El Espíritu en las epístoles, Capitulo 10

El Espíritu en las epístoles

CAPÍTULO DIEZ

HEBREOS: EL ESPÍRITU DE GRACIA

EL ESPÍRITU QUE HABLA

La Epístola a los Hebreos primero nos muestra que el Espíritu Santo es el Espíritu que habla. Hebreos 3:7-8 dice: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: ‘Si oís hoy Su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la prueba en el desierto’”. El Espíritu Santo aquí es un término muy enfático; según el griego, es “el Espíritu el Santo”. Por tanto, lo que el Espíritu Santo habla aquí en el libro de Hebreos es diferente de lo que el Espíritu habla en 1 Timoteo 4:1. Lo que el Espíritu dice allí en 1 Timoteo 4:1 no es una cita del Antiguo Testamento, sino la sensación de que nos transmite el Espíritu en nuestro espíritu, mientras que aquí en Hebreos el Espíritu Santo habla al citar las palabras del Antiguo Testamento.

Hebreos 9:8 dice: “Dando el Espíritu Santo [lit., el Espíritu el Santo] a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, mientras el primer tabernáculo estuviese en pie”. De nuevo vemos que el Espíritu Santo usa una figura del Antiguo Testamento. Todo lo que habla “el Espíritu el Santo”, todo lo que es puramente la palabra que Dios habla, es una cita del Antiguo Testamento. Por consiguiente, es el Espíritu objetivo que habla las palabras del Antiguo Testamento de manera objetiva. Sin embargo, la palabra dada en 1 Timoteo 4:1 es una palabra subjetiva; es el sentir que nos da interiormente el Espíritu, quien se ha mezclado con nosotros como un solo espíritu.

Hebreos 10:15-16 dice: “Nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: ‘Éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor’”. Nuevamente, ésta es una cita del Antiguo Testamento. Éste es el hablar objetivo del Espíritu Santo, no el subjetivo; el Espíritu que habla una palabra objetiva. En 1 Timoteo 4:1, sin embargo, cuando el Espíritu subjetivo habla en nosotros una palabra subjetiva, no cita el Antiguo Testamento. ¿Ven la diferencia? Siempre que se nos habla la palabra objetiva, es “el Espíritu el Santo” quien habla a nosotros. Siempre que se nos habla una palabra subjetiva, es el Espíritu Santo mezclado con nuestro espíritu como un solo espíritu —el espíritu subjetivo— quien habla. Tal hablar es un sentir que percibimos en lo profundo de nuestro ser, y no una cita ni una figura tomada del Antiguo Testamento.

A diferencia de las otras Epístolas, la Epístola a los Hebreos no nos dice desde el principio quién es su autor. Antes bien, nos dice que Dios habló en tiempos pasados en los profetas y ahora habla en Su Hijo. Por esta razón, al citar el Antiguo Testamento, no lo hace como las otras Epístolas, diciendo que es la palabra dada por Isaías o por Jeremías. Antes bien, dice que es el hablar del Espíritu Santo. Esto es asombroso. La Epístola a los Hebreos no indica claramente quién es la persona que habla, pero en cambio nos dice que es Dios quien habla, o que es el Espíritu Santo quien habla. Así pues, el Espíritu en Hebreos es el Espíritu que habla.

EL ESPÍRITU DE GRACIA

Los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo. (6:4)

¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por común la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ultraje al Espíritu de gracia? (10:29)

Estos dos versículos nos muestran que el Espíritu en Hebreos ha llegado a ser la bendición de la cual somos partícipes. El Espíritu que habla ha llegado a ser el Espíritu de gracia para nuestro disfrute.

EL ESPÍRITU ETERNO

Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. (9:14)

El Señor Jesús se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. Por tanto, el Espíritu en Hebreos es también el Espíritu eterno. Éstos son tres aspectos del Espíritu en Hebreos: el Espíritu que habla, el Espíritu de gracia (el Espíritu del disfrute) y el Espíritu eterno. Es fácil entender al Espíritu que habla, y también es fácil entender al Espíritu de gracia, el Espíritu del disfrute, pero no es tan sencillo entender al Espíritu eterno. Muchos de nosotros consideran la eternidad como algo futuro. Sin embargo, en la Biblia, la eternidad incluye el tiempo en toda su extensión. Puedo preguntarles, hermanos y hermanas, ¿cuándo se ofreció el Señor Jesús a Dios? En otras palabras, ¿cuándo fue puesto el Señor Jesús en la cruz como ofrenda por el pecado? Según la historia, el Señor Jesús fue crucificado en el monte Calvario hace dos mil años, y en pie frente a Él estaban Sus discípulos, incluyendo a Pedro y Juan. Así pues, ciertamente el Señor Jesús murió por aquellos que eran Sus contemporáneos. Pero ¿cómo podía morir por gente como Abel, Job y Abraham, quienes existieron muchos años antes que Él? Además, ¿cómo podía morir por gente como nosotros, quienes nos hallamos aquí muchos años después que Él y no habíamos nacido en Su época? No sé si pueden resolver esto. Aquí debemos leer Hebreos 9:14, que dice que Cristo mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. Conforme a Su carne, Él fue crucificado en cierto tiempo. Sin embargo, según el Espíritu eterno, Su crucifixión abarca toda la extensión del tiempo. Así pues, conforme al sentido del tiempo, Job y Abraham estaban antes de la crucifixión y nosotros estamos después de la crucifixión, pero conforme al sentido de la eternidad, no hay diferencia alguna entre el antes y el después. Mediante el Espíritu eterno, Cristo se ofreció a Sí mismo para ser nuestra ofrenda por el pecado. No existe elemento de tiempo en Su muerte. En nuestra percepción y en el sentido histórico, existe el elemento del tiempo. En la perspectiva de Dios, sin embargo, no hay elemento de tiempo porque Dios es eterno. Por consiguiente, Apocalipsis 13:8 habla del “Cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo”. Él no fue inmolado hace apenas dos mil años, sino desde la fundación del mundo. Su inmolación satisface la necesidad de todos los pecadores. Aunque Él fue inmolado en el tiempo, según la perspectiva de Dios Él fue inmolado en la eternidad. De manera que, Él vino a ser una ofrenda eterna por el pecado. Si nuestra perspectiva es según la carne, Él es Jesús el nazareno que murió hace dos mil años. No obstante, Él murió en la esfera de la eternidad mediante el Espíritu eterno. Su ofrenda única efectuó la redención eternamente, porque Él no sólo murió en la carne, sino también mediante el Espíritu eterno.

Por consiguiente, si queremos entender las cosas espirituales, no debemos permanecer en nuestra mente. En lugar de ello, debemos estar en el espíritu. Cuando vivimos en nuestra mente, nos hallamos en el tiempo, pero cuando nos volvemos a nuestro espíritu, entramos en la eternidad. Es entonces que podemos entender las cosas que trascienden el tiempo.

Hebreos 5, 6, 9 y 10 hablan sobre la eternidad. Por lo tanto, éste es realmente un libro acerca de la eternidad. Sin embargo, ésta no es la eternidad en el futuro, sino la eternidad que incluye todas las necesidades y comprende todo el tiempo. En este libro que trata sobre la eternidad, el Espíritu no sólo es el Espíritu que habla y el Espíritu para nuestro disfrute, sino también el Espíritu eterno. Podemos entender las cosas de la eternidad solamente en el Espíritu eterno. En otras palabras, podemos entender las cosas de Dios que están en la esfera de la eternidad solamente en el Espíritu eterno.

Hermanos y hermanas, creo que perciben lo que estoy diciendo. Si aprenden a siempre volverse de su mente a su espíritu, su espíritu estará libre de la restricción que representa su mente ínfima. Nuestra mente no puede comprender las cosas eternas. Una vez que caen en la mente, su entendimiento es atado, queda limitado en todo aspecto y es incapaz de asimilar nada. No obstante, una vez que rechazan su mente y entran en su espíritu, vienen a ser como una persona que se ha remontado al espacio; son liberados. Su mente creada es limitada, pero ustedes han sido salvos, y tienen en su interior al Espíritu eterno. Este Espíritu no tiene ni principio ni fin. No le pueden encontrar el principio ni el fin. En este Espíritu ustedes pueden entender las cosas eternas.

DISCERNIR EL ESPÍRITU DEL ALMA
Y ENTRAR EN EL LUGAR SANTÍSIMO

Ahora llegamos a Hebreos 4:12, que dice: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. El Espíritu Santo es el Espíritu que habla, el Espíritu de gracia, el Espíritu para nuestro disfrute y el Espíritu eterno e ilimitado y, como tal, mora en nuestro espíritu hoy. Por tanto, debemos aprender a discernir nuestro espíritu de nuestra alma. Si no sabemos cómo discernir el espíritu del alma, no podremos disfrutar el Espíritu de gracia ni entrar en el Espíritu eterno. Tampoco tendremos forma de oír la palabra de Dios ni entender la Biblia. Mucha gente piensa que se necesita una mente inteligente para entender la Biblia. Esto no es necesariamente cierto. Para entender la Biblia se requiere que entremos en nuestro espíritu. Sólo al estar en nuestro espíritu, podemos oír el hablar del Espíritu Santo. Nuestro espíritu es el lugar donde Él, como Espíritu, mora; así que, debemos separar nuestro espíritu de nuestra alma.

Queridos hermanos y hermanas, de todas las Epístolas del Nuevo Testamento, únicamente Hebreos nos dice que entremos en el Lugar Santísimo (10:19), el cual es nuestro espíritu. Además, 4:16 dice que nos acerquemos al trono de la gracia, representado por la cubierta del Arca que estaba en el Lugar Santísimo, en el tiempo antiguotestamentario.

Sabemos que tanto en el tabernáculo como en el templo había tres secciones: el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. En el atrio estaban el altar y el lavacro. El altar representa la cruz, y el lavacro representa el lavamiento del Espíritu Santo. Esto describe la experiencia de la salvación. En el Lugar Santo se hallaba la mesa del pan de la Presencia, el candelero de oro y el altar de oro del incienso, los cuales representan el pan de vida, la luz de vida y la fragancia de la resurrección, respectivamente. Finalmente, estaba el Lugar Santísimo, en el cual había únicamente una sola cosa: el Arca. Sabemos que el Arca representa a Cristo. El Arca está en el Lugar Santísimo; esto indica que Cristo está en nuestro espíritu. Somos el templo de Dios, y nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. El Señor no está en nuestra alma, sino en nuestro espíritu. Por tanto, entrar en el Lugar Santísimo equivale a volvernos a nuestro espíritu. Acercarnos al trono de la gracia es acercarnos al Cristo que está en nuestro espíritu. Dios imparte la gracia al hombre, se reúne con el hombre y tiene comunión con el hombre ante el trono de la gracia, esto es, en Cristo.

Hay algunos creyentes que creen que, según Hebreos 8 y 9, el Lugar Santísimo representa el cielo, donde el Señor está hoy. Esto es correcto. No obstante, hoy el Lugar Santísimo es también nuestro espíritu. Si el Lugar Santísimo se refiriese sólo al cielo, ¿cómo podríamos entrar en él? El versículo 19 del capítulo 10 dice explícitamente que tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo. Queridos hermanos y hermanas, es verdad que el Lugar Santísimo está en el cielo, pero por causa del Espíritu eterno, el Lugar Santísimo que está en el cielo ha sido introducido en nuestro espíritu. Hoy no necesitamos ir al cielo para contactar al Señor; sólo necesitamos tornarnos a nuestro espíritu. Usemos como ejemplo la electricidad. La electricidad está en la planta eléctrica, pero hoy ha sido transmitida a nuestra casa. Hoy cuando queremos usar la electricidad, no necesitamos ir a la planta eléctrica; podemos disponer de ella aquí donde estamos. Así pues, hablando subjetivamente, nuestro espíritu hoy es el Lugar Santísimo. El Lugar Santísimo dentro de nosotros y el Lugar Santísimo en los cielos están vinculados. Si el Espíritu eterno no estuviese en nosotros, entonces el Lugar Santísimo en los cielos no tendría ninguna conexión con nosotros interiormente. Dado que el Espíritu eterno está en nosotros, Él conecta el Lugar Santísimo en los cielos a nuestro espíritu. Como resultado, nuestro espíritu ha venido a ser el Lugar Santísimo del Señor. Podemos entrar al Lugar Santísimo a cualquier tiempo y en cualquier parte. Esto equivale a volvernos a nuestro espíritu. Acercarnos al trono de la gracia es acercarnos a Cristo, contactar a Dios y tocar a Dios en Cristo. Hoy el Espíritu que habla, quien también es el Espíritu como nuestro disfrute y el Espíritu eterno e ilimitado, está en nuestro espíritu. Por esta razón, nuestro espíritu es el Lugar Santísimo, y el Señor está con nosotros en nuestro espíritu. De modo que, para acercarnos al Señor, para contactar al Señor, debemos volvernos a nuestro espíritu. Sin embargo, no hay un solo cristiano que haya aprendido totalmente esta lección. Cada uno de nosotros todavía está carente en este asunto.

