Estudio-vida de Hebreos, Mensaje 36

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE TREINTA Y SEIS

EL NUEVO PACTO

Después de recibir los cinco mensajes anteriores, estamos ahora calificados para entender el tema del nuevo pacto. En este mensaje veremos en qué consiste este nuevo pacto.

Dios tiene un propósito eterno con respecto a Su deseo divino. El deseo de Dios simplemente consiste en impartirse en nosotros y forjar Su ser en el nuestro de modo que Él llegue a ser nuestra vida y nuestro todo, hasta que finalmente Él y nosotros, nosotros y Él, nos mezclemos mutuamente y lleguemos a ser Su expresión, ante todo el universo. En este proceso, la divinidad se forja en la humanidad, y la humanidad se mezcla con la divinidad. Dios sigue siendo Dios, pero se hizo hombre; nosotros seguimos siendo hombres, pero poseemos la vida y la naturaleza de Dios. Ésta es una breve definición del propósito eterno de Dios.

Antes de que Dios llevara a cabo Su propósito, Satanás hizo que el hombre y muchas criaturas angélicas cayeran. Por un lado, esto le ocasionó a Dios muchos problemas, pero, por otro lado, le brindó una buena oportunidad para manifestar Su sabiduría. En primer lugar, por el lado negativo, debido a que el pecado constituía un estorbo que impedía el cumplimiento de Su propósito, Dios tuvo que resolver todos los problemas relacionados con el pecado, y quitar el pecado. En segundo lugar, por el lado positivo, Dios se impartió en nosotros como nuestra vida. Esta vida ahora debe desarrollarse hasta convertirse en leyes reguladoras que se impartan a cada una de las partes internas de nuestro ser. Dios entró como vida en nuestro espíritu, y desde nuestro espíritu Él opera para que la vida divina llegue a ser leyes que se difundan a cada una de las partes internas de nuestro ser. En tercer lugar, conforme a esta ley de vida, Dios es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo. En cuarto lugar, cuando esta vida entra en nosotros y se desarrolla hasta convertirse en leyes que son impartidas a todo nuestro ser, recibimos una capacidad interna que nos permite, de manera espontánea y automática, conocer a Dios en el principio de la vida. Esto no significa conocer a Dios a manera de conocimiento, por medio de ser enseñados, sino más bien conocerle subjetivamente mediante la capacidad de la vida. Para realizar Su propósito eterno, Dios tuvo que hacer cuatro cosas: quitar el pecado; impartirse como vida en nuestro espíritu y hacer que esta vida se desarrolle hasta convertirse en leyes que se imparten a todo nuestro ser interior; Él tuvo que hacerse nuestro Dios y hacernos Su pueblo conforme a la ley de vida; y otorgarnos la capacidad de conocerle interiormente en vida de una manera automática.

Antes de llevar a cabo estas cuatro cosas, Dios primero prometió a Su pueblo lo que haría y estableció un pacto con ellos. La palabra pacto en su uso bíblico es lo que comúnmente llamamos contrato o acuerdo. Conforme al contenido de este contrato, Dios nos asegura que Él quitará nuestros pecados; que Él mismo se impartirá como vida en nuestro espíritu y que hará que esta vida se desarrolle hasta convertirse en leyes que se impartan en las partes internas de nuestro ser; luego, que Él será nuestro Dios y nosotros seremos Su pueblo conforme a dicha ley de vida; y, por último, que nosotros tendremos la capacidad de conocerle subjetivamente y de forma automática. El contenido del contrato o pacto divino consta de estos cuatro asuntos. Este es el nuevo pacto.

