Dios Triuno. Somos los que participan de tal Persona. No solamente hemos recibido al Espíritu Santo, sino que ahora somos los participantes del Espíritu Santo. Mientras tengamos al Espíritu Santo, somos Sus participantes. El es un tesoro que no tiene precio.
Hebreos fue escrito para mostrar a los creyentes judíos que los creyentes en Cristo tienen a esta Persona maravillosa como un tesoro que es mucho más precioso que los ángeles, que Moisés, que Aarón y que el viejo pacto. Este tesoro es el Cristo todo-inclusivo. Sin embargo, en nuestra experiencia práctica, este Cristo todo-inclusivo es el Espíritu todo-inclusivo. Hebreos no nos dice que somos partícipes del Cristo todo-inclusivo, sino que somos partícipes del Espíritu Santo. El Espíritu es la consumación del Dios Triuno, y este Espíritu es el Dios Triuno que nos alcanza. Sin que el Padre sea el Espíritu, no puede alcanzarnos. Sin que el Hijo, Cristo, sea el Espíritu, no puede alcanzarnos. La llegada del Dios Triuno a nosotros es el Espíritu, el cual es la consumación del Dios Triuno. Este Espíritu es muy superior a los ángeles, muy superior a Aarón, y también es la realidad del nuevo pacto, el cual es muy superior al viejo pacto; somos los que participan de este Espíritu. Mientras seamos los participantes de este Espíritu, participamos y disfrutamos del Dios Triuno procesado con todas Sus riquezas.
EL ESPIRITU ETERNO
El libro de Hebreos nos dice que este Espíritu es el Espíritu eterno. Cristo como el sacrificio único se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno (He. 9:14). Este hecho garantiza, o sea, asegura la ofrenda de Cristo por la eternidad. Esta ofrenda efectuó la redención eterna debido a que es una ofrenda eterna. El Espíritu eterno ha hecho que la muerte de Cristo sea eternamente eficaz. Lo que Su muerte realizó abarca a todos los santos creyentes del Antiguo Testamento y a los creyentes del Nuevo Testamento incluyendo a usted y a mí. Aunque El murió en el Calvario hace casi dos mil años, y a muchas millas de nosotros, esa muerte es aplicable a nosotros y está disponible para nosotros debido a que esa muerte fue realizada mediante el Espíritu eterno. Su muerte es una muerte eterna que es aplicable y al mismo tiempo está disponible para todas las personas en cualquier lugar y en cualquier tiempo.
En Hebreos 9:14 vemos de nuevo a la Trinidad: Cristo, Dios y el Espíritu eterno. Que Cristo se ofreciera a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno es un gran misterio. Cristo, el Espíritu y Dios son uno. Sobre esta base podemos decir que el Dios Triuno se ofreció a Sí mismo como una ofrenda, mediante Sí mismo y a Sí mismo.
Hebreos 9:14 no dice que el Cristo eterno se ofreció a Sí mismo al Dios eterno mediante el Espíritu; sino que dice que Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. Esta ofrenda es eterna y real porque fue ofrecida mediante el Espíritu eterno. Hoy en día cuando tocamos al Espíritu tocamos esta ofrenda. Ya que somos partícipes del Espíritu también somos participantes de la ofrenda única, es decir, participantes de una redención eterna. Una vez que usted se ha hecho participante del Espíritu, participa de todo lo que está relacionado con el Espíritu.
Debemos darnos cuenta de que el Señor trabajó, obró y vivió en la tierra mediante el Espíritu eterno. Todo lo que el Señor realizó y experimentó en Su vivir, en Su trabajar y en Su obrar ha sido hecho eterno por el Espíritu eterno. Este Espíritu eterno es todo-inclusivo y nosotros somos los participantes de tal Espíritu. El es el Espíritu como el Hijo y con el Padre, y es la consumación del Dios Triuno procesado en la iglesia.
Nosotros los creyentes tenemos este Espíritu eterno y somos partícipes de este Espíritu. El abarca a Cristo, Dios, la vida eterna y la redención eterna. El abarca todo debido a que El es el Espíritu eterno mediante el cual el Dios Triuno se ofreció a Sí mismo como la ofrenda eterna para Sí mismo.