Hermanos y hermanas, cuando somos salvos al recibir al Señor como nuestro Salvador, disfrutamos la redención del Cordero y también recibimos el lavamiento del Espíritu Santo; sin embargo, todo esto pertenece al atrio. Gradualmente, damos un paso adelante y conocemos cómo disfrutar al Señor como vida, cómo tener la luz de vida interiormente y cómo disfrutar la fragancia de la resurrección del Señor. Quizás sentimos que esto es muy bueno. Sin embargo, debemos recordar que aun todo esto se halla en el Lugar Santo, en el alma. Cuando yo era joven, no sé cuántas veces oí mensajes donde expresaban el aprecio por la bendición que tuvieron los israelitas al comer el maná. Finalmente, un día vi que aunque el maná era bueno, lo comieron en el desierto. Cuando los israelitas entraron en Canaán, ellos dejaron de comer maná. De modo que, aunque el maná es bueno, está preparado para los santos que deambulan en el desierto. Una vez que entremos en Canaán y sepamos cómo laborar con Dios en la tierra en Canaán para generar el producto de la tierra, ya no necesitaremos el maná. Por tanto, el maná es dado a los cristianos infantes, a los cristianos que vagan y a los cristianos que aún viven en su alma. Una vez que entremos en Canaán, en el Lugar Santísimo, la tierra del reposo, y sabemos verdaderamente cómo laborar junto con Dios, en ese tiempo el Cristo que disfrutaremos ya no será el maná para nosotros. Si lo es, Él ya no será simplemente el maná que descendió del cielo. Antes bien, Él será el maná escondido, lo cual es mucho más profundo.

Queridos hermanos y hermanas, aprendan a entrar en el Lugar Santísimo para tocar el trono de la gracia. Hoy muchos hermanos y hermanas aún viven en su alma. Si de verdad ellos se vuelven a su espíritu, en un momento se salen de su espíritu. Por ejemplo, es posible que un esposo y una esposa que son creyentes en el Señor discutan a veces sobre cosas triviales. Consideren por favor, cuando ellos discuten, ¿están saliéndose de su espíritu o están entrando? Hermanas, no me culpen por decir que en general las hermanas son más diestras que los hermanos para discutir. Cuando una pareja discute, ocho de cada diez veces, el esposo pierde. Por tanto, les pregunto a las hermanas, cuando argumentan, ¿están entrando en su espíritu o están saliendo corriendo? De hecho, se salen corriendo. Cuanto más argumenten, más están fuera. Cuanto más argumenten, más razones tienen, y sus razones nunca terminan. Finalmente, sus emociones se agitan, y su voluntad también participa. Ocasionalmente esto puede resultar en pleitos. A veces una hermana se siente ofendida, así que acude a los ancianos para presentarles una acusación en contra de su esposo. Cuando estaba en la China del Norte, participaba mucho en el cuidado de los asuntos de la iglesia local, así que con frecuencia me encontraba con este tipo de incidentes. En ocasiones una hermana venía a mí y me decía: “Hermano Lee, mire lo que hizo su hermano…”. En aquel tiempo, como yo era aún muy joven, no poseía un buen entendimiento de estas cosas, así que varias veces trataba de aconsejar a la hermana. No tenía idea de que cuanto más la aconsejara, más todo su ser tendía a salir de su espíritu, al grado que incluso todo mi ser también se salía. Como consecuencia, no había nada que yo pudiera hacer, y todo se volvía un enredo. Lentamente comencé a descubrir el secreto; me di cuenta de que lo mejor era no decirle nada, ni darle ningún consejo, ni razonar con ella, sino ayudarle a orar. Una vez que orábamos juntos, su ser, que antes se estaba saliendo del espíritu, comenzaba a volverse al espíritu. A veces ella comenzaba a llorar con tan sólo invocar: “Oh, Señor”. Esto ocurrió varias veces. ¿Por qué ocurrió esto? Porque ella se había vuelto a su espíritu. Una vez que lo hacía, entraba al Lugar Santísimo y tocaba el trono de la gracia para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Entonces, de este lugar fluían aguas vivas, las cuales le solucionaban todos sus problemas. Esto excede cualquier cantidad de palabras humanas. Éste es el secreto de la vida cristiana.

Por esta razón, Hebreos habla acerca de discernir el espíritu y entrar en el Lugar Santísimo. Si no discernimos el espíritu, estamos en el alma y no en el Lugar Santísimo. Hermanos y hermanas, el secreto de la vida cristiana no se relaciona en lo absoluto con confrontar las cosas de manera externa, sino con volvernos a nuestro espíritu para entrar en el Lugar Santísimo, para presentarnos ante el trono de la gracia, donde se hallan la misericordia y la gracia que fluyen de allí como aguas vivas para transformarnos desde nuestro interior. Un cristiano no es una persona que ha cambiado por fuera, sino una persona que ha sido transformada por dentro. Hoy verdaderamente llevamos un gran misterio dentro de nosotros. En estos años recientes, al haber sido guiado por el Señor para ponerle atención particular a la verdad acerca del espíritu, percibí que esto es verdaderamente misterioso. El Espíritu, quien es el Espíritu que habla, el Espíritu de gracia y el Espíritu eterno e ilimitado, está justo aquí en nuestro espíritu, haciendo de nuestro espíritu el Lugar Santísimo de Dios. El Cristo que vive en nosotros es el trono de la gracia como base, como terreno, para la impartición de la gracia. Es en Él que a Dios le place impartirnos la gracia. Una vez que nos volvemos al espíritu, nos encontramos con Cristo y Dios; la gracia y la misericordia fluyen como aguas vivas dentro de nuestro ser. Entonces todos nuestros problemas son resueltos.

Por tanto, repito, hermanos y hermanas, ¿dónde yace la clave del libro de Hebreos? Yace en el Lugar Santísimo, y este Lugar Santísimo es nuestro espíritu. La clave de este libro se halla en 4:12, a saber: tenemos que discernir el espíritu del alma. Ahora entendemos por qué este asunto sólo se menciona en esta epístola, y no en las otras epístolas. Este libro nos muestra que en el Antiguo Testamento el éxodo fuera de Egipto que hicieron los hijos de Israel y su vagar en el desierto es una tipología. Los creyentes neotestamentarios pueden ser justamente como ellos, deambulando afuera del Lugar Santísimo sin entrar nunca en el reposo para disfrutar a Cristo. Hoy la buena tierra es Cristo, quien está en nuestro espíritu. Si no nos volvemos al espíritu, vagaremos en el desierto de nuestra alma y no entraremos en el reposo. Si leemos 4:9-12, sabremos que nos queda un reposo. Debemos ser diligentes para entrar en ese reposo. La palabra de Dios es viva y puede partir nuestro espíritu de nuestra alma. Esto es así para que podamos entrar en el reposo. Por esta razón, estos versículos dicen que debe haber una división entre el espíritu y el alma y que no debemos permanecer en el alma. Si permanecemos en el alma, seguiremos vagando en el desierto y no podremos entrar en el reposo.

Hermanos y hermanas, ¿ven cuán grande es esta gracia? En el Antiguo Testamento sólo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo, pero hoy cada persona salva puede entrar en el Lugar Santísimo. Sin embargo, esto depende de su decisión. Si ustedes permanecen en el atrio, son sólo un levita. Si sólo llegan hasta el Lugar Santo, son sólo un sacerdote. Si ustedes se vuelven al espíritu para tener contacto con el Señor mismo directamente, entonces son un sumo sacerdote. El hecho de ser un levita, un sacerdote o un sumo sacerdote, es algo que depende de ustedes. El deseo del Señor es que ustedes sean sumo sacerdotes. Él desea que entren en el Lugar Santísimo para que se acerquen al trono de la gracia a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. La estrategia de Satanás es tentarnos continuamente para que salgamos fuera. Una vez que estamos afuera, hemos sido derrotados; hemos caído en el engaño de Satanás. Sin embargo, una vez que nos volvemos al espíritu, podemos vencer; nos hallamos en los cielos y estamos en el Lugar Santísimo del Señor. Cristo está con nosotros, y una vez que tocamos Su trono de la gracia, Su misericordia y gracia fluirán como aguas vivas para regarnos continuamente en nuestro interior. Esto es algo que los incrédulos no entienden. Esto verdaderamente es una gracia enorme. Si realmente tocamos esto, no nos quedará un problema sin solucionar. Todo problema será resuelto automáticamente.

El Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Capitulo 11

El Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas

CAPÍTULO ONCE

EL ESPÍRITU ETERNO QUE TESTIFICA,
REPARTE Y UNGE EN HEBREOS

Lectura bíblica: He. 9:14, 12, 15; 5:9; 3:7-8; 9:6-8; 10:15; 1:1-2a; 2:4; 10:29; 4:16; 6:4; 1:9; 12:9, 23; 4:12; 10:19

El libro de Hebreos nos dice que Cristo es superior al judaísmo y todo lo relacionado con el mismo. No obstante, si leemos este libro cuidadosamente en el espíritu, nos daremos cuenta de que también trata acerca del Espíritu que mora en nosotros. No es un libro lleno de enseñanza doctrinal; más bien, es un libro acerca de la experiencia que tenemos en nuestro espíritu mediante el Espíritu Santo.

EL ESPÍRITU ETERNO

El versículo 14 del capítulo 9 revela un título especial del Espíritu Santo. Este versículo dice: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo?”. Éste es el único lugar en la Biblia donde se menciona el Espíritu eterno. El versículo 12 dice que Cristo entró en el Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención por nosotros, y el versículo 15 dice que los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. De manera similar, 5:9 dice: “Habiendo sido perfeccionado, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen”. Todos estos asuntos eternos —una eterna redención, la herencia eterna y la eterna salvación— toman al Espíritu eterno como centro.

El judaísmo es una religión que tiene rituales y regulaciones en la letra, pero Cristo es una persona viva con vida eterna en el Espíritu. Las cosas propias del judaísmo sencillamente son sombras y figuras de las cosas que están por venir, pero Cristo es la realidad y el cumplimiento de todas las sombras y figuras del Antiguo Testamento. Todas estas sombras y figuras sólo eran temporales y transitorias, pero Cristo como realidad es eterno, perpetuo para siempre. Además, las cosas que conformaban el judaísmo eran sólo en la letra, pero Cristo, el Viviente, se ofreció a Sí mismo a Dios para efectuar eterna redención mediante el Espíritu eterno a fin de que nosotros participemos de la herencia eterna. Esta herencia eterna es todas las riquezas de la Deidad. Mediante la eterna redención que Cristo efectuó, tenemos el derecho a la herencia eterna. Mediante el Espíritu eterno, Cristo es el Autor, la fuente y la causa de la salvación eterna para nosotros, y le disfrutamos como nuestra salvación eterna. Por tanto, en este libro el Espíritu Santo es el Espíritu eterno. A fin de experimentar todo lo que se revela en este libro, debemos saber cómo tocar a este Espíritu eterno.

Que algo sea eterno no solamente significa que dura para siempre. Ser eterno significa abarcar todo tiempo y espacio y sobrepasar todo tiempo y espacio. Por tanto, la redención eterna es una redención que es perpetua y eternamente efectiva para satisfacer y sobrepasar todas las necesidades a través de todo tiempo y espacio. En el mismo principio, la eterna salvación no es una salvación temporal o transitoria. Más bien, ella satisface y sobrepasa todas las necesidades de todo tiempo y espacio. Igualmente, el Espíritu no sólo es el Espíritu todo-inclusivo con todas las riquezas de Cristo; Él también es el Espíritu eterno, quien sacia todas nuestras necesidades por todo tiempo y a través de todo espacio, y Su suministro sobrepasa todo tiempo y espacio. Esto significa que no hay necesidad en ningún tiempo o en ningún lugar que Él no pueda saciar.

