Estudio-vida de Hebreos, Mensaje 58

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE CINCUENTA Y OCHO

EL COMER Y EL MANÁ

En este mensaje hablaremos del maná que se encontraba en la urna de oro (He. 9:4).

EL COMER ES UN TEMA BÁSICO EN LA BIBLIA

Si hemos de entender lo que significa el maná, esto es, el maná que estaba en la urna de oro, es preciso que primero entendamos un concepto básico en la Biblia, un concepto que la mayoría de los cristianos hasta ahora no ha captado. Después de que Dios creó al hombre, no hizo nada con él, ni le ordenó que hiciera nada para Él. De acuerdo con Génesis 1 y 2, el requisito indispensable para vivir en la presencia de Dios era comer del alimento adecuado. En la presencia de Dios lo único que cuenta es qué comemos y cómo comemos. Por consiguiente, comer en la Biblia es un concepto básico en cuanto a nuestra relación con Dios. Dios creó todas las cosas, incluyendo al hombre. Si Él es capaz de formar los cielos, la tierra y billones de cosas más, ¿habrá algo que Él no pueda hacer? Para Él es muy fácil hacer cualquier cosa. De hecho, ni siquiera tiene que hacer nada, pues simplemente por medio de Su palabra todo lo que Él desea llega a existir. No obstante, hay algo que Dios no puede hacer: Él no puede comer por nosotros. Aunque una madre es capaz de hacer muchas cosas por sus hijos, no puede comer por ellos. Ellos tienen que comer por sí mismos. En cuanto a nuestra relación con Dios se refiere, lo más básico es comer adecuadamente.

NECESITAMOS COMER PARA RECIBIR
EL SUMINISTRO DE VIDA
Y OBTENER LA REDENCIÓN

En Génesis 2, el comer estaba relacionado con el árbol de la vida, y después de que el hombre cayó, Dios intervino para redimirlo. Sin embargo, cuando Dios introduce la redención en Éxodo 12, el comer ya no está relacionado solamente con el árbol de la vida, pues la necesidad ya no es solamente la de recibir el suministro de vida, sino la de obtener la redención. En Éxodo 12 se les instruyó a los hijos de Israel que comieran un cordero. El árbol de la vida pertenece a la vida vegetal, y el cordero, a la vida animal. Un árbol no tiene sangre, pero un cordero sí. En la Biblia, la sangre tiene como finalidad la redención. En la época del éxodo, los hijos de Israel untaron la sangre en los postes de sus casas para ser redimidos, y comieron del cordero para recibir el suministro de vida. De manera que el comer en la primera etapa tenía como fin brindar al hombre el suministro de vida, mientras que en la segunda etapa, tenía como finalidad efectuar la redención y proveer el suministro de vida.

DEBEMOS COMER LA CARNE DEL SEÑOR
Y BEBER SU SANGRE

Durante los años que estuvieron los hijos de Israel en el desierto se alimentaron del maná. Puesto que el maná no contenía sangre, no estaba relacionado con la redención sino con el suministro de vida. ¿Cómo pudieron los hijos de Israel subsistir y andar por el desierto durante los cuarenta años que estuvieron allí? Ellos subsistieron y pudieron andar de un lugar a otro, gracias al maná que comían diariamente. En el capítulo seis de Juan, el Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (v. 35). Esto perturbó a los judíos. Luego, el Señor Jesús añadió: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros” (v. 53). En este capítulo el Señor primero dijo que Él era el pan de vida, y más adelante añadió que debíamos beber Su sangre. ¿Cómo podía el pan tener sangre? Porque este pan incluye no solamente la vida vegetal, sino también la carne del cordero. En Juan 6:51 el Señor declaró: “El pan que Yo daré es Mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo”. El pan pertenece a la vida vegetal y sólo sirve como alimento; la carne pertenece a la vida animal, y no solamente alimenta, sino que también redime. Antes de la caída del hombre, el Señor era el árbol de la vida (Gn. 2:9), cuyo único fin era alimentar al hombre. Después de que el hombre cayó en el pecado, el Señor llegó a ser el Cordero (Jn. 1:29), cuyo fin no es solamente alimentar al hombre, sino también redimirlo (Éx. 12:4, 7-8).