Ahora bien, ¿por qué se le llama nuevo pacto? Debido a que antes de que éste pacto se estableciera y fuera consumado, Dios ya había hecho otro pacto, el antiguo pacto. ¿Por qué Dios tuvo que hacer primero el antiguo pacto? Debido a que todas las cosas que se incluyen en el nuevo pacto son extremadamente misteriosas y abstractas. Si Dios hubiese hecho solamente el nuevo pacto, el pueblo no habría podido ver lo trascendente que es, ni lo habría entendido. Dios nos enseña de la misma manera que un maestro enseña a los niños pequeños en un jardín de la infancia. Por ejemplo, para enseñarles la palabra perro, él primero les muestra a los niños el dibujo de un perro. Primero les muestra el dibujo y después les enseña la palabra. De igual manera, Dios primero tuvo que mostrarnos un cuadro, y después nos explicó el objeto real. El antiguo pacto era el dibujo, el cuadro. Por ejemplo, como vimos anteriormente, en el antiguo pacto los pecados eran cubiertos, pero no perdonados. La acción de cubrir los pecados era solamente una sombra o una figura anticipada del perdón de los pecados que vendría con el nuevo pacto. El antiguo pacto contaba con la antigua ley, una ley de la letra. Esta ley del antiguo pacto era una sombra de la ley de vida que corresponde al nuevo pacto. Asimismo, en el antiguo pacto, Dios prometió a Su pueblo que, conforme a la ley de la letra, Él sería Su Dios y ellos serían Su pueblo. Pero, en cambio hoy, en el nuevo pacto, Dios es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo, no según la ley de la letra sino según la ley de vida. También, en el antiguo pacto se le enseñaba al pueblo a conocer a Dios dándoles a conocer la ley, pero en el nuevo pacto podemos conocer a Dios interiormente gracias a la capacidad de la vida. Cada uno de los cuatro elementos del nuevo pacto estaban presentes en el antiguo pacto, aunque sólo en forma de sombras y no de manera real. No obstante, ahora en el nuevo pacto, tenemos la realidad, la cual reemplaza las sombras.

Supongamos que yo le enviara a usted una foto mía antes de visitarlo. Aunque esa fotografía se asemeja mucho a mí, usted sólo tendría una foto mía pero no tendría mi persona. Una vez que yo, quien soy una persona viviente, lo visite, mi presencia ciertamente reemplazará la fotografía. Si después de haber llegado, a usted no le interesa mi presencia sino que sigue prefiriendo mi fotografía, usted sería la persona más insensata.

Al estudiar el tema del antiguo y nuevo pacto, es importante que sepamos cuál es la diferencia que existe entre una promesa, un juramento, un pacto y un testamento. Una promesa es una palabra ordinaria, que nos habla Dios prometiéndonos que hará algo por nosotros. Un juramento es la ratificación de la promesa. Dios confirmó Su promesa por medio de Su juramento (6:13, 17). Una vez que la promesa es confirmada por el juramento, ésta se convierte en un pacto. Lo que Dios nos ha dado no es una palabra ordinaria como una simple promesa, sino un pacto, un convenio, el cual ha sido confirmado por el juramento de Dios y sellado con Su ser divino. Un pacto compromete más a la gente que una simple promesa. El pacto que Dios ha hecho con nosotros incluye cuatro elementos que han dejado de ser simples promesas, y ahora son hechos consumados. Todos estos hechos se describen detalladamente en este pacto. La Persona que hizo el pacto murió para que éste viniera a ser un testamento, Su voluntad final legada a nosotros. Ahora, este pacto ya no es un mero pacto, sino que se ha convertido en un testamento legado por Aquel que estableció el pacto. En este testamento que se nos ha legado, los cuatro hechos consumados se han convertido en legados. Por consiguiente, ya no tenemos que esperar a que estas cosas se cumplan, ni tampoco necesitamos orar para que Dios sea fiel a Su promesa y cumpla Su palabra. La razón por la que no tenemos que orar es que ya todo ha sido consumado. Cada uno de los cuatro elementos es un hecho cumplido que nos ha sido legado. Además, estos cuatro elementos no son simples promesas y hechos, sino legados que podemos heredar y disfrutar, y de los cuales podemos participar. Lo que tenemos hoy en día no es simplemente una promesa ni un pacto, sino un testamento, el cual es un pacto mucho más avanzado. Un pacto avanzado es un pacto que se nos ha legado con los hechos cumplidos, los cuales son promesas cumplidas. Cuando la promesa es cumplida, llega a ser un pacto, y cuando el pacto es legado, llega a ser un testamento. La promesa contiene lo que se promete, el pacto contiene los hechos consumados, y el testamento incluye los hechos cumplidos, los cuales nos son conferidos en forma de legados. No ore para que Dios cumpla Sus promesas ni para que Él haga efectivo los hechos. Todas Sus promesas han venido a ser hechos cumplidos, y todos estos hechos nos han sido legados. Simplemente debemos recibirlos y disfrutarlos.

