ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS
MENSAJE CUARENTA Y CUATRO
ACERQUÉMONOS AL LUGAR SANTÍSIMO
Y NO RETROCEDAMOS AL JUDAÍSMO
En este mensaje llegamos a una sección muy sobria y solemne del libro de Hebreos (10:19-39). Los capítulos 7, 8 y 9, así como los primeros dieciocho versículos del capítulo 10, son muy emocionantes. Sin embargo, a partir del versículo 19 de éste capítulo, el escritor nos hace otra advertencia. Muchos cristianos no entienden el contenido de esta advertencia. Es por eso que en este mensaje debemos ver este asunto claramente.
Esta cuarta advertencia, que encontramos en Hebreos, nos exhorta a acercarnos al Lugar Santísimo y a no retroceder al judaísmo. En el capítulo 9 vimos los dos tabernáculos, que representan dos pactos y dos eras. El peligro consiste en retroceder al primer tabernáculo en vez de acercarnos al segundo. Debemos dejar atrás el primer tabernáculo, el primer pacto y la primera era, y seguir adelante para entrar al segundo tabernáculo, a la segunda era o dispensación. Debemos avanzar al Lugar Santísimo, entrar en la dispensación del nuevo pacto y vivir en la nueva era. Después de presentar un cuadro completo de estas cosas, el escritor se mostró muy preocupado por que los creyentes hebreos no siguieran adelante. Así que les hizo una advertencia en la que les mostraba el peligro de retroceder al judaísmo y no acercarse al testamento nuevo. Era como si les dijese: “Creyentes hebreos, debéis acercaos del lugar donde estáis titubeando. Si no lo hacéis, estáis en peligro de retroceder”. En este pasaje se hace un contraste muy marcado entre acercarse y retroceder. ¡Es muy serio retroceder! Ya que retroceder es algo tan terrible, debemos prestar atención a esta cuarta advertencia tomándola muy en serio.
Primero, quisiera hablar sobre la expresión “acerquémonos”. Esta expresión aparece cuatro veces en Hebreos con respecto a tres asuntos. En 4:16 se nos dice que debemos acercarnos al trono de la gracia; en 7:25 y 11:6 se nos dice que nos acerquemos a Dios; y en 10:22 se nos exhorta a acercarnos al Lugar Santísimo. Por supuesto, la frase “Lugar Santísimo” en 10:22 debe aparecer en letra cursiva, ya que no se encuentra en el texto original griego. Sin embargo, si examinamos el contexto a partir del versículo 19, veremos que ciertamente nos está diciendo que nos acerquemos al Lugar Santísimo. La versión King James, que es la versión más popular de la Biblia en inglés, dice en 10:22 que debemos acercarnos, pero no especifica a qué debemos acercarnos. Después de mucho estudio, he llegado a la conclusión que la mejor traducción de la palabra en griego no es “vengamos”, ni “vengamos mas cerca” como algunas versiones la ponen, sino debería ser “venid hacia adelante”, o “acerquémonos”. Así pues, debemos acercarnos al Lugar Santísimo, al trono de la gracia y a Dios mismo.
Dios está en el trono de la gracia, y el trono de la gracia está en el Lugar Santísimo. Éste es el panorama de la era del nuevo pacto. Dondequiera que nos encontremos debemos acercarnos al Lugar Santísimo, al trono de la gracia y a Dios mismo. Al hacerlo, nos acercamos a la nueva era, a la nueva economía, dispensación y administración, en la cual y por medio de la cual Dios cumple Su propósito. El propósito eterno de Dios sólo se puede cumplir con Dios sentado en el trono de la gracia, que está en el Lugar Santísimo, en esta era del nuevo pacto. Acercarnos no tiene que ver solamente con nuestra salvación, ni siquiera con nuestra glorificación, sino más bien con el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Ser salvos o glorificados no se compara con el hecho de que Dios cumpla Su propósito eterno. Éste es un asunto de mayor trascendencia. Damos gracias a Dios por habernos incluido en Su propósito. Así que, el hecho de que nos acerquemos y disfrutemos del nuevo testamento está absolutamente relacionado con Él y Su propósito. Nos acercamos y disfrutamos del testamento nuevo para que Él sea expresado y Su propósito se lleve a cabo. Para esto se requieren cuatro asuntos: el Dios que está sentado en el trono, el trono de la gracia, el Lugar Santísimo y la era del nuevo pacto. Si falta alguno de ellos, es imposible que Dios pueda cumplir Su propósito. ¡Cuán serio es esto!