NECESITAMOS SEGUIR COMIENDO

Quisiera recalcar una vez más que después que Dios creó al hombre, e incluso después de redimirlo, el concepto básico en cuanto a permanecer en la presencia de Dios estaba relacionado con el comer. Es por eso que tenemos que prestar mucha atención a este asunto. No trate de aprender muchas cosas; simplemente siga comiendo y alimentándose adecuadamente en la presencia del Señor. Yo fui cristiano por más de treinta años antes de tener alguna noción sobre el comer espiritual. Nunca me hablaron de este tema. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de entrar en la vida de iglesia, nunca llegamos a oír que podíamos comer a Jesús. Sin embargo, la Biblia habla de principio a fin acerca del tema del comer. La Biblia comienza y concluye diciéndonos que debemos comer del árbol de la vida (Ap. 2:7, 22:1-2, 14).

EL TEMA DEL COMER EN EL LIBRO DE HEBREOS

Como ya hicimos notar, el libro de Hebreos en su totalidad gira en torno a Cristo como el Ministro celestial con Su sacerdocio real y divino. Como nuestro Ministro celestial, Su principal tarea consiste en ministrarnos al Dios Triuno como nuestro suministro. Él ahora nos está ministrando tal maravilloso suministro, no desde el atrio, sino desde el Lugar Santísimo; es decir, no desde la cruz, sino desde el trono de la gracia. Hemos visto que el libro de Hebreos nos hace un llamado a acercarnos al Lugar Santísimo, al trono de la gracia y a Dios mismo. En el Lugar Santísimo no nos reunimos alrededor de la cruz para ser redimidos, sino alrededor del trono de la gracia para recibir el suministro de vida. Es allí donde disfrutamos a Cristo como nuestro Melquisedec, quien nos ministra pan y vino como nuestra provisión de vida. Esto también está absolutamente relacionado con el comer. Por lo tanto, este libro nos lleva del atrio al Lugar Santísimo, donde se encuentra un mueble muy especial: el Arca del Testimonio, que representa a Cristo. En el Lugar Santísimo lo único que encontramos es el Cristo todo-inclusivo. Aparentemente, Él es sólo un elemento, el Arca del Testimonio. Pero cuando le experimentamos como el Arca, vemos que no es solamente un elemento, sino tres: la urna de oro que contenía el maná, la vara que reverdeció y la ley de vida.

Estos tres elementos son como el meollo del meollo. Una vez que entramos al tabernáculo, de inmediato nos encontramos en el Lugar Santo, donde todo en cierto modo sigue siendo externo. Luego, después que cruzamos el segundo velo, nos hallamos en la cámara interior del tabernáculo, llamada el Lugar Santísimo. El Lugar Santísimo es el corazón o centro del tabernáculo. Pero dentro del Lugar Santísimo está el Arca del Testimonio, y dentro del Arca tenemos la urna de oro con el maná, la vara que reverdeció y la ley de vida. Ya que todos estos elementos estaban dentro del Arca que estaba en el Lugar Santísimo, podemos decir que son el meollo del meollo, o el centro del centro.

Cuando experimentamos el primero de estos tres elementos, la urna de oro que contenía el maná, descubrimos algo aún más profundo. Después de haber atravesado cuatro “capas”, la capa del tabernáculo, la capa del Lugar Santísimo, la capa del Arca del Testimonio y la capa de la urna de oro, finalmente llegamos a tener contacto con el maná. Una vez tenemos contacto con el maná, hemos llegado verdaderamente a casa. Si solamente hemos llegado al Lugar Santísimo pero no nos hemos alimentado del maná que está en la urna de oro, aún no hemos llegado a casa. Ni siquiera basta tener contacto con el Arca del Testimonio. El tabernáculo existe por causa del Lugar Santísimo, el Lugar Santísimo existe por causa del Arca, el Arca existe por causa de la urna de oro y, por último, la urna de oro existe por causa del maná escondido. En Apocalipsis 2:17 el Señor Jesús dijo: “Al que venza, daré a comer del maná escondido”. ¿Dónde se encuentra el maná escondido? Dentro de la urna de oro que está dentro el Arca, la cual a su vez está en el Lugar Santísimo. El meollo principal y más viviente de todos es el maná escondido. El Señor Jesús prometió a Sus vencedores que les daría a comer del maná escondido.