Examinemos nuevamente las cuatro promesas que han venido a ser hechos consumados y legados. El primer asunto es que el pecado ha sido quitado. Ahora bien, supongamos que el pecado regresara. ¿Qué haría usted? ¿Se arrodillaría usted y oraría: “Oh Señor, cumple Tu promesa. Tú prometiste que acabarías con el pecado, y ahora el pecado ha venido a perturbarme. Señor, cumple ahora lo que has dicho, cumple Tu promesa y acaba con el pecado”? El Señor jamás contestaría semejante oración. Es por eso que cuanto más usted le pide al Señor que le ayude a controlar su mal genio, más fracasos tiene. Siempre que usted ore así, no recibirá respuesta del Señor. ¿Qué debemos hacer entonces si el pecado viene a perturbarnos? Simplemente debemos decirle: “Pecado, ¿de dónde has salido? ¿Acaso no sabes que ya fuiste anulado?”. La acción de quitar el pecado es un legado que forma parte del testamento. Debemos por tanto, ser sencillos y declarar el hecho. Son muy pocos los cristianos que tienen esta clase de fe. Yo mismo, aun después de haber recibido esta visión, en varias ocasiones llegué a orar así: “Oh Señor, hazte cargo de mi enojo. Tú sabes lo difícil que me es controlarme. Señor, ¿acaso no prometiste que me ayudarías?”. Aunque ésta parece ser una buena oración, en realidad es una oración necia.

El segundo legado que se incluye en el nuevo pacto es que Dios ha depositado Su vida en nosotros y que esta vida está desarrollándose hasta convertirse en muchas leyes que rigen las partes internas de nuestro ser. Esto no es una promesa, sino un hecho cumplido que nos fue legado aun antes de que naciéramos. Antes de que nuestros padres nos impartieran la vida física, Dios ya había impartido Su vida en nosotros. ¿Cree usted esto? Este hecho cumplido nos fue legado por Cristo como nuestra herencia. Todos necesitamos ver esto. Si usted nunca ha visto la ciudad de Anaheim, le será difícil creer lo que escucha acerca de ella, pero una vez que usted viene a Anaheim y ve la ciudad por sí mismo, le será imposible no creer lo que ha visto. De igual modo, todos necesitamos ver lo que nos ha sido legado. ¡Aleluya, el pecado fue quitado, y antes de que naciéramos, la vida divina fue depositada en nosotros! Aún más, la vida divina no sólo nos fue impartida, sino que se ha desarrollado hasta convertirse en leyes que rigen cada una de las partes de nuestro ser.

El tercer legado es el hecho de que Dios sea nuestro Dios y nosotros seamos Su pueblo. Ambas cosas se basan en la ley de vida. En el antiguo pacto, Dios era Dios para Su pueblo y Su pueblo era el pueblo de Su posesión, conforme a la ley de letras, la cual era externa. Pero en el nuevo pacto, el hecho de que Dios sea nuestro Dios y nosotros seamos Su pueblo, se basa en la ley de vida, la cual es interna. Esto depende de la vida interna, y no del conocimiento externo. En el nuevo pacto Dios se relaciona con nosotros, no conforme a normas externas, sino conforme a leyes internas de vida, las cuales operan en nuestro ser interior, y nosotros vivimos con Él, no conforme al conocimiento de la letra, sino conforme al sentir de vida.