EL ESPIRITU DE GRACIA
Este libro también nos dice que el Espíritu es el Espíritu de gracia (He. 10:29). El término “Espíritu de gracia” simplemente indica que el Dios Triuno en el Hijo como el Espíritu viene a ser nuestro disfrute. El Espíritu es el Dios Triuno que nos alcanza. El Hijo no pudo entrar en nosotros hasta que llegó a ser el Espíritu. El estaba entre los discípulos, pero necesitaba pasar por la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante (Jn. 14:16-20; 1 Co. 15:45). Entonces El pudo soplarse a Sí mismo dentro de los discípulos como el Aliento Santo para su disfrute (Jn. 20:22).
Cuando la Biblia usa expresiones tales como el Espíritu de gracia, el Espíritu de vida y el Espíritu de realidad, esto significa que el Espíritu es la gracia, la vida y la realidad. Por lo tanto, cuando somos los participantes del Espíritu Santo, esto quiere decir que somos participantes del Espíritu Santo como gracia. El Espíritu Santo es nuestra posesión, y la gracia es nuestra posesión. Siempre es mejor orar: “Gracias Señor por otro día, un nuevo día, y te agradezco que tengo la gracia para vivirte hoy”. El Espíritu de gracia es el Espíritu eterno; por lo tanto, la gracia es eterna. La gracia que recibimos es la gracia eterna, la cual es el Espíritu eterno e ilimitado. Esta gracia es inagotable.
LA DEFINICION DE LA GRACIA
El Evangelio de Juan revela que Dios vino en la manera de encamación. La Palabra quien era Dios, se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia (Jn. 1:14). El himno 34 (100 Himnos Seleccionados) nos dice que la gracia en su mayor definición es disfrutar a Dios en el Hijo. La gracia es Dios en el Hijo para nuestro disfrute. A muchos de nosotros nos gusta comer bistec. El bistec es carne de res, y la carne es una porción pequeña de una vaca grande. La única manera de que esta vaca grande puede ser nuestro disfrute es por medio de ser procesada. Primero la vaca debe ser matada y después cortada en pedazos. Sin embargo, solamente cortarla no es suficiente. Estas piezas de bistec deben ser cocinadas. Después de un proceso tan largo, la carne de res llega a ser disponible para usted. De la misma manera, para que Dios sea nuestro disfrute en el Hijo, El tiene que estar procesado.
Hemos visto que la Palabra era Dios, y que este Palabra se hizo carne, lleno de gracia. Juan 1:17 nos dice que la ley fue dada por Moisés, pero que la gracia vino por medio de Jesucristo. Juan 3:16 nos dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. Dios nos ha dado un don único, y este don es nada menos que Su Hijo unigénito. Juan 3:16 está relacionado directamente con Juan 1:14. Dios nos dio a Su Hijo por medio de la encamación. Si Dios nunca se hubiera hecho hombre, ¿cómo podría habernos dado a Su Hijo? Dios nos dio a Su Hijo por medio de hacerse hombre. En realidad Juan 1:14 explica a Juan 3:16, y Juan 3:16 define a Juan 1:14. Al comparar estos dos versículos, obtenemos el entendimiento correcto del hecho divino de que Dios se ha dado a Sí mismo en la Persona del Hijo por medio de la encarnación. Aunque el Hijo es este don, antes de que le recibamos, El no es la gracia para nosotros. Cuando le recibimos, inmediatamente llega a ser la gracia.
Supongamos que alguien le da como regalo un pastel de queso. El pastel de queso es un regalo de queso. Podría decirse que la “persona” del pastel de queso es el queso. Este queso nos es dado en la forma de un pastel. Jesucristo era la forma, es decir, el “pastel”. La persona de este pastel es Dios. Dios se dio a Sí mismo en la Persona de Su Hijo como un regalo para nosotros por medio de hacerse hombre. El pastel de queso es un regalo maravilloso pero no puede llegar a ser nuestro disfrute a menos que lo comamos. Cuando lo comemos, éste llega a ser nuestro disfrute. Dios en el Hijo es solamente un “regalo”, todavía no es la gracia. Cuando usted disfruta este “regalo”, ya no es solamente un “regalo” sino que es gracia. Antes de disfrutarse, el pastel de queso es un regalo, pero después que usted lo disfruta, el pastel de queso se convierte en gracia. Después que lo comemos, el regalo se convierte en gracia, o sea, en el disfrute. El regalo se ha transfigurado en gracia.