No sólo los paganos y los gentiles se encontraban lejos de estos cuatro asuntos, sino también los judaizantes quienes se aferraban al antiguo pacto. Asimismo, hoy muchos cristianos están lejos de estos asuntos. Es por eso que se nos hace el llamado a acercarnos. Gracias a Dios, hoy estamos bajo un cielo despejado y podemos entender que acercarnos aquí significa acercarnos al Lugar Santísimo, al trono de la gracia y a Dios mismo, y que esto significa acercarnos a la dispensación del nuevo pacto. ¿Dónde se halla usted en este momento? ¿Está todavía junto al altar contemplando a Aquel que fue coronado de espinas, o se encuentra junto al trono de la gracia en el Lugar Santísimo contemplando a Aquel que fue coronado de gloria? ¡Cuánto necesitamos acercarnos! Acercarnos es el enfoque del libro de Hebreos, y por eso es extremadamente crucial que todos veamos esto. Una vez que lo veamos, jamás debemos apartarnos de ello.
I. EL PRIMER TABERNÁCULO, EL LUGAR SANTO,
ERA UNA FIGURA
El primer tabernáculo, que es el Lugar Santo, era apenas una figura, y no la realidad. Como hemos visto, todo lo que se encontraba en el Lugar Santo, como la mesa de los panes de la proposición y el candelero, eran tipos de Cristo, y no la realidad misma.
II. EL SEGUNDO TABERNÁCULO, EL LUGAR SANTÍSIMO, ES HECHO REAL PARA NOSOTROS
MEDIANTE LA DISPENSACIÓN DEL NUEVO PACTO
El segundo tabernáculo, que es el Lugar Santísimo, es hecho real para nosotros mediante la dispensación del testamento nuevo (9:3, 8, 10). El Lugar Santísimo es una realidad, y es hecho real para nosotros mediante la dispensación del nuevo pacto en la cual experimentamos ahora su realidad. La presencia de Dios, Su gloria shekiná, el lugar donde Dios se reúne con el hombre y el hablar de Dios, los cuales se encuentran en el Lugar Santísimo, son reales. No son tipos sino realidades que podemos aprehender y experimentar en la dispensación del testamento nuevo.
III. LA ERA DEL ANTIGUO PACTO HA CONCLUIDO
Y LA DISPENSACIÓN DEL NUEVO PACTO
HA SIDO INAUGURADA
La era del antiguo pacto llegó a su fin por medio de la muerte de Cristo, y la dispensación del nuevo pacto fue inaugurada mediante Su resurrección y ascensión. En Su ascensión, Él es el “Sumo Sacerdote de los bienes que ya han venido” (9:11). Como tal, Él está ahora ministrando en el “mayor y más perfecto tabernáculo” en los cielos para hacer cumplir el nuevo pacto con miras a la economía de Dios.
IV. EL CAMINO PARA ENTRAR AL LUGAR SANTÍSIMO
HA SIDO ABIERTO
El versículo 19 dice: “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús”. Hoy en día el Lugar Santísimo está en los cielos, donde está el Señor Jesús (9:12, 24). Entonces, ¿cómo podemos entrar al Lugar Santísimo mientras todavía estamos en la tierra? La clave es nuestro espíritu, al cual se hace referencia en 4:12. El propio Cristo que ahora está en los cielos también está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Como la escalera celestial (Gn. 28:12; Jn. 1:51), Él une nuestro espíritu con el cielo y trae el cielo a nuestro espíritu. Por consiguiente, cada vez que nos volvemos a nuestro espíritu, entramos en el Lugar Santísimo. Allí nos reunimos con Dios, quien está en el trono de la gracia.
Nosotros entramos al Lugar Santísimo por el camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros a través del velo, esto es, de Su carne (v. 20). El camino hacia el Lugar Santísimo ya fue abierto . La palabra griega traducida “nuevo” en este versículo significa “recién abierto”. Por medio de la muerte de Cristo en la cruz, hay un camino “recién abierto” para nosotros. ¿Qué tuvo que ser rasgado para que se abriera este camino? No sólo la carne sino también toda la vieja creación. En este versículo, el velo, el cual es Su carne, representa la vieja creación, en la cual estamos incluidos todos nosotros. Sobre el velo había querubines bordados (Éx. 26:31), los cuales representan a las criaturas (Ez. 10:15). Así que, cuando el velo fue rasgado, los querubines también lo fueron. Esto significa que, cuando la carne de Cristo, tipificada por el velo, fue crucificada, todas las criaturas fueron crucificadas juntamente con ella. La carne de Cristo fue crucificada. Según Mateo 27:51, cuando el Señor Jesús murió, el velo se rasgó de arriba abajo, lo que significa que no fue rasgado por nadie que estuviese en la tierra, sino por Dios mismo desde los cielos. Se le dio muerte a la vieja creación y un camino nuevo y vivo ha sido abierto que nos conduce al Lugar Santísimo. Ahora, a través del velo rasgado de Su carne y mediante la sangre de Jesús, podemos entrar al Lugar Santísimo. Su muerte y Su sangre todavía están disponibles para nosotros hoy.