El cuarto legado es la capacidad interna de conocer a Dios. ¿Cree usted que tenemos la capacidad interna de conocer a Dios? Si lo cree, ¿cómo podría demostrármelo? Esto no puede demostrarse doctrinalmente, sino únicamente con nuestra experiencia. Supongamos que una hermana va de compras y ve muchos artículos en oferta. Cuando ella está a punto de decidir si debe comprarlo o no, algo en su interior le dice: “No toques ese artículo, pues a Dios no le gusta”. Luego, al tratar de alcanzar otro artículo, tal vez vuelva a escuchar: “A Dios tampoco le gusta ese”. Estoy seguro de que casi todas las hermanas han tenido esta clase de experiencia, lo cual demuestra que las hermanas poseen la capacidad interna de conocer a Dios. Usted no puede negar que tiene esta capacidad.

Los hermanos saben también por experiencia que poseen la capacidad de conocer a Dios. Los hermanos tenemos la peculiaridad de vindicarnos a nosotros mismos. Sin importar la edad, por el simple hecho de ser hombres, nos gusta vindicarnos a nosotros mismos. Una buena esposa es la que ha aprendido que su esposo siempre buscará vindicarse y que nunca estará dispuesto a perder ningún pleito, aun cuando no exista ningún pleito que ganar. Si usted es una esposa sabia, no discutirá con su esposo, ya que los esposos nunca pierden. No obstante, siempre que los hermanos tratamos de vindicarnos, la presencia divina inmediatamente desaparece y nos damos cuenta de que vindicarnos no es de Dios. Para darnos cuenta de esto no necesitamos de ninguna enseñanza conforme a la ley de letras, pues poseemos una capacidad en vida, que nos permite conocer a Dios interiormente.

Aunque todos estos cuatro asuntos ya se habían cumplido y nos habían sido legados antes de nuestro nacimiento, no los experimentamos antes de creer en el Señor Jesús. Desde el día en que creímos en el Señor Jesús, estos cuatro asuntos fueron forjados en nosotros. Fue por eso que un día dijimos: “Oh Señor Jesús. Tú eres mi Salvador. Creo en Ti. Gracias por Tu sangre y por haberme lavado”. Inmediatamente después de haber orado así, los cuatro elementos del nuevo pacto llegaron a ser una realidad para nosotros.

I. EL ANTIGUO PACTO

A. Era defectuoso

Para poder ver el nuevo pacto debemos primero ver el antiguo. Hebreos 8:7 dice: “Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para el segundo”. El antiguo pacto era defectuoso porque era débil e inútil (7:18). ¿A qué se debió su inutilidad? A que solamente era una fotografía de la realidad, no la realidad misma. Además, el antiguo pacto nada perfeccionó (7:19). El antiguo pacto no pudo perfeccionar nada porque era meramente una sombra. Supongamos que yo le enviara una fotografía mía, y usted creyera en ella y dijera: “Hermano Lee, hábleme. ¿No sabe usted que le aprecio mucho? ¿Por qué me trata con tanta indiferencia? ¿Qué le pasa, hermano Lee? Yo he estado hablándole por un buen rato, y usted ni siquiera me ha dirigido una sola palabra”. Cuán insensato sería que le habláramos a una fotografía de esta manera. Sin embargo, muchos judaizantes eran así de insensatos al considerar los cuadros o figuras del antiguo pacto de esta manera, y esperando recibir mucho de ellas. El profeta Jeremías, por su parte, profetizó de un mejor pacto (Jer. 31:33-34). Esta profecía de Jeremías fue dada debido a la deficiencia, debilidad e inutilidad del antiguo pacto.

B. Es un pacto que envejece y decae

Refiriéndose al antiguo pacto, Hebreos 8:13 dice: “Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se envejece y decae, está próximo a desaparecer”. Cuando Jeremías profetizó del nuevo pacto que vendría, indicó con esto que el antiguo pacto había envejecido y que estaba en decadencia. Es posible que Jeremías haya percibido la debilidad e inutilidad de dicho pacto, lo cual produjo en él una profunda preocupación. Esto le proveyó a Dios la oportunidad de intervenir y decir por medio del profeta: “He aquí vienen días, dice el Señor, en que concertaré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto” (8:8). Eso debió haber sido un gran consuelo para Jeremías. El antiguo pacto no sólo había envejecido, sino que estaba próximo a desaparecer, y finalmente fue anulado y abolido. Estoy tan contento por los hermanos y hermanas hebreos que están entre nosotros, porque han abandonado el antiguo pacto, un pacto caduco, y se han acogido al nuevo pacto, un pacto tan refrescante.