EL SIGNIFICADO DEL MANÁ

Antes de aprender a comer del maná escondido, primero debemos entender qué es el maná. La palabra maná significa “¿Qué es esto?” (Éx. 16:15). El maná que los hijos de Israel comieron en el desierto no era nada parecido a lo que ellos habían comido anteriormente; antes bien, era completamente distinto de cualquier otro alimento terrenal. No era ni trigo, ni maíz, ni cebada. Cuando el pueblo lo vio, preguntó: “¿Qué es esto?”. En Números 11 se menciona el maná en contraste con los alimentos que solían comer los hijos de Israel. En Números 11:5-6 dice: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos. ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos!”. Aquí se mencionan los puerros, las cebollas y los ajos. Los hijos de Israel conocían bien estos alimentos, pero no sabían lo que era el maná. En color, forma, aspecto, sabor y en todo otro sentido el maná era absolutamente distinto de todos los alimentos que habían visto antes. Así que, lo único que pudieron hacer fue preguntarse: “¿Qué es esto?”. Era como si dijeran: “¿Qué es esto? No es pescado ni puerros, no es cebolla ni ajos. ¿Es esto de origen animal o vegetal? No se parece a ninguna otra cosa”. No había palabras humanas que pudieran explicar lo que era el maná. El maná era simplemente maná. El maná significa: “¿Qué es esto?”. Todo el mundo sabe lo que son las cebollas, pero cuando se trata del maná, lo único que uno puede preguntarse es: “¿Qué es esto?”. Así que el maná simplemente significa: “¿Qué es esto?”.

El maná es un tipo de Cristo. ¿Qué es Cristo? Cristo es “¿Qué es esto?”, pues Él es extraordinario. Él es tan especial que no se puede comparar con nada.

LOS DISTINTOS ASPECTOS RELACIONADOS
CON EL MANÁ

El maná descendía con el rocío

Ahora examinemos los distintos aspectos del maná descritos en el Antiguo Testamento. En Números 11:9 dice: “Cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él”. El maná siempre desciende en la madrugada junto con el rocío. ¿Qué significa el rocío? Salmos 133:3 dice: “Como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sión”. En la Biblia el rocío significa que Dios en Su gracia nos visita desde los cielos. Cuando Dios desciende de los cielos para visitarnos como gracia, Él es tan precioso y refrescante como el rocío. El hecho de que el maná siempre descienda con el rocío quiere decir que Cristo mismo, quien es nuestro maná actual, siempre viene con la gracia, es decir, con el Dios que nos visita como gracia desde los cielos. Cada vez que tenemos contacto con Cristo como nuestro suministro de vida, sentimos en lo más profundo que los cielos mismos han venido a nosotros de una manera suave y refrescante. El rocío desciende tan suavemente que no nos perturba, sino que nos refresca. Mientras disfrutamos a Cristo como nuestro maná, tenemos la sensación de que el cielo ha descendido para visitarnos, traernos el rocío y refrescarnos.

El maná era pequeño

Éxodo 16:14 describe el maná como “una cosa menuda, redonda, menuda como escarcha sobre la tierra”. Aunque se han escrito muchos himnos que alaban a Cristo por Su grandeza, también debemos alabarle por Su pequeñez. La Biblia nos dice que el maná era pequeño pero no nos da sus dimensiones exactas. Así pues, aunque el maná era pequeño, no sabemos cuáles eran sus medidas, no podemos decir cuán pequeño era. De igual modo, tampoco podemos saber de qué tamaño es Cristo. Nuestro Cristo no tiene medida. Nada es más pequeño ni más grande que Él. Él es lo más pequeño y también lo más grande. Nada puede excederle en tamaño. ¿Quién puede medir la grandeza o la pequeñez de Cristo?

El maná era redondo

También se nos dice que el maná era redondo (Éx. 16:14). Esto en tipología significa que el maná es eterno, sin principio ni fin. Cristo es el alimento eterno que tiene una naturaleza eterna y, como tal, es capaz de nutrirnos eternamente sin limitación alguna. Todo aquel que le coma, tendrá la vida y la naturaleza eterna, y será nutrido eternamente.

El maná era como escarcha

El maná era como escarcha (Éx. 16:14), la cual no es ni rocío ni nieve. El rocío es refrescante, pero no tanto como la escarcha. El rocío nos refresca pero no mata los microbios. La escarcha, en cambio, sí elimina todos los microbios. Cristo como el maná no sólo nos refresca, sino que también elimina todo lo negativo en nuestro ser. Él viene con el rocío, y desciende como escarcha. Cada vez que experimentamos a Cristo como nuestro suministro, sentimos que el cielo mismo ha descendido para visitarnos y refrescarnos. Mientras disfrutamos de este rocío y somos refrescados, también percibimos que son eliminados los elementos negativos que están en nosotros, tales como nuestras actitudes negativas. Me gusta mucho ser refrescado y purificado por esta escarcha. Si dos hermanos están disgustados entre sí, eso significa que necesitan de la acción aniquiladora de la escarcha.