EL DADOR, EL DON Y EL DISFRUTE
En Juan 1:1 vemos a Dios, y en Juan 1:14 vemos la Palabra, quien es Dios hecho carne. El Hijo en Su humanidad es la carne. En Juan 1:17 vemos que la gracia vino por medio de Jesucristo. La gracia es el disfrute del don. El dador era Dios, el don era el Hijo y el disfrute es la gracia. Juan 1:1, 14 y 17 revelan a la Trinidad divina. El Padre es el dador, el Hijo es el don y el Espíritu es el don aplicado y disfrutado, o sea, la gracia (Hch. 2:38; 10:45; He. 10:29). Juan 3:16 nos dice que Dios dio a Su Hijo. Esto nos muestra que Dios es el dador y que el Hijo es el don. Juan 3:34 también nos dice que el Hijo, quien es el don, da el Espíritu sin medida. El dador da el don, y el don da el Espíritu. Esto es el disfrute. También, en Juan 15:26 el Señor nos dice que El enviará al Consolador “de y con” (gr.) el Padre. El Hijo envía al Espíritu como el Consolador de y con el Padre, y el Consolador procede de y con el Padre hacia nosotros. En este versículo vemos que el Padre es la fuente como el dador y el Hijo como el don es el segundo dador. El Consolador, es decir, el Espíritu, es Aquel que es nuestro disfrute, y este disfrute es la gracia.
Primera Corintios 1:2 se refiere a “todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Esto simplemente quiere decir que este mismo Cristo es de ustedes y es mío. ¡Esto es maravilloso! Si usted comprara una casa, le gustaría decir a sus amigos que es de usted. Que una casa tan grande en realidad sea suya tal vez le haría sentirse estar en la gloria. Sin embargo, ¿se ha dado cuenta alguna vez de que en el universo usted tiene una Persona que es suya? Necesitamos invocar el nombre del Señor Jesucristo quien es suyo y quien es mío. A un bebé pequeño solamente le interesa su madre. A los bebés no les interesan las mansiones, los automóviles, los diamantes ni el oro. Mientras un bebé tenga a su madre, todo está bien para él. Ni siquiera le importa mucho donde esté, siempre y cuando la madre esté allí con él. Como cristianos necesitamos ser como pequeños bebés a quienes sólo nos importe Cristo.
Todos necesitamos decir con alegría, con triunfo y con regocijo: “¡Jesús es mío!” Todos conocemos el conocido himno familiar que dice: “Que garantía, mío es Jesús; ¡gloria divina, qué rico sabor!” El coro de este himno dice: “Esta es mi historia y mi canción, siempre alabando al Salvador” (100 Himnos Seleccionados, #24). No estamos alabando al Salvador por una buena casa ni por un automóvil costoso ni por una mansión celestial con calles de oro y puertas de perlas. Alabamos al Señor durante todo el día por el hecho de que Jesús es nuestro. Nosotros somos los que invocamos el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, Señor de ellos y nuestro. Para entender plenamente 1 Corintios 1:2 usted necesita Juan 1:1, 14 y 17; Juan 3:16 y 34 y Juan 15:26. Además, 1 Corintios 1:9 nos dice que fuimos llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. La palabra griega para comunión significa participación mutua, o sea, participación común. Dios nos ha llamado para entrar en la participación de Su Hijo. Hasta podemos decir que Dios nos ha llamado al disfrute de Su Hijo.