Ya hemos considerado varios títulos del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento: el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Espíritu vivificante. Ahora vemos que el Espíritu también es el Espíritu eterno. Estos no son siete Espíritus distintos, sino un solo Espíritu en distintas etapas con diferentes aspectos. Por favor, refiéranse nuevamente al diagrama en el capítulo 8. En la eternidad pasada Él era el Espíritu de Dios (Gn. 1:2). Luego, a fin de introducir a Dios en el hombre, de introducir a Aquel que es santo en la humanidad, Él fue el Espíritu Santo (Lc. 1:35; Mt. 1:20). Mediante el vivir humano y la muerte de Jesús, Él llegó a ser el Espíritu de Jesús por el cual se hace la voluntad de Dios mediante los sufrimientos y la perseverancia (Hch. 16:7). Cristo, al ser designado en resurrección, llegó a ser el Espíritu de Cristo (Ro. 1:4; 8:9). Por medio de todo esto, de manera inclusiva, Él es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu por medio del cual podemos sufrir en resurrección (Fil. 1:19). A fin de entrar en el hombre para impartirle vida, Él es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Además, Él es el Espíritu eterno, quien abarca y sobrepasa todo tiempo y espacio. Mediante este Espíritu, Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios como sacrificio eterno a fin de efectuar una redención eterna de modo que nosotros podamos disfrutar la herencia eterna. Por tanto, Él es la fuente de la salvación para nosotros, no una salvación temporal, parcial o limitada, sino una que es eterna por la cual se satisfacen todas las necesidades a través de todo tiempo y espacio. Éste es el Espíritu revelado en el libro de Hebreos.

EL ESPÍRITU QUE HABLA Y TESTIFICA

El Espíritu que habla tiene como fin
que nosotros entremos en Cristo
como nuestra buena tierra

Hebreos 3:7-8 dice: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: ‘Si oís hoy Su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la prueba en el desierto’”. Según los versículos del 12 al 15, el Espíritu Santo dice que necesitamos obedecer, ser cuidadosos y estar alertas para que no tengamos un corazón malo de incredulidad, sino que nos exhortemos unos a otros. La buena tierra es un tipo de Cristo como nuestro reposo, y Josué, el compañero de Caleb, es un tipo de Cristo como Aquel que nos introduce en el reposo. Por tanto, debemos exhortarnos unos a otros para que entremos en Cristo como nuestra buena tierra y le conozcamos como nuestro Socio, nuestro Compañero (1:9; 3:14). Considerar que es demasiado difícil entrar en el reposo equivale a tener un corazón malo de incredulidad, tal como el que tenía el pueblo de Israel. Debemos comprender que hoy día, como Espíritu eterno y todo-inclusivo, Cristo está disponible a nosotros. Él es nuestra buena tierra y Él es nuestro reposo. Además, Él también es nuestro Josué. Si sencillamente somos los “Caleb” que tienen fe, disfrutaremos a Cristo como nuestro Compañero que nos introduce en el reposo. Por tanto, no hay excusa alguna para que nosotros no entremos en el reposo.

El Espíritu hoy habla en nosotros para asegurarnos de que Cristo está disponible como buena tierra y como el reposo en el cual nosotros entramos. No es difícil entrar en el reposo, pues por el Espíritu eterno somos compañeros de Cristo y Él es nuestro Compañero a fin de introducirnos en el reposo. De esta manera participamos de Él y le disfrutamos al grado que nos es fácil entrar. El Espíritu habla en nosotros diciéndonos que Cristo está tan disponible. Entrar en Él no es difícil, pues Él no sólo es la tierra, sino también el verdadero Josué. Él no solamente es el reposo, sino también nuestro Compañero que nos introduce en el reposo. El Espíritu, Aquel que es Santo y Eterno, constantemente habla esto en nuestro interior.

El Espíritu que testifica
nos da a entender las cosas de Cristo

Los versículos 6 y 7 del capítulo 9 dicen: “Así dispuestas estas cosas, en el primer tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en el segundo, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo”. Estos versículos se refieren a las acciones que efectuaban los sacerdotes en el Lugar Santo y Lugar Santísimo en el tabernáculo. El versículo 8 continúa, diciendo: “Dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, mientras el primer tabernáculo estuviese en pie”. Si estamos en el espíritu mientras leemos acerca de las cosas del tabernáculo, el Espíritu Santo, el Espíritu eterno que no está limitado por el tiempo ni el espacio, nos hablará y nos indicará cuál es el verdadero significado de estas cosas.

Los versículos 11 y 12 dicen: “Habiéndose presentado Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes que ya han venido, por el mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por Su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención”. Luego los versículos 14 y 15 dicen: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo? Y por eso es Mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo una muerte para remisión por las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna”. Éstas no sólo son palabras habladas por el hombre. Éstas son palabras habladas por el Espíritu Santo, las cuales nos muestran cómo Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno, abriendo así el camino al Lugar Santísimo y cumpliendo así una redención eterna por nosotros a fin de que heredemos todas las riquezas de Dios. Cuando leamos estas cosas en el espíritu, el Espíritu Santo las interpretará para nosotros y nos indicará los varios aspectos y riquezas de Cristo contenidos en ellas.

El versículo 10 del capítulo 10 dice: “Por esa voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”. Los versículos del 12 al 16 continúan, diciendo: “Éste, en cambio, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado para siempre a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que son santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: ‘Éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré Mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré’”. Mientras leemos y consideramos las cosas relacionadas con la obra de Cristo, el Espíritu Santo testifica y da testimonio en nuestro interior de que Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, que Él ha efectuado la plena redención, que nuestros pecados han sido quitados y que el camino al Lugar Santísimo ha sido abierto. Su sangre es eficaz, el sacrificio que Él ofreció por el pecado es perpetuo, y ahora mediante Su sangre tenemos la confianza para entrar en el Lugar Santísimo a fin de contactar a Dios, obtener misericordia y hallar gracia para satisfacer nuestra necesidad oportuna. El Espíritu que testifica de este modo es el Espíritu eterno mediante el cual Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios. En este Espíritu eterno que testifica, nosotros disfrutamos a Cristo, quien es el Autor de nuestra salvación eterna.

Al citar porciones del Antiguo Testamento, la mayoría de los libros del Nuevo Testamento nos dicen qué persona habló esa porción. Sin embargo, Hebreos nunca nos dice el nombre del orador que se cita. Más bien, dice que el Espíritu Santo testifica. Además, el autor de Hebreos no nos dice su nombre, como lo hacen los autores de las demás Epístolas. Esto se debe a que Hebreos enfatiza que no es el hombre, sino el Espíritu Santo quien habla. Los versículos 1 y 2a del capítulo 1 dicen: “Dios, habiendo hablado en muchas ocasiones y de muchas maneras en tiempos pasados a los padres en los profetas, al final de estos días nos ha hablado en el Hijo”. El capítulo 1 dice que Dios es quien habla en el Hijo, pero los siguientes capítulos dicen que es el Espíritu Santo quien habla. Esto significa que Dios habla en el Hijo como Espíritu Santo. Cuando el Espíritu eterno habla en nuestro interior, ése es el hablar del Hijo de Dios. Por tanto, cada vez que leemos la Biblia —ya sea Moisés, los salmos, los profetas o los apóstoles neotestamentarios—, debemos recibir no sólo la letra escrita, sino también el hablar interior del Espíritu Santo. Entonces recibiremos algo real de la Palabra. Mientras leemos letras en blanco y negro, hay una Persona viviente que habla en nosotros, señalando, testificando y dando testimonio respecto a Cristo. Ésta es la obra del Espíritu eterno, quien abarca y sobrepasa todo tiempo y espacio. De otra forma, todo lo que leamos será solamente letra muerta para nosotros.

EL ESPÍRITU QUE REPARTE
Y EL ESPÍRITU DE GRACIA

El versículo 4 del capítulo 2 dice: “Dando Dios testimonio juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversas obras poderosas y repartimientos del Espíritu Santo, según Su voluntad”. El Espíritu que reparte y está en nuestro interior imparte algo en nosotros. En principio, las cosas que el Espíritu nos imparte son todas las riquezas de Cristo. No deberíamos considerar que los dones del Espíritu solamente incluyan cosas tales como las lenguas y las sanidades. Según Romanos 12:6-10, incluso servir, tomar la delantera, enseñar, hacer misericordia, amar a otros y extender hospitalidad son dones, las reparticiones de las riquezas de todo lo que Cristo es. El Espíritu eterno, el Santo, no solamente nos habla acerca de Cristo y revela a nosotros las cosas de Cristo, sino que mientras Él habla y revela, Él transmite, reparte e imparte en nosotros las abundantes riquezas de Cristo.

Hebreos 10:29 habla del “Espíritu de gracia” (Zac. 12:10), y Hebreos 4:16 dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. El Espíritu de gracia es un título dulce y precioso. Puesto que la gracia es nada menos que las riquezas de Cristo mismo, podemos hallar gracia solamente mediante el Espíritu de gracia que imparte en nosotros las riquezas de Cristo. En 2 Corintios 13:14 se nos habla de “la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo”. La gracia es de Cristo y la comunión del Espíritu Santo es la transmisión de esta gracia mediante el Espíritu de gracia. El Espíritu eterno, quien es el Espíritu de gracia, en su hablar siempre imparte algo de Cristo en nosotros y reparte en nosotros las riquezas de Cristo. Hebreos 6:4 dice que hemos sido hechos “partícipes del Espíritu Santo”. El Espíritu Santo habla acerca de Cristo, y Él reparte, ministra, las riquezas de Cristo en nosotros como gracia. Por tanto, le disfrutamos y participamos de Aquel que es el Espíritu de gracia que transmite la gracia de Cristo en nosotros a fin de satisfacer nuestra necesidad oportuna.

EL ESPÍRITU QUE UNGE

El versículo 9 del capítulo 1 dice: “Has amado la justicia, y aborrecido la iniquidad, por lo cual te ungió Dios, el Dios Tuyo, con óleo de júbilo más que a Tus socios”. El Señor Jesús fue ungido con el óleo del Espíritu eterno. Puesto que Dios derramó el Espíritu de júbilo sobre Él, Él pudo ofrecerse a Sí mismo a Dios por este Espíritu eterno. La palabra Cristo significa “el Ungido”. Al ser ungido por el Padre con el Espíritu de júbilo, Él llegó a ser el Cristo.

EL ESPÍRITU HUMANO EN EL LIBRO DE HEBREOS

El Padre de los espíritus

El libro de Hebreos también habla acerca de nuestro espíritu humano. El versículo 9 del capítulo 12 dice: “Tuvimos a nuestros padres carnales que nos disciplinaban, y los respetábamos. ¿Por qué no nos someteremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?”. En la regeneración somos nacidos de Dios en nuestro espíritu (Jn. 1:13; 3:6). Por tanto, Dios es el Padre de los espíritus. El contexto de Hebreos 12 es la manera en que Dios trata con Sus hijos. Dios trata con nosotros en nuestro espíritu puesto que Él es el Padre de los espíritus.

Ser perfeccionados en el espíritu

El versículo 23 dice: “A la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos; y a Dios, el Juez de todos; y a los espíritus de los justos hechos perfectos”. Dios perfecciona a los justos en el espíritu de ellos. La manera en que Dios trata con nosotros tiene que ver con nuestro espíritu, y Su obra de perfeccionamiento también se efectúa en nuestro espíritu.

Discernir entre el espíritu y el alma

El versículo 12 del capítulo 4 dice: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Dios es el Padre de nuestro espíritu, Aquel que trata con nosotros en nuestro espíritu y nos perfecciona en el espíritu. Además, Cristo mismo como Espíritu está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22; Ro. 8:16). Por tanto, necesitamos discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma.

Entrar en el Lugar Santísimo
en nuestro espíritu

Hebreos 10:19 dice: “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús”. Éste no es meramente el Lugar Santísimo en los cielos. Si el Lugar Santísimo estuviese solamente en los cielos, no podríamos entrar en él hoy día mientras aún estamos sobre esta tierra. Por tanto, éste tiene que ser el Lugar Santísimo en nuestro espíritu. El Lugar Santísimo en nuestro espíritu corresponde con el Lugar Santísimo en los cielos. En principio, los mismos son dos aspectos, dos extremos, de una sola entidad. En un sentido subjetivo, el Lugar Santísimo hoy está en nuestro espíritu. Por tanto, debemos discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma para que podamos entrar en el Lugar Santísimo donde están Cristo, el Arca, la gloria shekiná de Dios y la presencia de Dios, donde podemos contactar a Dios, obtener misericordia y hallar gracia en calidad de agua viva que fluye a nosotros para que la disfrutemos. Esta agua viva que fluye es simplemente el Espíritu de gracia, quien transmite las riquezas de Cristo como gracia a nosotros con miras a nuestro disfrute a fin de satisfacer nuestra necesidad oportuna. Ésta es la clave para experimentar las cosas de Cristo reveladas en este libro. De no ser por nuestro espíritu, que es la clave, Cristo solamente sería objetivo para nosotros y no tendríamos manera alguna de entrar en Él.

Por una parte, necesitamos tener una visión objetiva de Cristo como Aquel que es superior al judaísmo en todo aspecto. Por otra parte, debemos comprender que hoy día Él es el Espíritu eterno, el Santo, quien introduce a Cristo en nuestro espíritu. Dios el Padre trata con nosotros en nuestro espíritu, así que para contactar a Dios, experimentar a Cristo y aprehender al Espíritu, debemos discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma. Esto quiere decir que debemos siempre volvernos al espíritu y dividir nuestro espíritu de nuestra alma. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu, entramos en el Lugar Santísimo. Entonces tenemos a Cristo, quien es la presencia de Dios. Podemos contactar a Dios en toda Su plenitud y disfrutar a Cristo en Su calidad de árbol de la vida en el fluir del agua viva (Ap. 22:1-2). El árbol de la vida es Cristo como nuestra gracia y el fluir del agua viva es el Espíritu que transmite.