El velo mencionado en el versículo 20 es el segundo velo (9:3) dentro del tabernáculo, velo que representa la carne de Cristo. Cuando la carne de Cristo fue crucificada, el velo fue rasgado (Mt. 27:51), abriendo así el camino para que nosotros, los que antes estábamos alejados de Dios, representado por el árbol de la vida (Gn. 3:22-24), entráramos en el Lugar Santísimo para tener contacto con Él y tomarle como el árbol de vida y así disfrutarlo. Esto denota que por haber sido crucificado nuestro viejo hombre junto con Cristo, tenemos un camino abierto para tener contacto con Dios y disfrutarlo en nuestro espíritu como nuestra vida y nuestro suministro de vida.
V. TENGAMOS FIRME CONFIANZA
PARA ENTRAR AL LUGAR SANTÍSIMO VALIÉNDONOS
DE LOS MEJORES SACRIFICIOS DE CRISTO
Basándonos en los mejores sacrificios de Cristo podemos tener firme confianza para entrar al Lugar Santísimo (9:23; 10:19). Entrar al Lugar Santísimo no es algo insignificante, ya que allí está Dios mismo sobre el trono de la gracia. Para entrar allí requerimos de mucha confianza, y podemos obtenerla basándonos en la muerte y la sangre de Cristo. Es por la muerte de Cristo y Su sangre que tenemos tal confianza para entrar al Lugar Santísimo cada vez que deseemos hacerlo, no como el sumo sacerdote en el Antiguo Testamento, que solo podía entrar allí una vez al año.
VI. TENEMOS UN GRAN SACERDOTE
SOBRE LA CASA DE DIOS
El versículo 21 nos dice que tenemos “un gran Sacerdote sobre la casa de Dios”. Esto es muy profundo. Ya vimos que nosotros somos la casa de Dios (3:6), pero si nos encontramos en el atrio, no estamos en el lugar correcto para ser la casa de Dios. Si hemos de ser la casa de Dios, debemos acercarnos al Lugar Santísimo, pues es solamente allí donde Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, cuida de la casa de Dios. Ya que el Lugar Santísimo está unido a nuestro espíritu, sólo podemos ser la casa de Dios cuando estamos en nuestro espíritu. Si nos volvemos de nuestro espíritu a nuestra carne, no seremos más la casa de Dios sino una casa de escorpiones y serpientes. Cuando los cristianos pelean y discuten unos con otros, ya no son la iglesia, la casa de Dios, sino una casa de escorpiones y serpientes. A pesar de que son salvos, no viven conforme a la vida que los ha salvado sino conforme a la vida de un escorpión. Según Efesios 2:22 la casa de Dios se halla en el espíritu. Si vivimos como escorpiones, jamás podremos disfrutar de la presencia de Cristo. Es sólo en el Lugar Santísimo, en el espíritu, que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, cuida de la casa de Dios.
VII. ACERQUÉMONOS
AL LUGAR SANTÍSIMO
Acerquémonos al Lugar Santísimo (v. 22), esto es, a la dispensación del nuevo pacto. El Lugar Santísimo no sólo denota un lugar, sino también un pacto, una era y dispensación. En el capítulo 9 vimos claramente que el tabernáculo no sólo denota un lugar, sino que además simboliza un pacto y una era. El llamado que se nos hace a acercarnos al Lugar Santísimo es también un llamado a avanzar al nuevo pacto y a la era de este nuevo pacto. Debemos acercarnos al Lugar Santísimo con un corazón sincero y en plena certidumbre de fe, teniendo nuestros corazones purificados de mala conciencia con la aspersión de la sangre, y nuestros cuerpos lavados con agua pura. Si queremos acercarnos al Lugar Santísimo, nuestro corazón debe ser sincero, debemos venir en plena certidumbre de fe, con una conciencia que ha sido rociada con la sangre y con todo nuestro ser lavado. No debemos considerar éste asunto a la ligera. Más bien, debemos tomarlo muy seriamente.