En 1 Corintios 15:45 vemos que “el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante”. Juan 1:14 nos dice quién es el postrer Adán. La Palabra que era Dios se hizo carne, y esta carne es el postrer Adán. El postrer Adán es el postrer Hombre en la carne. Esta persona, quien era el postrer Adán en la carne, llegó a ser el disfrute, debido a que El fue hecho un Espíritu vivificante. Este Espíritu no es el dador, sino el don disfrutado, es decir, el disfrute. Dios es el dador, el Hijo es el don y el Espíritu es el disfrute.
El problema básico entre muchos de los cristianos de hoy es que ellos sólo tienen al dador y al don. Ellos no experimentan al Espíritu como su disfrute. Es posible que nosotros los cristianos nos reunamos para adorar a Dios y alabar al Señor sin el Espíritu. Si éste es el caso, adoramos en una condición muerta, y oramos no en vida sino en muerte. Como cristianos creemos en Jesucristo y adoramos a Dios, pero debemos preguntarnos si hemos saboreado o no del Dios Triuno. Por ejemplo, un pastel de queso es maravilloso, pero ¿lo ha comido usted? ¿lo ha probado? ¿ha llegado a ser su disfrute? Si usted nunca lo ha comido, usted tiene el pastel de queso en vano. Todos nosotros debemos ver que tenemos que venir al Espíritu. El Hijo de Dios no es una Persona separada del Espíritu; más bien, el Espíritu es la transfiguración del Hijo. El Hijo es la corporificación del Dios Triuno y el Espíritu es la consumación del Dios Triuno. Esto quiere decir que el Dios Triuno ha sido consumado en este Espíritu para nuestro disfrute.
Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, no obtenemos ni al Hijo ni al Padre directamente. Cuando invocamos el nombre del Señor obtenemos al Espíritu. Todos podemos testificar que cuando invocamos “¡Oh Señor Jesús!”, obtenemos al Espíritu. Ya sea que nos arrepintamos o alabemos, el principio es el mismo. Podemos decir: “Oh Señor Jesús, me arrepiento de mis pecados” o “Señor Jesús, te alabo”. El punto es que cada vez que le invocamos, obtenemos al Espíritu, y el Espíritu es la Persona del Señor Jesús. Si llamo el nombre de cierta persona, vendrá a mí, si esa persona es real. Cuando llamamos al Señor Jesús, el Espíritu viene porque el Espíritu es la Persona de Jesús. Aun en 1 Corintios podemos ver que Dios nos dio a Cristo como nuestra porción, y que fuimos llamados por Dios al disfrute de esta Persona. El mismo disfrute de esta Persona es el Espíritu. Esta Persona era el postrer Adán, y este postrer Adán finalmente fue hecho el Espíritu vivificante.
Las naranjas no pueden comerse enteras. Primero la naranja tiene que ser cortada en partes y luego estas partes se ponen en la boca. Cuando la boca mastica las partes, éstas se convierten en jugo de naranja para entrar en la persona que las come. Podemos considerar a Dios como una naranja grande y a Cristo como las partes de la naranja. El jugo es el Espíritu. El jugo de la naranja es el extracto de la naranja, y el extracto de la naranja es el “espíritu” de la naranja. De la misma manera, el Espíritu de Dios es el extracto de Dios. Cuando tenemos al Padre, es como si tuviésemos una naranja grande. Cuando creemos en el Hijo, es como si tuviésemos muchas partes de naranja que aún están fuera de nosotros. Cuando recibimos estas partes dentro de nosotros como jugo, obtenemos el disfrute. Esto es la experiencia del Espíritu que todos debemos tener. El Cristo todo-inclusivo como la herencia, o sea, la porción de los santos (Col. 1:12) se convierte en nuestro disfrute como el Espíritu.
Ya hemos visto que en el libro de Hebreos Dios habla en el Hijo y que finalmente el que habla en realidad es el Espíritu. Además, conforme a nuestra experiencia hay otro versículo en el libro de Hebreos que es más excelente y maravilloso que Juan 3:16; este versículo es Hebreos 6:4. Juan 3:16 nos dice que Dios nos amó y nos dio a su Hijo unigénito para que tuviéramos vida eterna. Esto es maravilloso, pero Hebreos 6:4 nos dice que fuimos hechos partícipes del Espíritu Santo. Este versículo no nos dice que somos partícipes de bendiciones materiales, tales como buenas casas, grandes títulos universitarios, o altas posiciones. Nosotros los creyentes somos participantes del Espíritu Santo. El Espíritu es la totalidad, la suma total, el agregado, la consumación, del Dios Triuno. ¡Todos necesitamos ver que fuimos hechos participantes del Espíritu Santo, quien es la totalidad del Dios Triuno!