De nuevo digo que la clave para experimentar a Cristo de una manera interior y subjetiva es discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma y aprender cómo volvernos al espíritu. Cada vez que nos volvemos al espíritu, de inmediato hallamos el fluir del Espíritu de gracia, quien transmite las riquezas de Cristo como gracia a nuestro interior a fin de satisfacer nuestra necesidad oportuna. Ésta es la clave para experimentar todas las riquezas de Cristo según se revela en el libro de Hebreos.

La economía neotestamentaria de Dios, Capitulo 17

La economía neotestamentaria de Dios

CAPITULO DIECISIETE

EL ESPIRITU ETERNO DE GRACIA Y
EL ESPIRITU QUE ANHELA CELOSAMENTE

Lectura bíblica: He. 1:2; 2:3-4; 3:7-8a; 6:4; 9:8, 14; 10:15, 29; Jn. 1:14, 17; 3:16; 1 Co. 1:2, 9; 15:45; 2 Co. 13:14; Col. 1:12; Flm. 25; Jac. 4:5

LA SUPERIORIDAD DE CRISTO

En este capítulo queremos ver en el libro de Hebreos la economía neotestamentaria, la cual es el impartir de una Persona maravillosa en nuestro ser. El Nuevo Testamento no está compuesto de varios libros acerca de doctrina, sino que es una revelación completa de una Persona maravillosa. Sin embargo, en los tiempos de los apóstoles la mayoría de los creyentes eran judíos que habían salido del judaísmo, el cual era una religión fuerte, alta y profunda. La religión judía tenía la doctrina más alta y toda su doctrina básica era verdadera. Esta religión estaba estructurada principalmente con cinco puntos cruciales: Dios, los ángeles, Moisés (quien dio la ley), Aarón (el sumo sacerdote) y el viejo pacto. Ninguna otra religión tiene puntos tan cruciales, pero en el judaísmo todos estos puntos solamente son doctrinas.

El Dios viviente

Aun en los tiempos del Señor Jesús, los líderes judíos tenían todos estos cinco puntos como doctrina, sin embargo, no tenían al Dios viviente. En Hebreos Pablo comparó a esta Persona maravillosa, el Dios Triuno mismo, con estos cinco puntos cruciales del judaísmo. Los judíos tenían a Dios en doctrina pero no en Persona (He. 1:2, 8). En Hebreos Pablo no presentó el estudio de Dios ni la doctrina de Dios, sino a Dios mismo, la Persona de Dios. El presentó a “theós”, no la teología.

Superior a los ángeles

Esta Persona maravillosa, que es el Hijo de Dios, Jesucristo, quien es Dios mismo, el Dios Triuno corporificado en un hombre, es muy superior a los ángeles. ¿Cómo pueden los ángeles compararse con una Persona tan maravillosa cuando sólo son servidores de Dios (He. 1:7) y aun servidores del pueblo de Dios (He. 1:14)?

Superior a Moisés

Esta Persona también es muy superior a Moisés (He. 3:3). Moisés fue un siervo fiel en la casa de Dios, pero esta Persona maravillosa es el Amo de la casa de Dios. Moisés trajo la ley, pero esta Persona maravillosa, cuyas riquezas son inescrutables (Ef. 3:8), trae gracia y realidad (Jn. 1:17).

Superior a Aarón

Esta Persona maravillosa también es muy superior a Aarón (He. 4:14-15). Aarón vivió y murió, pero esta Persona, como el gran Sumo Sacerdote que traspasó los cíelos, vivió, murió y volvió a vivir para siempre; El vive para siempre a fin de interceder por nosotros (He. 7:25). Aarón era un sumo sacerdote que servía según las ordenanzas de la ley, pero esta Persona es el Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, y ahora ministra por medio de la vida que no tiene fin (He. 7:3, 16).

El Mediador de un pacto superior

Finalmente, esta Persona maravillosa ha promulgado el nuevo pacto, el cual es mucho mejor que el viejo pacto. El viejo pacto era de letras muertas, pero el nuevo pacto es de vida. Esta Persona también es el Mediador, o sea, el Ejecutor, del mejor pacto de vida (He. 8:6).

REPARTIMIENTOS DEL ESPIRITU SANTO

Hebreos 2:3-4 nos dice que Dios dio testimonio de una salvación tan grande por medio de los repartimientos del Espíritu Santo. Los repartimientos del Espíritu Santo son las cosas, incluyendo al Espíritu mismo, que el Espíritu Santo distribuye a los que reciben Su salvación por medio de creer en Cristo. Esto también incluye el impartir de la vida divina a los creyentes. Todos nosotros los que hemos creído en el Señor Jesús debemos darnos cuenta de que la vida divina ha sido distribuida a nuestro ser con el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Este es el primer repartimiento básica del Espíritu. El Espíritu Santo mismo es un repartimiento dentro de nosotros. Una Persona ha sido distribuida dentro de nosotros. Después de que fuimos salvos, parecía que esta Persona siempre se estaba moviendo dentro de nosotros. No teníamos esta clase de experiencia antes de ser salvos, pero después de ser salvos tuvimos esta sensación. El repartimiento más grande en nuestro ser es una Persona. Una Persona maravillosa ha sido distribuida en nuestro ser.

En nuestra experiencia también hay otros repartimientos del Espíritu Santo. Muchas veces, mientras estoy hablando, se lleva a cabo un repartimiento que me da el sentir instantáneo, la iluminación instantánea, la palabra instantánea y las ilustraciones instantáneas. Estos son los repartimientos del Espíritu que confirman la gran salvación que hemos recibido. El libro de Hebreos comienza con el hablar del Hijo pero continúa con los repartimientos del Espíritu Santo. El Hijo en el capítulo uno es el Espíritu en el capítulo dos.

EL ESPIRITU QUE HABLA

Hebreos enfatiza que esta Persona maravillosa hoy día es el Espíritu. En el Antiguo Testamento Dios habló a los padres por los profetas, pero en el Nuevo Testamento Dios nos habla en el Hijo (He. 1:1-2). Las palabras de introducción del capítulo uno nos presentan al Hijo, pero de aquí en adelante Hebreos se refiere al Espíritu. Hebreos 3:7-8a dice: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Esto de nuevo nos muestra que el Hijo en el capítulo uno también es el Espíritu en el capitulo tres. En el capítulo uno Dios habla en el Hijo, pero en el capítulo tres el Espíritu Santo es el que habla.

El capítulo uno indica que en la era neotestamentaria Dios nos habla en el Hijo. En el texto original en griego no hay artículo delante de “Hijo”; por lo tanto, podemos decir que en el Nuevo Testamento Dios nos habla en Hijo. La Nueva Traducción de Darby de Hebreos 1:2 dice que en estos postreros días Dios “nos ha hablado en [la Persona del] Hijo”. Decir que Dios habla en el Hijo significa que Dios habla en la Persona del Hijo.

En el Antiguo Testamento Dios habló por medio de ciertos hombres, pero en el Nuevo Testamento, Dios mismo vino para hablar por la encarnación. Juan 1:14 nos dice que la Palabra, que era Dios mismo, se hizo carne. La encamación de Dios significa Dios hecho carne. Esta es la manera en la cual vino Dios. El vino para hablar en un hombre. Este hombre es el Hijo de Dios, Jesucristo. Que Dios viniera para hablar en este hombre significa que Dios vino para hablar en el Hijo, es decir, en la Persona del Hijo. La Persona del Hijo es Dios mismo. La característica principal de un hombre es la persona o la personalidad. En el hombre hay una persona, pero no se puede decir que en una persona hay un hombre. Esto quiere decir que, en Persona, Dios es uno con el Hijo. En el Hijo hay una Persona. La Persona del Hijo es el Padre. Esto es lo que damos a entender cuando decimos que Dios habla en la Persona del Hijo.

Hebreos 1:2 indica que en el Nuevo Testamento Dios habla en la Persona del Hijo, pero en el resto del libro de Hebreos, no hay ni un versículo que nos diga que el Hijo habla. La introducción del libro de Hebreos trata sobre el hablar de Dios en el Hijo, pero Hebreos 3:7 nos muestra que el Espíritu Santo es el que habla. En realidad, en el resto del libro de Hebreos el Espíritu es el que habla. Esto indica que Dios en el Hijo y el Hijo como el Espíritu es el que habla. Así que, la Trinidad divina es el que habla, como el Espíritu, quien es la consumación de la Trinidad divina en el libro de Hebreos. La Trinidad divina es Dios en el Hijo, y el Hijo como el Espíritu. En el libro de Hebreos el Padre habla en el Hijo como el Espíritu. También podemos decir que el Espíritu habla como el Hijo con el Padre. Hebreos nos dice que Dios habla en el Hijo, pero este libro también indica que el Espíritu habla. Por lo tanto, Dios habla en el Hijo como el Espíritu, y finalmente el Espíritu habla como el Hijo con el Padre.

EL HABLAR DEL ESPIRITU CONCERNIENTE AL CAMINO
PARA ENTRAR EN EL LUGAR SANTISIMO

El Espíritu Santo muestra, por medio del Lugar Santo y el Lugar Santísimo, que el camino al Lugar Santísimo aún no se había manifestado entretanto que el primer tabernáculo estuviese en pie (He. 9:8). El Espíritu Santo nos dice que cuando el antiguo tabernáculo estaba en pie, el camino para entrar al Lugar Santísimo aún no estaba abierto. Además, mediante esta ilustración, el Espíritu nos dice que el camino para entrar al Lugar Santísimo ha sido abierto y que el antiguo tabernáculo ha sido quitado. Hoy en día, no tenemos el antiguo tabernáculo sino el nuevo tabernáculo, es decir, Cristo. En el libro de Hebreos, el tabernáculo es Cristo, y hoy en día todas las ofrendas son Cristo. Cristo es hecho real como el Espíritu, así que cuando usted tiene al Espíritu, como un partícipe del Espíritu, usted tiene el tabernáculo y todas las ofrendas. El Nuevo Testamento es un libro de una Persona tan maravillosa e ilimitada, que reemplaza todo lo del Antiguo Testamento. Esta Persona no reemplaza a Dios ya que El es Dios mismo, sino que reemplaza a Moisés, a Aarón, el tabernáculo y todas las ofrendas, y Su pacto reemplaza al viejo pacto. Como el Espíritu eterno El es todo y está en todas partes y no es objetivo. Este Espíritu siempre es subjetivo dentro de nosotros. Este Espíritu eterno como la consumación del Dios Triuno procesado ha venido a ser nuestro disfrute eterno.

PARTICIPES DEL ESPIRITU

Hebreos 6:4 nos dice que los creyentes fueron hechos partícipes del Espíritu Santo. Esto nos muestra que somos los partícipes de una Persona maravillosa. El Espíritu Santo es Aquel que como el Hijo y con el Padre es la consumación del Dios Triuno. Somos los que participan de tal Persona. No solamente hemos recibido al Espíritu Santo, sino que ahora somos los participantes del Espíritu Santo. Mientras tengamos al Espíritu Santo, somos Sus participantes. El es un tesoro que no tiene precio.

Hebreos fue escrito para mostrar a los creyentes judíos que los creyentes en Cristo tienen a esta Persona maravillosa como un tesoro que es mucho más precioso que los ángeles, que Moisés, que Aarón y que el viejo pacto. Este tesoro es el Cristo todo-inclusivo. Sin embargo, en nuestra experiencia práctica, este Cristo todo-inclusivo es el Espíritu todo-inclusivo. Hebreos no nos dice que somos partícipes del Cristo todo-inclusivo, sino que somos partícipes del Espíritu Santo. El Espíritu es la consumación del Dios Triuno, y este Espíritu es el Dios Triuno que nos alcanza. Sin que el Padre sea el Espíritu, no puede alcanzarnos. Sin que el Hijo, Cristo, sea el Espíritu, no puede alcanzarnos. La llegada del Dios Triuno a nosotros es el Espíritu, el cual es la consumación del Dios Triuno. Este Espíritu es muy superior a los ángeles, muy superior a Aarón, y también es la realidad del nuevo pacto, el cual es muy superior al viejo pacto; somos los que participan de este Espíritu. Mientras seamos los participantes de este Espíritu, participamos y disfrutamos del Dios Triuno procesado con todas Sus riquezas.