VIII. DEBEMOS MANTENER FIRME
Y SIN FLUCTUAR
LA CONFESIÓN DE NUESTRA ESPERANZA
“Nuestra esperanza” (v. 23) se refiere a Cristo y a todo lo que participaremos de Él. Él es nuestra esperanza de gloria (Col. 1:27). La redención de nuestro cuerpo, la cual Él mismo llevará a cabo en Su segunda venida, es también nuestra esperanza. Incluso ahora, Él, como nuestra vida indestructible, es nuestra esperanza, no importa cuál sea nuestra situación. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote que tiene un ministerio más excelente en virtud de Su sacerdocio real y divino, es nuestra esperanza en nuestra vida cotidiana. Al interceder por nosotros, Él nos cuida y puede salvarnos por completo. Esto es lo que creemos y lo que confesamos. Por tanto, debemos mantener firme esta confesión sin fluctuar en la fe, a fin de acercarnos y entrar al Lugar Santísimo para disfrutar del Cristo celestial.
IX. CONSIDERÉMONOS UNOS A OTROS
PARA ESTIMULARNOS AL AMOR
Y A LAS BUENAS OBRAS
Si queremos tener una vida de iglesia apropiada, debemos considerarnos unos a otros (v. 24). Aislarnos de los demás hermanos es cometer suicidio en la vida de iglesia. En cambio, considerarnos unos a otros incrementa la vida divina, mediante la cual nos estimulamos al amor y a las buenas obras. Las buenas obras mencionadas en este versículo como también en 13:21, se refieren a las buenas cosas que, a los ojos de Dios, se relacionan principalmente con el cumplimiento de Su propósito. Si nos consideramos unos a otros de esta manera, seremos resguardados en la vida de iglesia.
X. NO DEBEMOS ABANDONAR LA IGLESIA
PARA PECAR VOLUNTARIAMENTE
Ahora llegamos a un tema muy crucial. El escritor advirtió a los creyentes hebreos a que no dejaran de congregarse para pecar voluntariamente, regresando al judaísmo a fin de ofrecer sacrificios por el pecado, el cual ya había sido anulado (vs. 25-26, 18). Los versículos 25 y 26 dicen: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”. Si los creyentes hebreos retrocedían al judaísmo para ofrecer otra vez los mismos sacrificios por el pecado, estarían haciendo algo que Dios ya había anulado. Para los creyentes hebreos, en su tiempo y en su situación, dejar de congregarse habría sido abandonar la manera de tener contacto con Dios según el nuevo pacto, o sea, abandonar la iglesia y volver a su antigua religión, al judaísmo. Esto habría interrumpido la administración de la gracia de Dios, lo cual constituye un pecado serio delante de Dios. Al hacer esto, ellos habrían pecado “voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad”. Aquí la verdad se refiere a las cosas reveladas en los capítulos y versículos anteriores; tales cosas les dieron a los creyentes hebreos el pleno conocimiento de que Dios había anulado el antiguo pacto y establecido el nuevo. Pecar voluntariamente significa dejar de congregarse en la iglesia. Los creyentes hebreos habían sido instruidos a abandonar el judaísmo y permanecer bajo el nuevo pacto. Si a pesar de eso ellos hubieran vuelto al judaísmo, habrían dejado de congregarse en la iglesia. A los ojos de Dios esto habría constituido un pecado voluntario, ya que habría sido cometido después de haber recibido el conocimiento de la verdad, después de saber que Dios había abandonado el judaísmo, que fue formado según el antiguo pacto, y había iniciado un camino nuevo y vivo por el cual se podía acercar uno a Él conforme al nuevo pacto.
El versículo 26 dice que para aquellos que pecan voluntariamente “ya no queda sacrificio […] por los pecados”. Si los creyentes hebreos hubieran abandonado la iglesia y regresado al judaísmo, no habría quedado sacrificio por los pecados de ellos en la economía de Dios, porque todos los sacrificios del antiguo pacto ya habían sido completamente reemplazados por el único sacrificio de Cristo. Puesto que Cristo se ofreció una vez para siempre como sacrificio por nuestros pecados (7:27; 10:10, 12), el sacrificio por los pecados cesó (10:2). Cristo quitó el sacrificio por el pecado (10:9) y se ofreció a Dios como el verdadero sacrificio por nuestros pecados. Muchos maestros de la Biblia interpretan erróneamente el versículo 26, diciendo que si pecamos voluntariamente después de haber sido salvos, nuestros pecados no podrán ser perdonados debido a que no queda más sacrificio por ellos. ¡Esta interpretación es terrible! Como hemos visto, el pecado voluntario mencionado aquí es el de apartarse de la iglesia y regresar al antiguo pacto después de saber que Dios lo anuló y estableció uno nuevo. Abandonar la iglesia y regresar al judaísmo para ofrecer sacrificios por el pecado cuando no hay más tal cosa, equivalía, a los ojos de Dios, a pecar voluntariamente.