SIN INSULTAR AL ESPIRITU DE GRACIA
Hebreos 10:29 nos advierte que no insultemos al Espíritu de gracia. Efesios 4:30 nos dice que no contristemos al Espíritu Santo de Dios, lo cual significa entristecerle al desobedecerle. Sin embargo, insultar, despreciar, poner a un lado, pasar por alto o desatender al Espíritu es más serio. Ninguno de nosotros debe hacer esto. Todos necesitamos experimentar al Espíritu como la totalidad del Dios Triuno para nuestro disfrute.
AMOR, GRACIA Y COMUNION
En 1 Corintios vimos que Cristo es nuestro y que fuimos llamados a participar de esta porción, que como el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante. La conclusión de la segunda Epístola de Pablo a los Corintios dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (13:14). El amor, la gracia y la comunión están totalmente relacionados con la Trinidad divina. El amor es la fuente misma, la sustancia o esencia misma de la gracia. Esto es como el queso que es la esencia del pastel de queso. El amor es la esencia de la gracia de Cristo, y la comunión del Espíritu es el disfrute. El amor es la esencia de la gracia, la gracia llega a ser nuestro disfrute, y este disfrute es la comunión. El amor está con el Padre quien es la fuente, la gracia está con el Hijo quien es el curso, y el disfrute está con el Espíritu quien es la consumación misma.
GRACIA CON NUESTRO ESPIRITU
Finalmente, Filemón 25 dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. Este versículo no nos dice que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con nuestra mente fuerte, nuestra voluntad fuerte o nuestras emociones fluctuantes. La gracia del Señor Jesucristo está con nuestro espíritu. Este versículo prueba que la gracia del Señor debe de ser el Espíritu, debido a que está con nuestro espíritu. Dios es Espíritu y los que le adoran, deben adorarle en Espíritu (Jn. 4:24). Solamente nuestro espíritu puede participar del Espíritu. Por ejemplo, no puedo disfrutar un pastel de queso solamente mirándolo u oliéndolo. Ni tampoco puedo disfrutar el pastel de queso por medio de hacer investigaciones científicas, para hallar las vitaminas, los ingredientes y los elementos del pastel de queso. La única manera de disfrutar el pastel de queso es usar mi boca para comerlo. De la misma manera, necesitamos usar nuestro espíritu para disfrutar la consumación del Dios Triuno. ¡La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu! Dios es el dador, el Hijo es el don y el Espíritu es el disfrute en nuestro espíritu.
EL ESPIRITU QUE ANHELA CELOSAMENTE
Jacobo 4:5 dice que el Espíritu que mora en nosotros “nos anhela celosamente”. Jacobo menciona al Espíritu residente de Dios de una manera negativa concerniente a la abolición de la amistad con el mundo. Este Espíritu residente siempre se pone celoso cuando nos ve amando algo que no sea Dios. Cuando usted ama al mundo o a cualquier cosa material fuera de Dios, el Espíritu residente se encela. El, tal como un esposo, anhela verlo a usted amando a Dios de una manera absoluta. Cuando un esposo ve a su esposa amando a otra persona que no sea él, este esposo anhela celosamente. Dios como el Espíritu residente es nuestro Esposo y anhela celosamente cuando ve que amamos algo, alguien o alguna cosa fuera de El. Esto requiere que acabemos con cualquier cosa que amemos que no sea Dios. La palabra “morar” en Jacobo 4:5 también puede traducirse “hacer su hogar”. El Espíritu residente hace Su hogar en nosotros para ocupar todo nuestro ser (cfr. Ef. 3:17) para Dios, haciendo que seamos totalmente para nuestro Esposo.