La escarcha no sólo mata los elementos negativos que están en nosotros, sino que también nos enfría. Aunque los jóvenes aman al Señor, a veces son muy fervientes por los deportes. Cuando no pueden ir a un partido de fútbol, al menos tratan de verlo por televisión. Si en el momento en que ellos están más fervorosos por el partido ellos tocan a Cristo, la “escarcha” vendrá y los enfriará. A otros hermanos y hermanas les encanta charlar, y hablan palabras vanas acerca de cualquier tema. Cuando hablamos de esta manera, estamos “afiebrados”; pero apenas tocamos a Cristo, la “escarcha” viene y nos enfría. Los hermanos y hermanas de edad avanzada también necesitan que la “escarcha” los enfríe. Aunque estas hermanas aman a sus esposos, si los esposos nos hablaran con franqueza, dirían que a menudo sus esposas son insoportables. Tampoco las hermanas ancianas son capaces de soportar a sus esposos, especialmente después que estos se jubilan. Pareciera que los hermanos jubilados no encuentran nada mejor que hacer que fastidiar a sus esposas. Esto nos muestra que aun los hermanos más ancianos necesitan ser enfriados. Cuanto más avanzamos en edad, más insoportables nos volvemos. Por lo tanto, todos necesitamos que la “escarcha” enfríe nuestro enojo. En cierto sentido, esta escarcha es nuestra “nevera espiritual”. El Cristo que mora en nosotros y nos nutre, es también la escarcha que nos enfría.

El maná era blanco

El maná que descendía en el desierto era blanco (Éx. 16:31). Esto significa que era limpio y puro. No existe comida terrenal que sea tan blanca como el maná. El maná es el alimento más puro. Cuanto más comemos de Cristo y participamos de Él como nuestro maná, más somos emblanquecidos. Además de ser limpiados y purificados, somos emblanquecidos. Ser emblanquecido significa estar libre de toda mancha. A medida que nos alimentamos de Cristo, son eliminadas todas nuestras manchas. Aunque podemos ser buenos en ciertos aspectos, es posible que no seamos completamente “blancos”. Tal vez seamos amorosos, pero nuestro amor no es “blanco”, sino de algún otro color. Asimismo, nuestra humildad tampoco es blanca. De hecho, ninguna de nuestras virtudes humanas es blanca; todas ellas son de algún color. Pero cuanto más tomamos a Cristo como nuestra provisión diaria, más desaparecerá nuestro color, y más blancos seremos.

Un excelente alimento chino es el pepino de mar. Pero, debido a que es de color negro, los hermanos norteamericanos no se atreven a comerlo. Aunque he hecho lo posible por convencerlos de que lo coman, ellos temen comerlo por su color. En cambio, el maná es blanco y no provoca ningún temor. Por el contrario, nos da una sensación de paz.

El maná se comía como pan,
torta u hojuelas

El maná se comía como pan (Éx. 16:15), como torta (Nm. 11:8) y como hojuelas (Éx. 16:31). Como nuestro maná, Cristo tiene distintos aspectos y nos nutre de diversas formas. Cuando le comemos como nuestro maná, algunas veces tiene el sabor del pan, otras veces el sabor de una torta, y otras veces el sabor de hojuelas delgadas, fáciles de comer y digerir.

El maná era semejante
a la semilla de culantro

El maná era también como semilla de culantro (Éx. 16:31; Nm. 11:7). Este alimento es una semilla. Cuando comemos a Cristo, Él entra en nosotros como una semilla. El culantro, a diferencia del maíz, es una semilla muy pequeña. Una semilla está relacionada con la vida, la cual introduce el elemento vital en nuestro ser. Como tal semilla, Cristo crecerá en nosotros.

El sabor del maná
era como de hojuelas con miel

Éxodo 16:31 nos dice que el sabor del maná era como de hojuelas con miel. La miel es dulce y es producida por dos clases de vida: la vida animal y la vegetal. En la miel se combinan estas dos clases de vida. Las abejas que producen miel reciben el suministro de las flores, esto es, de la vida vegetal. Como nuestro maná, Cristo posee un elemento que proviene de la mezcla de la vida animal y la vida vegetal, el cual llega a ser un alimento dulce para nosotros.

El sabor del maná
era como sabor de aceite nuevo

En Números 11:8 leemos que el sabor del maná “era como sabor de aceite nuevo”. El aceite tipifica al Espíritu Santo. Cuando comemos a Cristo como nuestro maná, gustamos al Espíritu de Dios. El aceite aquí es aceite nuevo. El Espíritu que probamos cuando disfrutamos a Cristo como nuestro maná es siempre nuevo. El sabor de Cristo como nuestro maná es como el sabor de aceite nuevo y de miel dulce y nutritiva.