EL ESPIRITU ETERNO

El libro de Hebreos nos dice que este Espíritu es el Espíritu eterno. Cristo como el sacrificio único se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno (He. 9:14). Este hecho garantiza, o sea, asegura la ofrenda de Cristo por la eternidad. Esta ofrenda efectuó la redención eterna debido a que es una ofrenda eterna. El Espíritu eterno ha hecho que la muerte de Cristo sea eternamente eficaz. Lo que Su muerte realizó abarca a todos los santos creyentes del Antiguo Testamento y a los creyentes del Nuevo Testamento incluyendo a usted y a mí. Aunque El murió en el Calvario hace casi dos mil años, y a muchas millas de nosotros, esa muerte es aplicable a nosotros y está disponible para nosotros debido a que esa muerte fue realizada mediante el Espíritu eterno. Su muerte es una muerte eterna que es aplicable y al mismo tiempo está disponible para todas las personas en cualquier lugar y en cualquier tiempo.

En Hebreos 9:14 vemos de nuevo a la Trinidad: Cristo, Dios y el Espíritu eterno. Que Cristo se ofreciera a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno es un gran misterio. Cristo, el Espíritu y Dios son uno. Sobre esta base podemos decir que el Dios Triuno se ofreció a Sí mismo como una ofrenda, mediante Sí mismo y a Sí mismo.

Hebreos 9:14 no dice que el Cristo eterno se ofreció a Sí mismo al Dios eterno mediante el Espíritu; sino que dice que Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. Esta ofrenda es eterna y real porque fue ofrecida mediante el Espíritu eterno. Hoy en día cuando tocamos al Espíritu tocamos esta ofrenda. Ya que somos partícipes del Espíritu también somos participantes de la ofrenda única, es decir, participantes de una redención eterna. Una vez que usted se ha hecho participante del Espíritu, participa de todo lo que está relacionado con el Espíritu.

Debemos darnos cuenta de que el Señor trabajó, obró y vivió en la tierra mediante el Espíritu eterno. Todo lo que el Señor realizó y experimentó en Su vivir, en Su trabajar y en Su obrar ha sido hecho eterno por el Espíritu eterno. Este Espíritu eterno es todo-inclusivo y nosotros somos los participantes de tal Espíritu. El es el Espíritu como el Hijo y con el Padre, y es la consumación del Dios Triuno procesado en la iglesia.

Nosotros los creyentes tenemos este Espíritu eterno y somos partícipes de este Espíritu. El abarca a Cristo, Dios, la vida eterna y la redención eterna. El abarca todo debido a que El es el Espíritu eterno mediante el cual el Dios Triuno se ofreció a Sí mismo como la ofrenda eterna para Sí mismo.

EL ESPIRITU DE GRACIA

Este libro también nos dice que el Espíritu es el Espíritu de gracia (He. 10:29). El término “Espíritu de gracia” simplemente indica que el Dios Triuno en el Hijo como el Espíritu viene a ser nuestro disfrute. El Espíritu es el Dios Triuno que nos alcanza. El Hijo no pudo entrar en nosotros hasta que llegó a ser el Espíritu. El estaba entre los discípulos, pero necesitaba pasar por la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante (Jn. 14:16-20; 1 Co. 15:45). Entonces El pudo soplarse a Sí mismo dentro de los discípulos como el Aliento Santo para su disfrute (Jn. 20:22).

Cuando la Biblia usa expresiones tales como el Espíritu de gracia, el Espíritu de vida y el Espíritu de realidad, esto significa que el Espíritu es la gracia, la vida y la realidad. Por lo tanto, cuando somos los participantes del Espíritu Santo, esto quiere decir que somos participantes del Espíritu Santo como gracia. El Espíritu Santo es nuestra posesión, y la gracia es nuestra posesión. Siempre es mejor orar: “Gracias Señor por otro día, un nuevo día, y te agradezco que tengo la gracia para vivirte hoy”. El Espíritu de gracia es el Espíritu eterno; por lo tanto, la gracia es eterna. La gracia que recibimos es la gracia eterna, la cual es el Espíritu eterno e ilimitado. Esta gracia es inagotable.

LA DEFINICION DE LA GRACIA

El Evangelio de Juan revela que Dios vino en la manera de encamación. La Palabra quien era Dios, se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia (Jn. 1:14). El himno 34 (100 Himnos Seleccionados) nos dice que la gracia en su mayor definición es disfrutar a Dios en el Hijo. La gracia es Dios en el Hijo para nuestro disfrute. A muchos de nosotros nos gusta comer bistec. El bistec es carne de res, y la carne es una porción pequeña de una vaca grande. La única manera de que esta vaca grande puede ser nuestro disfrute es por medio de ser procesada. Primero la vaca debe ser matada y después cortada en pedazos. Sin embargo, solamente cortarla no es suficiente. Estas piezas de bistec deben ser cocinadas. Después de un proceso tan largo, la carne de res llega a ser disponible para usted. De la misma manera, para que Dios sea nuestro disfrute en el Hijo, El tiene que estar procesado.

Hemos visto que la Palabra era Dios, y que este Palabra se hizo carne, lleno de gracia. Juan 1:17 nos dice que la ley fue dada por Moisés, pero que la gracia vino por medio de Jesucristo. Juan 3:16 nos dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. Dios nos ha dado un don único, y este don es nada menos que Su Hijo unigénito. Juan 3:16 está relacionado directamente con Juan 1:14. Dios nos dio a Su Hijo por medio de la encamación. Si Dios nunca se hubiera hecho hombre, ¿cómo podría habernos dado a Su Hijo? Dios nos dio a Su Hijo por medio de hacerse hombre. En realidad Juan 1:14 explica a Juan 3:16, y Juan 3:16 define a Juan 1:14. Al comparar estos dos versículos, obtenemos el entendimiento correcto del hecho divino de que Dios se ha dado a Sí mismo en la Persona del Hijo por medio de la encarnación. Aunque el Hijo es este don, antes de que le recibamos, El no es la gracia para nosotros. Cuando le recibimos, inmediatamente llega a ser la gracia.

Supongamos que alguien le da como regalo un pastel de queso. El pastel de queso es un regalo de queso. Podría decirse que la “persona” del pastel de queso es el queso. Este queso nos es dado en la forma de un pastel. Jesucristo era la forma, es decir, el “pastel”. La persona de este pastel es Dios. Dios se dio a Sí mismo en la Persona de Su Hijo como un regalo para nosotros por medio de hacerse hombre. El pastel de queso es un regalo maravilloso pero no puede llegar a ser nuestro disfrute a menos que lo comamos. Cuando lo comemos, éste llega a ser nuestro disfrute. Dios en el Hijo es solamente un “regalo”, todavía no es la gracia. Cuando usted disfruta este “regalo”, ya no es solamente un “regalo” sino que es gracia. Antes de disfrutarse, el pastel de queso es un regalo, pero después que usted lo disfruta, el pastel de queso se convierte en gracia. Después que lo comemos, el regalo se convierte en gracia, o sea, en el disfrute. El regalo se ha transfigurado en gracia.

EL DADOR, EL DON Y EL DISFRUTE

En Juan 1:1 vemos a Dios, y en Juan 1:14 vemos la Palabra, quien es Dios hecho carne. El Hijo en Su humanidad es la carne. En Juan 1:17 vemos que la gracia vino por medio de Jesucristo. La gracia es el disfrute del don. El dador era Dios, el don era el Hijo y el disfrute es la gracia. Juan 1:1, 14 y 17 revelan a la Trinidad divina. El Padre es el dador, el Hijo es el don y el Espíritu es el don aplicado y disfrutado, o sea, la gracia (Hch. 2:38; 10:45; He. 10:29). Juan 3:16 nos dice que Dios dio a Su Hijo. Esto nos muestra que Dios es el dador y que el Hijo es el don. Juan 3:34 también nos dice que el Hijo, quien es el don, da el Espíritu sin medida. El dador da el don, y el don da el Espíritu. Esto es el disfrute. También, en Juan 15:26 el Señor nos dice que El enviará al Consolador “de y con” (gr.) el Padre. El Hijo envía al Espíritu como el Consolador de y con el Padre, y el Consolador procede de y con el Padre hacia nosotros. En este versículo vemos que el Padre es la fuente como el dador y el Hijo como el don es el segundo dador. El Consolador, es decir, el Espíritu, es Aquel que es nuestro disfrute, y este disfrute es la gracia.

Primera Corintios 1:2 se refiere a “todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Esto simplemente quiere decir que este mismo Cristo es de ustedes y es mío. ¡Esto es maravilloso! Si usted comprara una casa, le gustaría decir a sus amigos que es de usted. Que una casa tan grande en realidad sea suya tal vez le haría sentirse estar en la gloria. Sin embargo, ¿se ha dado cuenta alguna vez de que en el universo usted tiene una Persona que es suya? Necesitamos invocar el nombre del Señor Jesucristo quien es suyo y quien es mío. A un bebé pequeño solamente le interesa su madre. A los bebés no les interesan las mansiones, los automóviles, los diamantes ni el oro. Mientras un bebé tenga a su madre, todo está bien para él. Ni siquiera le importa mucho donde esté, siempre y cuando la madre esté allí con él. Como cristianos necesitamos ser como pequeños bebés a quienes sólo nos importe Cristo.

Todos necesitamos decir con alegría, con triunfo y con regocijo: “¡Jesús es mío!” Todos conocemos el conocido himno familiar que dice: “Que garantía, mío es Jesús; ¡gloria divina, qué rico sabor!” El coro de este himno dice: “Esta es mi historia y mi canción, siempre alabando al Salvador” (100 Himnos Seleccionados, #24). No estamos alabando al Salvador por una buena casa ni por un automóvil costoso ni por una mansión celestial con calles de oro y puertas de perlas. Alabamos al Señor durante todo el día por el hecho de que Jesús es nuestro. Nosotros somos los que invocamos el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, Señor de ellos y nuestro. Para entender plenamente 1 Corintios 1:2 usted necesita Juan 1:1, 14 y 17; Juan 3:16 y 34 y Juan 15:26. Además, 1 Corintios 1:9 nos dice que fuimos llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. La palabra griega para comunión significa participación mutua, o sea, participación común. Dios nos ha llamado para entrar en la participación de Su Hijo. Hasta podemos decir que Dios nos ha llamado al disfrute de Su Hijo.

En 1 Corintios 15:45 vemos que “el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante”. Juan 1:14 nos dice quién es el postrer Adán. La Palabra que era Dios se hizo carne, y esta carne es el postrer Adán. El postrer Adán es el postrer Hombre en la carne. Esta persona, quien era el postrer Adán en la carne, llegó a ser el disfrute, debido a que El fue hecho un Espíritu vivificante. Este Espíritu no es el dador, sino el don disfrutado, es decir, el disfrute. Dios es el dador, el Hijo es el don y el Espíritu es el disfrute.

El problema básico entre muchos de los cristianos de hoy es que ellos sólo tienen al dador y al don. Ellos no experimentan al Espíritu como su disfrute. Es posible que nosotros los cristianos nos reunamos para adorar a Dios y alabar al Señor sin el Espíritu. Si éste es el caso, adoramos en una condición muerta, y oramos no en vida sino en muerte. Como cristianos creemos en Jesucristo y adoramos a Dios, pero debemos preguntarnos si hemos saboreado o no del Dios Triuno. Por ejemplo, un pastel de queso es maravilloso, pero ¿lo ha comido usted? ¿lo ha probado? ¿ha llegado a ser su disfrute? Si usted nunca lo ha comido, usted tiene el pastel de queso en vano. Todos nosotros debemos ver que tenemos que venir al Espíritu. El Hijo de Dios no es una Persona separada del Espíritu; más bien, el Espíritu es la transfiguración del Hijo. El Hijo es la corporificación del Dios Triuno y el Espíritu es la consumación del Dios Triuno. Esto quiere decir que el Dios Triuno ha sido consumado en este Espíritu para nuestro disfrute.

Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, no obtenemos ni al Hijo ni al Padre directamente. Cuando invocamos el nombre del Señor obtenemos al Espíritu. Todos podemos testificar que cuando invocamos “¡Oh Señor Jesús!”, obtenemos al Espíritu. Ya sea que nos arrepintamos o alabemos, el principio es el mismo. Podemos decir: “Oh Señor Jesús, me arrepiento de mis pecados” o “Señor Jesús, te alabo”. El punto es que cada vez que le invocamos, obtenemos al Espíritu, y el Espíritu es la Persona del Señor Jesús. Si llamo el nombre de cierta persona, vendrá a mí, si esa persona es real. Cuando llamamos al Señor Jesús, el Espíritu viene porque el Espíritu es la Persona de Jesús. Aun en 1 Corintios podemos ver que Dios nos dio a Cristo como nuestra porción, y que fuimos llamados por Dios al disfrute de esta Persona. El mismo disfrute de esta Persona es el Espíritu. Esta Persona era el postrer Adán, y este postrer Adán finalmente fue hecho el Espíritu vivificante.