A. Regresar al judaísmo equivalía
a pisotear al Hijo de Dios
El versículo 29 dice: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios?”. En el nuevo pacto, el Hijo de Dios reemplaza todos los sacrificios del antiguo pacto. Si los creyentes hebreos hubieran vuelto al judaísmo para ofrecer cualquiera de los sacrificios antiguos, en efecto habrían pisoteado al Hijo de Dios. Lo estarían menospreciando, ignorando y pisoteando.
B. Regresar al judaísmo equivalía
a tener por común la sangre del pacto
El versículo 29 también habla de tener por común la sangre del pacto. Si los creyentes hebreos hubieran vuelto al judaísmo para ofrecer los sacrificios antiguos, confiando así en la sangre de los animales inmolados, en efecto habrían considerado la preciosa sangre de Cristo como algo común. Esto habría sido negar seriamente la obra redentora de Cristo. Puesto que la sangre de animales era común, podía ser ofrecida muchas veces. Sin embargo, si después de haber recibido a Cristo, los creyentes hebreos hubieran vuelto al judaísmo para ofrecer otra vez sacrificios por el pecado, estarían considerando la sangre de Cristo igual que la sangre de animales. Esto es un insulto para Cristo.
C. Regresar al judaísmo equivalía
a ultrajar al Espíritu de gracia
Este versículo también habla acerca de ultrajar al Espíritu de gracia. Bajo el nuevo pacto, por medio de la sangre redentora de Cristo, los creyentes hebreos llegaron a ser partícipes del Espíritu Santo (6:4), el Espíritu de gracia. Si ellos hubieran vuelto al judaísmo, el Espíritu de gracia que habitaba y obraba en ellos, habría sido ultrajado por el pecado voluntario de ellos. El Espíritu de gracia nunca habría estado de acuerdo con esto y habría reaccionado dentro de ellos. Éste es un asunto muy serio.
XI. NO RETROCEDAMOS AL JUDAÍSMO
En los versículo del 38 al 39, el escritor les dijo a los creyentes hebreos que debían vivir por fe y no retroceder para ruina. Para los creyentes hebreos, retroceder al judaísmo equivalía a regresar a la ruina, la cual no es la perdición eterna, sino el castigo infligido por el Dios vivo (vs. 29-31). Aquí la ruina es el castigo mencionado en los versículos del 27 al 31, que vendrá sobre aquellos que abandonen el nuevo pacto y regresen al judaísmo, pisoteando así al Hijo de Dios, considerando la preciosa sangre de Cristo como algo común, como la sangre de un animal, y ultrajando al Espíritu de gracia.
Creo que ahora todos podemos entender esta cuarta advertencia. La economía de Dios ha sido presentada claramente. Hemos visto el antiguo camino y el nuevo camino, y hemos recibido la advertencia y exhortación a avanzar por el nuevo camino y a no volver al camino viejo. Retroceder al camino viejo después de haber recibido una exhortación tan clara equivale a pecar voluntariamente. En el tiempo en que fue escrita esta epístola, retroceder significaba abandonar la iglesia neotestamentaria y renunciar a la dispensación del nuevo testamento y a la economía de Dios. Esto no era nada insignificante; al contrario, se trataba de un pecado voluntario sumamente grave. El escritor les advirtió que si ellos hacían tal cosa, sufrirían castigo.
De acuerdo con la economía de Dios, todos los sacrificios antiguos fueron anulados y el camino antiguo fue cerrado. Si los creyentes hebreos hubieran retrocedido al viejo camino, que consiste en ofrecer sacrificios según la ley, esto habría sido inútil, ya que a los ojos de Dios, tal práctica ya había sido anulada. Ésta es la interpretación correcta de esta advertencia. Sin embargo, muchos cristianos la interpretan equívocamente diciendo que, si usted peca voluntariamente después de haber sido salvo, no es posible que sus pecados sean perdonados. Ya vimos, bajo la iluminación del Señor, que pecar voluntariamente equivale a abandonar la economía de Dios y regresar al camino viejo de las tradiciones religiosas. El Señor en estos últimos tiempos nos ha presentado Su economía para la época presente. Nosotros ya conocemos cuál es el camino antiguo y cuál es el nuevo. El camino antiguo fue cerrado, y el nuevo ha sido recién inmolado. Por el bien del recobro del Señor y de la economía de Dios, debemos avanzar y tomar este nuevo camino.