El maná era semejante al bedelio

Números 11:7 dice, según el original en hebreo: “Era el maná como semilla de culantro, y su ojo como ojo de bedelio”. Este versículo es muy difícil de traducir apropiadamente. Algunas versiones, como la Versión King James, dicen que el color del maná era como el color del bedelio. El bedelio es una perla que produce la resina de un árbol, y se asemeja mucho a una perla producida por una ostra. Así que el color del maná era como el color del bedelio. Otras versiones usan la palabra “aspecto” en lugar de la palabra “color”. Sin embargo, la palabra hebrea usada aquí es “ojo”. Así que, el maná tenía un ojo, porque su aspecto era como el de un ojo. Una perla también se asemeja un poco a un ojo. Si usted observa una perla, verá que se asemeja a un globo ocular. Un globo ocular es como una perla, especialmente en su color. En otras palabras, el bedelio tiene el aspecto y el color de un ojo.

Cuando comemos el maná, comemos muchos ojos, y todos estos ojos entran en nosotros. Al igual que el maná, Cristo también se asemeja a un ojo. Cuanto más comamos a Cristo, más ojos tendremos. Los cuatro seres vivientes mencionados en Apocalipsis 4:6 estaban “llenos de ojos delante y detrás”. Tanto delante y detrás, como por dentro y por fuera, ellos estaban llenos de ojos. Si usted observa un invernadero, se dará cuenta que ninguna de sus paredes es opaca. Antes bien, es transparente por todos lados. El ojo denota transparencia. Con la excepción de nuestros ojos, que son transparentes, el resto de nuestro cuerpo es opaco. Si no tenemos a Cristo, carecemos de ojos y somos completamente “opacos”. Cuando fuimos salvos, empezamos a hacernos transparentes. Ahora, cuanto más disfrutamos a Cristo, más transparentes seremos. Siempre que estamos con un hermano que realmente disfruta a Cristo, percibimos que es una persona transparente. Estar con él es como estar en un invernadero diáfano y transparente. No obstante, aquellos que no disfrutan al Señor son personas totalmente opacas. Si usted está en compañía de cuatro personas así, sentirá que se halla en un calabozo, encerrado entre paredes opacas. En cambio, si usted está en compañía de varios hermanos que aman al Señor y se alimentan de Él, sentirá que todo es transparente. Al igual que el maná, Cristo es absolutamente transparente. Cuando le comemos, comemos ojos y llegamos a ser personas transparentes.

Esta transparencia finalmente llegará a ser nuestro aspecto. Si disfrutamos a Cristo día tras día, comiéndole como a Él como ojo, tendremos el aspecto de Cristo, es decir, el aspecto de un ojo, y este aspecto llegará a ser nuestro color. A medida que comemos a Cristo, adquirimos el color de Su transparencia. Así, Su transparencia llega a ser nuestro aspecto y nuestro color.

No había legalismos
en cuanto a cómo debía comerse el maná

Por último, vemos que no hay legalismos en cuanto a la manera en que podemos comer a Cristo como el maná. En Números 11:8 dice: “El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas”. Como el maná, Cristo puede ser molido, majado en un mortero o cocido en una caldera. No existen normas preestablecidas de cómo comerlo. Sin embargo, la mayoría de los cristianos son muy legalistas al respecto. Por ejemplo, si usted experimenta a Cristo de cierta manera, tiende a hacer de esa manera la norma. No obstante, Cristo le diría: “Para ti, yo soy harina molida, pero otros prefieren majarme. A Mí también me parece bien que me majen en un mortero. Incluso hay otros que me cuecen y me ponen en una caldera, lo cual también me parece bien. ¿Por qué eres tú tan estrecho y legalista al respecto?”.

Qué relato tan maravilloso el que encontramos en la Biblia con respecto al maná. Si nos preguntan qué es, simplemente debemos decir que es maná. El maná desciende con el rocío y es como escarcha que cae sobre la tierra. Es pequeño, redondo, blanco y semejante a la semilla de culantro. Puede comerse como pan, torta u hojuelas; tiene el sabor de la miel y de aceite nuevo; y su aspecto es como el de un ojo. Aunque tal vez hayamos leído muchas veces Éxodo 16 y Números 11, es probable que nunca hubiéramos notado todos estos detalles acerca del maná. Necesitamos comer más “ojos” para tener una visión muy transparente.