Las naranjas no pueden comerse enteras. Primero la naranja tiene que ser cortada en partes y luego estas partes se ponen en la boca. Cuando la boca mastica las partes, éstas se convierten en jugo de naranja para entrar en la persona que las come. Podemos considerar a Dios como una naranja grande y a Cristo como las partes de la naranja. El jugo es el Espíritu. El jugo de la naranja es el extracto de la naranja, y el extracto de la naranja es el “espíritu” de la naranja. De la misma manera, el Espíritu de Dios es el extracto de Dios. Cuando tenemos al Padre, es como si tuviésemos una naranja grande. Cuando creemos en el Hijo, es como si tuviésemos muchas partes de naranja que aún están fuera de nosotros. Cuando recibimos estas partes dentro de nosotros como jugo, obtenemos el disfrute. Esto es la experiencia del Espíritu que todos debemos tener. El Cristo todo-inclusivo como la herencia, o sea, la porción de los santos (Col. 1:12) se convierte en nuestro disfrute como el Espíritu.

Ya hemos visto que en el libro de Hebreos Dios habla en el Hijo y que finalmente el que habla en realidad es el Espíritu. Además, conforme a nuestra experiencia hay otro versículo en el libro de Hebreos que es más excelente y maravilloso que Juan 3:16; este versículo es Hebreos 6:4. Juan 3:16 nos dice que Dios nos amó y nos dio a su Hijo unigénito para que tuviéramos vida eterna. Esto es maravilloso, pero Hebreos 6:4 nos dice que fuimos hechos partícipes del Espíritu Santo. Este versículo no nos dice que somos partícipes de bendiciones materiales, tales como buenas casas, grandes títulos universitarios, o altas posiciones. Nosotros los creyentes somos participantes del Espíritu Santo. El Espíritu es la totalidad, la suma total, el agregado, la consumación, del Dios Triuno. ¡Todos necesitamos ver que fuimos hechos participantes del Espíritu Santo, quien es la totalidad del Dios Triuno!

SIN INSULTAR AL ESPIRITU DE GRACIA

Hebreos 10:29 nos advierte que no insultemos al Espíritu de gracia. Efesios 4:30 nos dice que no contristemos al Espíritu Santo de Dios, lo cual significa entristecerle al desobedecerle. Sin embargo, insultar, despreciar, poner a un lado, pasar por alto o desatender al Espíritu es más serio. Ninguno de nosotros debe hacer esto. Todos necesitamos experimentar al Espíritu como la totalidad del Dios Triuno para nuestro disfrute.

AMOR, GRACIA Y COMUNION

En 1 Corintios vimos que Cristo es nuestro y que fuimos llamados a participar de esta porción, que como el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante. La conclusión de la segunda Epístola de Pablo a los Corintios dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (13:14). El amor, la gracia y la comunión están totalmente relacionados con la Trinidad divina. El amor es la fuente misma, la sustancia o esencia misma de la gracia. Esto es como el queso que es la esencia del pastel de queso. El amor es la esencia de la gracia de Cristo, y la comunión del Espíritu es el disfrute. El amor es la esencia de la gracia, la gracia llega a ser nuestro disfrute, y este disfrute es la comunión. El amor está con el Padre quien es la fuente, la gracia está con el Hijo quien es el curso, y el disfrute está con el Espíritu quien es la consumación misma.

GRACIA CON NUESTRO ESPIRITU

Finalmente, Filemón 25 dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. Este versículo no nos dice que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con nuestra mente fuerte, nuestra voluntad fuerte o nuestras emociones fluctuantes. La gracia del Señor Jesucristo está con nuestro espíritu. Este versículo prueba que la gracia del Señor debe de ser el Espíritu, debido a que está con nuestro espíritu. Dios es Espíritu y los que le adoran, deben adorarle en Espíritu (Jn. 4:24). Solamente nuestro espíritu puede participar del Espíritu. Por ejemplo, no puedo disfrutar un pastel de queso solamente mirándolo u oliéndolo. Ni tampoco puedo disfrutar el pastel de queso por medio de hacer investigaciones científicas, para hallar las vitaminas, los ingredientes y los elementos del pastel de queso. La única manera de disfrutar el pastel de queso es usar mi boca para comerlo. De la misma manera, necesitamos usar nuestro espíritu para disfrutar la consumación del Dios Triuno. ¡La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu! Dios es el dador, el Hijo es el don y el Espíritu es el disfrute en nuestro espíritu.

EL ESPIRITU QUE ANHELA CELOSAMENTE

Jacobo 4:5 dice que el Espíritu que mora en nosotros “nos anhela celosamente”. Jacobo menciona al Espíritu residente de Dios de una manera negativa concerniente a la abolición de la amistad con el mundo. Este Espíritu residente siempre se pone celoso cuando nos ve amando algo que no sea Dios. Cuando usted ama al mundo o a cualquier cosa material fuera de Dios, el Espíritu residente se encela. El, tal como un esposo, anhela verlo a usted amando a Dios de una manera absoluta. Cuando un esposo ve a su esposa amando a otra persona que no sea él, este esposo anhela celosamente. Dios como el Espíritu residente es nuestro Esposo y anhela celosamente cuando ve que amamos algo, alguien o alguna cosa fuera de El. Esto requiere que acabemos con cualquier cosa que amemos que no sea Dios. La palabra “morar” en Jacobo 4:5 también puede traducirse “hacer su hogar”. El Espíritu residente hace Su hogar en nosotros para ocupar todo nuestro ser (cfr. Ef. 3:17) para Dios, haciendo que seamos totalmente para nuestro Esposo.

Estudio-vida de Hebreos, Mensaje 68

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE SESENTA Y OCHO

UN VIVIR CONFORME A LA NATURALEZA DE DIOS

La filiación es el tema central de la revelación divina hallada en la Biblia. Dios se ha propuesto expresarse a Sí mismo. Pero, a fin de expresarse, Él necesita obtener muchos hijos. No debemos pensar que la salvación es el tema central de la revelación divina. No, el tema central de Su revelación es la filiación. Dios desea obtener muchos hijos. Cuando Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo, Su deseo era engendrar muchos hijos por medio de Él, y hacer que Su Hijo llegara a ser el Primogénito. Aunque el Señor Jesús vino por primera vez como el Hijo unigénito de Dios, cuando Él venga por segunda vez, vendrá como el Hijo primogénito (He. 1:6). Ser el Hijo primogénito significa que Él es el primero entre muchos hijos, el Primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:29).

EL SIGNIFICADO DE LA FILIACIÓN

En la Biblia, la filiación denota la expresión del Padre. Un hijo expresa siempre a su padre. Cuando uno mira a un niño, puede ver en él la expresión de su padre. Tal vez un padre requiera de un solo hijo que le exprese, pero el Padre divino, quien es infinitamente admirable y maravilloso, necesita de millones de hijos que le expresen. Un día la tierra será llena de los hijos de Dios y adondequiera que vayamos veremos la imagen del Padre, la expresión de Dios. Si usted lee detenidamente el Nuevo Testamento, verá que Dios no desea una compañía de pecadores redimidos y lavados, que hayan sido llevados al cielo. Esto no tiene ningún sentido. Lo que Dios desea es obtener muchos hijos que sean Su expresión corporativa y universal. Así, dondequiera que estos hijos estén, el Padre será expresado. En esto consiste la filiación. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Jn. 3:1). Éste es el concepto fundamental hallado en las Escrituras.

LOS HIJOS DE DIOS POSEEN LA NATURALEZA DIVINA

Si usted pasa algún tiempo con un padre y su hijo, descubrirá que el hijo no solamente lleva la imagen de su padre, sino que también posee su naturaleza. Por el hecho de ser el hijo del padre, el hijo posee la naturaleza de su padre. Del mismo modo, si verdaderamente hemos nacido de Dios, entonces poseemos Su naturaleza. La naturaleza que se encuentra en la vida es algo realmente significativo. Cada vida posee su propia naturaleza. La naturaleza de cierta vida es la sustancia misma de esa vida. Si la naturaleza no está presente, tampoco lo está la vida. Sin importar de cuál vida se trate, ya sea la vida vegetal, animal, humana o divina, mientras se trate de una vida, ésta tendrá su respectiva naturaleza. La sustancia y esencia de una vida es su naturaleza. Lo que la naturaleza es, también lo es la vida. Un manzano produce manzanas debido a la naturaleza del manzano. Del mismo modo, un perro tiene la vida de un perro porque ésta tiene una naturaleza canina, y un hombre posee la vida humana porque éste tiene una naturaleza humana. ¿Podríamos nosotros ser humanos sino tuviésemos una naturaleza humana? Por supuesto que no. La razón por la que somos seres humanos es que tenemos una naturaleza humana. Es debido a la naturaleza humana que todo lo que hacemos, pensamos y decimos tiene las características humanas. De la misma manera, todo lo que un perro hace corresponde con su naturaleza canina. Esta naturaleza es la fuente de la ley de la vida.

LA LEY DE VIDA ES LA OPERACIÓN
DE LA NATURALEZA DE LA VIDA

La ley de vida no solamente concuerda con la naturaleza de la vida, sino que también es la naturaleza misma de dicha vida. La ley que rige cierta vida procede de la naturaleza de esa misma vida. Debido a que determinada vida posee cierta naturaleza, ella tiene cierta ley. Por ejemplo, un manzano posee la naturaleza propia de un manzano; por tanto, la ley de vida que lo regula es la ley de la naturaleza del manzano. ¿Por qué un manzano produce manzanas? Porque la ley de vida lo regula conforme a la naturaleza de su vida. Esto nos muestra que la ley de vida es en realidad el trabajo que efectúa la naturaleza de la vida. Cuando la naturaleza de una vida opera, la ley que regula esa vida también opera. Supongamos que tenemos dos árboles, un manzano y un duraznero. Si estos árboles no producen fruto, no podremos ver su ley de vida. Pero si el manzano espontáneamente produce manzanas, y asimismo el duraznero produce duraznos, entonces podremos ver la operación de la ley de vida que regula a cada árbol según su respectiva naturaleza. Por lo tanto, la ley de vida es simplemente la operación, el funcionamiento, de la naturaleza de esa vida.

Suponga que en frente de usted están un perro y un hombre. Si el perro y el hombre permanecieran inmóviles, usted no podría ver la función de la ley de vida. Pero si el hombre se comporta de una manera humana, y el perro empieza a ladrar, estas acciones nos darán a conocer la manera en que opera la naturaleza en cada tipo de vida, es decir, la ley que rige a cada una de estas vidas. Suponga que usted le da órdenes al perro y le dice: “Perrito, quiero que imites al hombre. Te ordeno que lo sigas y que seas uno con él, y que hables y lo hagas todo igual que él”. Pero cuanto más le hable usted al perro de esta manera, más éste reaccionará según la ley de su propia naturaleza. Asimismo, si usted le dice al hombre que se comporte como un perro, le será imposible porque él no tiene la naturaleza de un perro.

EL HIJO UNIGÉNITO LLEGA A SER EL PROTOTIPO

Hemos visto que el deseo de Dios consiste en obtener muchos hijos. La forma en que Él cumple Su deseo es haciendo que Su Hijo unigénito sea el prototipo. El cristianismo ha pasado esto por alto porque nunca ha visto la diferencia que existe entre el Hijo unigénito y el Hijo primogénito de Dios. La mayoría de los cristianos piensan que significan lo mismo; sin embargo, la diferencia es enorme entre Jesús como el Hijo unigénito y Él como el Hijo primogénito. Como el Hijo unigénito, Él no era el prototipo. Para poder serlo, Él tenía que llegar a ser el Hijo primogénito de Dios. El Hijo unigénito de Dios sólo poseía divinidad pero no humanidad, mientras que el Hijo primogénito de Dios cuenta tanto con humanidad como con divinidad. Además, esta humanidad ha sido “hijificada”, es decir, ha sido engendrada de Dios en la resurrección de Cristo. En Salmos 2:7, Dios dijo acerca del Hijo: “Mi hijo eres Tú; Yo te engendré hoy”. Debido a que la naturaleza humana de Cristo, es decir, Su humanidad, fue “hijificada” en Su resurrección, Él ahora ya no es meramente el Hijo unigénito de Dios, sino el Hijo primogénito de Dios, que posee divinidad y humanidad. Por esta razón, Él es el prototipo.

LA REPRODUCCIÓN MASIVA DEL PROTOTIPO

La manera en que Dios lleva a cabo la reproducción masiva del prototipo difiere de la producción masiva en una fábrica. En una fábrica, primero se elabora un prototipo y luego conforme a éste se producen los artículos de forma masiva. Dios, en cambio, logra su propósito forjando este prototipo viviente, el Hijo primogénito, en nuestro ser, a fin de que sea nuestra vida y nuestra naturaleza. Esta vida es la vida divina, y esta naturaleza es la naturaleza divina. Ahora Dios está laborando para difundir esta vida y esta naturaleza divina, en cada parte de nuestro ser, y así transformar nuestro ser natural en el Hijo primogénito de Dios.

Según Romanos 12:2 y 2 Corintios 3:18, esto es la transformación. En el proceso de la transformación, el prototipo viviente se extiende de nuestro espíritu a cada parte de nuestro ser. La transformación depende enteramente de que la ley de vida sea impartida a nuestro espíritu. La ley que ha sido impartida a nuestro espíritu es la función de la vida divina, y dicha ley procede de la naturaleza de la vida divina. Desde el día en que esta ley entró a nuestro espíritu, ha estado esperando la oportunidad para extenderse a nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Con el tiempo, se propagará en todo nuestro ser. A medida que se extiende, esta ley, que es única, se convierte en varias leyes. Debido a que la ley es la operación de la naturaleza de la vida divina, al operar produce la filiación. Cuando ésta opera siempre produce la imagen de Dios.

LA DIFERENCIA QUE EXISTE ENTRE
LA LEY DE VIDA Y LA UNCIÓN

Prácticamente todos los cristianos se han desviado de esta ley y se han apartado de ella. De cien cristianos, probablemente menos de cinco conocen esta ley o han llegado a oír de ella. En el cristianismo, no se escucha ningún mensaje o predicación acerca de la ley de vida. Es debido a que tantos cristianos se han apartado de la ley de vida que necesitamos de la unción.

¿Cuál es la diferencia entre la ley de vida y la unción? Como hemos visto, en el Antiguo Testamento tenemos la ley y los profetas. El Antiguo Testamento incluye estas dos categorías de la palabra divina. Incluso en la antigüedad al Antiguo Testamento se le llamaba “la Ley y los Profetas”. ¿Cuál es la diferencia entre la ley y los profetas? ¿Por qué después de que Dios le dio la ley a Moisés, aún requirió de la ayuda de Elías, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y de los demás profetas? Anteriormente dijimos que la ley fue dada para que fuera el testimonio de Dios, ya que ésta fue promulgada conforme a la naturaleza del Legislador. Ya que las leyes que una persona promulga, manifiestan la clase de persona que ella es, tales leyes son el testimonio de dicha persona. La ley era el testimonio de Dios porque daba testimonio de la clase de Dios que Él es. Testificaba que Él era un Dios santo y justo, un Dios de luz y amor. Ya que Él es tal Dios, Su ley tenía esta naturaleza. En naturaleza, la ley era justa y santa, y estaba llena de luz y amor. Por consiguiente, la ley era el testimonio de Dios. Dios escogió a Israel de entre todas las naciones para que fuera Su pueblo, y deseaba que ellos fueran Su pueblo de acuerdo a lo que Él mismo es. Debido a que la ley revelaba lo que Dios es, los hijos de Israel tenían que ser el pueblo de Dios conforme a Su ley.

En el primer capítulo de Isaías vemos que los hijos de Israel se apartaron de Dios y de Su ley (Is. 1:4, 10). Si los israelitas nunca se hubieran apartado de la ley de Dios, no habrían sido necesarios los profetas. Pero, debido a que el pueblo se apartó, Dios tuvo que enviar los profetas para que los llamaran con reprensiones, y los exhortaran y encaminaran nuevamente hacia el testimonio de Dios. Dios no tenía la intención de hacer del ministerio de los profetas la norma. La norma de Su testimonio era la ley, y el ministerio de los profetas tenía como fin traer a Su pueblo, que estaba extraviado y apartado, a este asunto central: Su testimonio. Por lo tanto, el ministerio de los profetas consistía en recobrar al pueblo de Dios, que se hallaba en una condición caída, conduciéndolo nuevamente a Su ley.

Hemos visto que el Antiguo Testamento se compone de la ley y los profetas. ¿De qué entonces se compone el Nuevo Testamento? Se compone de la ley de vida y de la unción. La ley de vida reemplaza la ley de los mandamientos, y la unción reemplaza a los profetas. En uno de los mensajes anteriores, hicimos notar que la ley fue dada como un testimonio de la naturaleza de Dios y que los profetas fueron enviados como representantes de la Persona de Dios. Es por eso que los profetas cuando hablaban solían decir: “Así ha dicho Jehová”. Así pues, en la ley tenemos la naturaleza de Dios y en los profetas tenemos la Persona de Dios.

LA PRESENCIA DE DIOS Y LA NATURALEZA DE DIOS

Qué prefiere tener usted, ¿la naturaleza de Dios o la presencia de Dios que representa Su Persona? Para todos los cristianos la presencia de Dios es algo muy querido y precioso. En el cristianismo se habla mucho acerca de la presencia de Dios. Hemos oído que la presencia de Dios debe serlo todo para nosotros y que debemos hacerlo todo en la presencia de Dios. En el cristianismo, se les enseña a los creyentes a vivir y andar en la presencia de Dios, y se han escrito muchos libros sobre cómo vivir en la presencia de Dios. Pero, ¿dónde se puede encontrar un libro que nos diga que debemos llevar una vida conforme a la naturaleza de Dios? Si recibimos esta revelación, preferiremos la naturaleza de Dios a la presencia de Dios. Es posible que yo viva en la presencia de cierto hermano, que lo ame y ande con él. Sin embargo, él sigue siendo caucásico y yo sigo siendo un chino que vive en la presencia de un caucásico. ¿Qué sentido tiene eso? Ninguno. Simplemente vivir y andar en la presencia de Dios sin llegar a tener Su naturaleza no tiene mucho valor. Por miles de años, los ángeles han andado en la presencia de Dios, pero nunca han satisfecho Su deseo. Sólo una cosa puede conmover el corazón de Dios: un pueblo que viva y ande según Su naturaleza. El hecho de que una pulga ande en su presencia no significa nada, pero si ella vive según su naturaleza humana, eso sí sería excepcional. De manera que andar en la presencia de Dios no significa mucho, pero vivir por Su naturaleza y conforme a ella es un hecho trascendental. Sin embargo, la mayoría de los cristianos sólo conocen la presencia de Dios, y no conocen Su naturaleza.

DEBEMOS SER LIBERADOS DEL TRABAJO A LA VIDA

Debido a que la mayoría de cristianos conoce solamente la presencia de Dios, y no Su naturaleza, entienden fácilmente lo que significa la unción. Sin embargo, les es muy difícil profundizar en lo que significa la naturaleza. Hace poco, muchos santos testificaron que antes servían en la iglesia porque se les había designado hacerlo, pero que ahora sirven siendo guiados por la unción. Por ejemplo, algunos han dicho que ahora vienen a limpiar el salón de reuniones guiados por la unción. Esto es maravilloso. Sin embargo, después de que la unción los envía a limpiar el salón de reuniones, ¿con qué clase de vida ustedes realizan su servicio? Tal vez lo hagan de acuerdo con su viejo hombre. Así que, mientras que la unción nos guía a hacer ciertas cosas, la ley de vida está relacionada con nuestro vivir. Muy pocos cristianos prestan atención a este asunto de la vida. De manera que cuando oyen mensajes acerca de la vida, responden como lo hacían los judíos de la antigüedad: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” (Jn. 6:60). Sin embargo, cada vez que se hacen campañas de avivamiento, se entusiasman mucho. Así que, mientras que la unción está relacionada con actividades, la ley de vida tiene que ver con nuestra persona.

A Dios no le interesa lo que hacemos, sino lo que somos. Un ejemplo de esto lo vemos en la vida de Jacob, la cual consta en el libro Génesis. En el transcurso de su vida Jacob no hizo nada sobresaliente. No obstante, él estuvo continuamente en el proceso de la transformación divina. Aun mientras estaba en el vientre de su madre, Dios usó a Esaú para disciplinarlo. Como hemos mencionado en alguno de los mensajes del Estudio-vida de Génesis, su familia actuó coordinadamente para transformarlo. Después de huir de su propia casa, Jacob llegó a la casa de su tío Labán, y la mano de Labán estuvo sobre él. ¿Cree usted que Jacob desperdició su vida? Considera usted que alguien debió haber ido a la casa de Labán para hablar con Jacob y decirle: “Jacob, ¿por qué estás desperdiciando tu vida? ¿Por qué no te vas a los campos misioneros a establecer una iglesia? ¿Por qué no estableces en tu casa una reunión para estudiar la Biblia? ¡Tú estás perdiendo el tiempo viviendo aquí en la casa de Labán!”. En realidad, esos años no fueron desperdiciados. Dios no quiere que laboremos. Él puede lograr lo que quiere simplemente por Su palabra. Él llama las cosas que no son como existentes (Ro. 4:17). Si Él desea algo, todo lo que tiene que hacer es decir la palabra e inmediatamente lo que Él desea llega a existir. Él no necesita de nuestra ayuda. Sin embargo, Dios no podía decir simplemente: “Jacob, tú debes convertirte en Israel”. Para que Jacob llegara a ser Israel, se requería de un largo proceso. Es así como la vida opera.

Todos debemos ser liberados de hacer obras a la vida. En realidad, lo que cuenta no es si nos quedamos en nuestra casa o si vamos a limpiar el salón de reuniones. No estoy diciendo que no deba limpiarse el salón de reuniones. Lo que quiero decir es que no tiene mucha importancia que nos quedemos en la casa o que vengamos al salón de reuniones, o incluso que vayamos al cielo. Lo que cuenta verdaderamente es lo que somos. Si nos quedamos en casa, debemos quedarnos no sólo según la unción sino también conforme a la ley de vida. Quizá la unción guíe a algunos hermanos a quedarse en casa, pero, mientras están en casa, pelean con sus esposas porque ellos no viven conforme a la ley de vida. Es posible que mientras están en casa, sus esposas se sientan obligadas a orar, diciendo: “Señor, ten misericordia de mí y rescatame. Envía a mi esposo al local de reuniones. No quiero que se quede en casa porque me causa muchas molestias”. Cuando este hermano se queda en casa, le causa dificultades a su esposa; y cuando va a limpiar el salón de reuniones, es un problema para los hermanos. Adondequiera que va, le causa molestias a los demás debido a que no experimenta ningún cambio en vida. Tomemos un perro como ejemplo. Adondequiera que un perro va, fastidia a la gente. No piense que los perros que fastidian a la gente son solamente los que viven en lugares sucios y no los que viven en lugares limpios. El ambiente puede ser distinto, pero el perro sigue siendo el mismo. Del mismo modo, no importa si me quedo en casa o vengo a limpiar el salón de reuniones, sigo siendo lo que soy. Es posible que mi esposa tema que me quede en casa, y que los hermanos sientan lo mismo si voy al local. Tal vez digan: “Tengan mucho cuidado con ese hermano. No se metan con él, pues es muy frágil. Si lo tocan, puede quebrarse”. Así que, quizás este hermano sepa guiarse por la unción, pero no se rige por la ley de vida. La ley de vida, y no la unción, es la que opera un cambio en nosotros.

LA FUNCIÓN DE LA UNCIÓN

Pese a que la unción no produce un cambio interno en nosotros, sí cumple una función muy positiva. En primer lugar, nos amonesta, y en segundo lugar, nos dice que regresemos de nuevo a la ley de vida. Tal vez todos nosotros hayamos entendido incorrectamente 1 Juan 2:27, que dice: “Su unción os enseña todas las cosas”. La unción no nos enseña a hacer todas las cosas, sino que nos enseña a permanecer en Cristo. Quizás algunos hermanos y hermanas se pregunten si deben ir de compras y oren al Señor, diciendo: “Oh, Señor, ¿debo ir de compras o debo quedarme en casa? Señor, concédeme la unción”. Pero el Señor le dirá: “A mi unción no le interesa si te vas de compras o si te quedas en casa; lo único que le interesa es que tú permanezcas en Mí. Mientras permanezcas en Mí, puedes ir a cualquier parte. Si permaneces en Mí, todo lo que hagas estará bien”. Si permanecemos en Cristo, podemos ir a cualquier parte. Pero no olvide esta frase crucial: “si permanecemos en Cristo”. Mientras que permanezcamos en Cristo, a Dios no le interesa adónde vamos ni lo qué hacemos. A muchos hermanos les preocupa el asunto del matrimonio y oran al Señor, diciendo: “¿Señor, debo casarme con esta hermana?”. Algunos pueden testificar que aunque oraron de esa manera, el Señor nunca respondió sus oraciones. Algunos hermanos jóvenes han orado, diciendo: “Señor, muéstrame si esta querida hermana es la que has escogido para mí”. Pero cuanto más oran de esta manera, más confundidos se sienten. Sé de algunas hermanas que han orado por diez años acerca de este asunto sin recibir ninguna respuesta. Si el Señor les respondiera, probablemente les diría: “Lo que me interesa no es con quién te casarás sino que permanezcas en Mí. Si permaneces en Mí, puedes casarte; de lo contrario, no deberías casarte ni siquiera con el mejor hermano del mundo”. Lo único que cuenta es si permanecemos o no en el Señor. En la economía de Dios, lo que importa no es lo que hacemos, sino lo que somos. Esto es lo que realmente cuenta. Y lo que somos depende de la vida conforme a la cual vivamos día tras día.

SER RECOBRADOS A LA LEY DE VIDA

En la antigüedad, el pueblo de Israel se desvió de lo más central, de la ley de Dios, y Dios envió profetas para regresarlos. Hoy la mayoría de los cristianos están lejos de lo que Dios considera lo más crucial: la ley de vida. Por esta razón se escribió la epístola de 1 Juan a los cristianos que habían caído en degradación, a fin de volvieran a ser guiados por la unción. La ley de vida es un asunto fundamental. Es por eso que se menciona en el libro de Romanos, un libro que contiene enseñanzas fundamentales. La unción, por el contrario, no se menciona en ninguno de los libros que abordan temas fundamentales, sino en un libro que confronta la degradación, debido a que muchos cristianos se habían distraído con las enseñanzas que fomentaban los anticristos. El apóstol Juan, en su primera epístola, les dijo a los creyentes que prestaran atención a la unción. Era como si les estuviese diciendo: “La unción os dirá qué hacer y adónde ir. No prestéis atención a las enseñanzas de los anticristos; más bien, obedeced la unción. La unción os traerá de regreso a la ley de vida”. Así pues, el segundo capítulo de 1 Juan nos trae de regreso a Romanos 8. Por supuesto, si viviéramos conforme a Romanos 8, no necesitaríamos del capítulo dos de 1 Juan. Asimismo, si los israelitas nunca se hubieran desviado de la ley de Dios, no habrían sido necesarios los profetas. De aquí en adelante, debiéramos vivir conforme a la ley de vida y no simplemente proceder de acuerdo con la unción.

Aunque a Dios le importa más Su naturaleza, de todos modos Su presencia es nuestra salvaguarda. La naturaleza divina está en nosotros, y debemos vivir conforme a ella. En otras palabras, debemos vivir regidos por la ley de vida. Sin embargo, frecuentemente nos distraemos. En esos momentos, la presencia de Dios nos guardará, nos vigilará y amonestará. Si nos desviamos de la ley de vida, la unción nos dirá: “¡No te apartes!”. Después que decimos: “Señor, me arrepiento”, entonces la unción nos dirá que debemos regresar nuevamente a la ley de vida. En un mensaje anterior, dije que debemos vivir conforme a la ley de vida y proceder de acuerdo con la unción. La unción representa la presencia de Dios, la cual nos guía, nos corrige y nos conduce de nuevo a Su naturaleza. Debemos vivir de acuerdo con la ley de vida, es decir, debemos vivir y andar conforme a la naturaleza de Dios.

¿Por qué es tan fácil para nosotros entender el tema de la unción y tan difícil profundizar en el significado de la ley de vida? Es fácil conocer a un hermano por su presencia. Incluso con una ligera mirada, podemos reconocer fácilmente su presencia. Pero requerimos mucho tiempo para conocer su naturaleza. Tal vez su esposa, que lleva muchos años viviendo con él, pueda haber llegado a conocer su naturaleza. Tal vez conocemos el rostro de ese hermano pero no conocemos su naturaleza. De la misma manera, es fácil comprender la presencia de Dios, pero es muy difícil reconocer Su naturaleza, la cual está en nuestro ser. Simplemente decirle a la gente que ande en la presencia de Dios es algo más bien natural y religioso. Esto no tiene que ver con la vida. Pero conocer la naturaleza de Dios en nuestro ser interior, y vivir conforme a ella es algo extremadamente profundo. Sin embargo, esto es lo que Dios desea.

LO QUE REALMENTE LE IMPORTA A DIOS

A Dios no le importa lo que hacemos, sino lo que somos conforme a Su naturaleza, la cual está en nosotros. A Él no le interesa tanto lo que le digamos a nuestras esposas, sino la vida por la cual les hablamos. ¿Conforme a cuál naturaleza le habla usted a su esposa? Tal vez a veces usted diga: “Te amo querida esposa”. Aunque esto suena bien, es posible que usted sólo esté siendo diplomático. Todo lo que digamos por quedar bien, aun si son palabras afectuosas, son como miel fermentada porque proceden de nuestra naturaleza corrupta, no de la naturaleza divina que está en nuestro ser. Asimismo, a Dios no le importa si usted emigra a los campos misioneros, sino la vida por la cual usted decide hacerlo. Yo no voy a ningún sitio pecaminoso, porque la naturaleza divina, que está en mí, no me lo permite. Yo no vivo regido por preceptos religiosos, sino conforme a la naturaleza divina que está en mí. Si vivimos conforme a la naturaleza divina día tras día, seremos saturados de Cristo y seremos transformados a Su imagen. Durante los veinte años en que Jacob estuvo en la casa de Labán, no hizo nada; sin embargo, él experimentó mucha transformación. Jacob no fue transformado de un momento a otro; más bien, este proceso tardó más de veinte años.

El servicio en la vida de iglesia, no es solo un asunto de servir según la unción y no de servir conforme a métodos humanos. Si realizamos nuestro servicio de esta manera, en poco tiempo terminaremos peleándonos unos con otros. Incluso disputaremos acerca de la limpieza de las sillas. Un hermano tal vez diga: “¿Acaso no sabes que este es mi territorio? No vengas aquí y déjame tranquilo. Vete a limpiar otro lugar”. La manera en que este hermano limpia las sillas es conforme a su naturaleza corrupta. Aunque quizás la unción lo haya guiado a hacerlo, él limpia conforme a su naturaleza caída. Seguir la unción no es tan importante como vivir conforme a la ley de vida. Tal vez la unción nos haya enviado a todos a limpiar el salón, pero no habrá ninguna edificación entre nosotros. Es posible que todos tengan una actitud independiente y digan: “No me molesten. El servicio de la iglesia ahora se lleva a cabo de una manera nueva. Anteriormente se llevaba un orden y una secuencia. Y como yo era el último, no podía opinar nada; pero ahora soy igual que todos. No me digan lo que debo hacer. Yo no estoy más bajo su supervisión, sino que sigo la unción”. Si esta actitud no se manifiesta inmediatamente, se manifestará después de unas cuantas semanas. Un hermano que dice seguir la unción, pero no vive según la ley de vida, quizás diga: “No somos parte de una organización; somos parte de un organismo”. En realidad, se trata del “organismo” que tiene una naturaleza corrupta. Si procedemos de esta forma, no habrá edificación. Hasta ahora no he encontrado ningún versículo del Nuevo Testamento que diga que la edificación se produce por medio de la así llamada unción. Pero en Romanos y Efesios podemos ver que la edificación se produce por medio del crecimiento de vida. Cuanto más crezcamos, más se verá la edificación.

¿Cómo podemos crecer en vida? Obedeciendo la unción, la cual nos enseña a permanecer en Cristo. Y permanecer en Cristo significa vivir de acuerdo con Su naturaleza. Su naturaleza está operando dentro de nosotros. Como hemos visto, la ley de vida es la operación de la naturaleza de esa vida. Cuanto más vivamos de acuerdo con esta ley de vida, más llegaremos a ser la clase de personas que Dios desea.

LA CONSUMACIÓN DE LA OBRA DE DIOS

La Biblia nos revela que la obra que Dios realiza a través de los siglos llegará a Su consumación como la Nueva Jerusalén. La consumación de Su obra no será una obra más, porque en la Nueva Jerusalén no se llevará a cabo ninguna labor. La Nueva Jerusalén será un organismo que tiene la imagen de Dios. Por ende, el ser mismo de la Nueva Jerusalén será la expresión de Dios. La vida de iglesia hoy en día debe ser una miniatura de la Nueva Jerusalén.

No debemos darle tanta importancia a lo que hacemos; más bien, debemos prestar atención a lo que somos, es decir, a lo que somos en conformidad con la naturaleza divina que mora en nosotros. Me gustaría mucho que un hermano o hermana pudiera testificar, diciendo: “Le doy gracias a Dios porque en estos días he estado viviendo conforme a la ley de vida. Anoche me distraje de la ley de vida, pero la unción me detuvo y me dijo que regresara a la naturaleza divina que está en mí. Unos minutos después lo hice y ahora, una vez más, estoy viviendo conforme a la ley de vida”. También me gustaría escuchar a un hermano decir: “Esta mañana comencé a hablar con mi esposa de una manera amable, mas diplomática y, debido a que mis palabras no concordaban con la naturaleza divina que está en mí, no pude ni siquiera terminar lo que había empezado a decir”. Aprendamos a vivir conforme a la ley de vida. La unción es la presencia de Dios que nos dirige, corrige y nos trae de vuelta a la ley de vida. Pero la ley de vida es la que opera una transformación en nosotros. Si los hermanos y hermanas que están en las iglesias viven de acuerdo con la naturaleza divina que está en Su ser, el Señor obtendrá un testimonio prevaleciente en la tierra hoy. Este testimonio avergonzará al enemigo y traerá al Señor de regreso. Esto es lo que el Señor anhela. Todos debemos ver que no simplemente se trata de seguir la unción, sino que es absolutamente un asunto de vivir conforme a la ley de vida, esto es, conforme a la operación de la naturaleza divina, la cual Dios ha depositado en nuestro ser. A medida que opera en nosotros, la naturaleza divina nos transforma y conforma a la imagen del Hijo primogénito de Dios, hasta hacernos exactamente iguales a Él. De esta manera, Dios obtendrá la filiación completa para Su expresión corporativa.

Búsqueda de la verdad de Hebreos del 2024 – Semana 40

Nivel 1 – Estudio Secuencial

Escritura: He. 13:20-25

Estudio-Vida de Hebreos:
E-V de Hebreos, mensaje 69


Nivel 2 – Estudio Temático de Hebreos

Semana 40: Entrando atraves del Velo y Saliendo hacia Él, Fuera del Campamento

Escritura: He. 13:8-14

Lectura asignada
(E-V: Estudio-vida, E-C: Estudio-cristalización, CNT: Conclusión del Nuevo Testamento):
E-V de Hebreos, mensaje 55

E-V de Hebreos, mensaje 56

E-V de Hebreos, mensaje 57

Lectura suplementaria:
Un esbozo general del Nuevo Testamento a la luz de Cristo y la iglesia, Un – Parte 3: Hebreos a Judas, capitulo 28

Versos de referencia para leer (Versión recobró):
He. 13:13 nota “salir fuera”

Versos para meditar, orar, memorizar y copiar:
He. 13:20-25

Himno sugerido: 257

Preguntas de estudio de nivel 2

  1. ¿Cuál es el contexto del Antiguo Testamento para entrar asta dentro del velo y salir hacia Él fuera del campamento?
  2. ¿Cuál es el significado del encargo, es decir, entrar asta dentro del velo y salir hacia Él fuera del campamento, al final del libro de Hebreos?
  3. ¿Cómo podríamos hoy necesitar entrar asta dentro del velo y salir hacia Él fuera del campamento?
  4. ¿Cuál es el significado de Él Cap? 13:20-21 como conclusion final en el libro de Hebreos?

Acceso a los materiales

Búsqueda de la verdad de Hebreos del 2024 – Semana 39

Nivel 1 – Estudio Secuencial

Escritura: He. 13:8-19

Estudio-Vida de Hebreos:
E-V de Hebreos, mensaje 67

E-V de Hebreos, mensaje 68


Nivel 2 – Estudio Temático de Hebreos

Semana 39: El Dios Tri-uno en Hebreos

Escritura: He. 1-13

Lectura asignada
(E-V: Estudio-vida, E-C: Estudio-cristalización, CNT: Conclusión del Nuevo Testamento):
E-V de Hebreos, mensaje 63

E-V de Hebreos, mensaje 66

E-V de Hebreos, mensaje 68

Lectura suplementaria:
La economía neotestamentaria de Dios, capitulo 17

El Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, capitulo 11

El Espíritu en las epístolas, capitulo 10

Versos de referencia para leer (Versión recobró):
He. 9:14 nota “Eterno”

Versos para meditar, orar, memorizar y copiar:
He. 13:8-19

Himno sugerido: 86

Preguntas de estudio de nivel 2

  1. ¿Cuáles son algunos aspectos revelados del Espíritu en el libro de Hebreos?
  2. ¿Cuál es el significado del Espíritu “Eterno” en la economía de Dios?
  3. ¿Cuál es el significado del Espíritu de Gracia?
  4. ¿Cuál es el significado del espíritu humano en el libro de Hebreos?

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