II. EL NUEVO PACTO

A. Un mejor pacto

Cristo es Mediador de un mejor pacto (8:6). El nuevo pacto es mejor que el antiguo, de la misma manera en que la realidad de una persona es mejor que su fotografía. El antiguo pacto, al igual que una fotografía, únicamente tenía la forma externa; pero el nuevo pacto, tal como la persona misma, posee la vida interior con toda su realidad. El antiguo pacto no tenía vida, pero el nuevo pacto está constituido de la vida indestructible. Todo lo que incluye el nuevo pacto es mucho mejor que las cosas que contiene el antiguo pacto, debido a que todo lo relacionado con el nuevo pacto es la realidad misma. Por consiguiente, el nuevo pacto es un mejor pacto.

B. Fue establecido sobre mejores promesas

El nuevo pacto fue establecido sobre mejores promesas. Estas promesas fueron dadas en Jeremías 31:31-34 y citadas en Hebreos 8:8-12 y en 10:16-17. Entre estas promesas está la ley de vida, y no la ley de letras muertas; asimismo encontramos la bendición de tener a Dios y de ser Su pueblo; y también se halla la capacidad de conocer a Dios subjetivamente. Estos tres elementos se basan en la vida divina que nos fue impartida cuando fuimos regenerados por Dios. Además, estas mejores promesas incluyen el perdón de los pecados, y no el simple hecho de cubrir nuestros pecados como sucedía en la época de la ley mosaica. Recibir el perdón de los pecados, o sea, quitar los pecados, es mucho mejor que meramente cubrirlos, lo cual nunca puede quitarlos. Ciertamente estas son mejores promesas, puesto que incluyen la impartición de la vida y el perdón de los pecados.

C. Reemplazó al antiguo pacto

El nuevo pacto reemplazó el antiguo pacto (8:7, 13). Cuando una persona nos visita, su presencia hace innecesaria su fotografía, ya que la realidad siempre reemplaza a la figura o la sombra. El antiguo pacto era defectuoso y se hizo viejo y caduco, y estaba próximo a desaparecer; fue por eso que se estableció el nuevo pacto con el fin de reemplazarlo.

Ahora no tiene sentido alguno que alguien permanezca en el antiguo pacto.

D. El contenido del nuevo pacto

1. La impartición de la ley de vida

a. Una ley llega a ser muchas leyes

¿Cuál es el contenido del nuevo pacto? El nuevo pacto incluye cuatro cosas, la primera de las cuales es la impartición de la ley de vida. Hebreos 8:10 dice: “Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré Mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré”. En Jeremías 31:33, el origen de esta cita de Hebreos, la palabra usada es ley (en singular), mientras que en este versículo es leyes (en plural), lo cual demuestra que una ley se extiende hasta convertirse en varias. La única ley que con el tiempo se convierte en muchas leyes es la ley de vida (Ro. 8:2). Cada clase de vida tiene una ley. Cuanto más elevada es la vida, más elevada es su ley. La vida divina que recibimos de Dios es la vida más elevada; por lo tanto, tiene la ley más elevada, y esta es la ley a la que se hace referencia aquí. Dios, al impartirnos Su vida divina, pone esta ley elevada en nuestro espíritu, y desde allí se extiende hasta nuestras partes internas, tales como nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, y se convierte en varias leyes. Todos sabemos esto por experiencia. Cuando invocamos el nombre del Señor, la vida divina entró en nuestro espíritu. Gradualmente, al ir creciendo en esta vida, ésta tiene la oportunidad de difundirse de nuestro espíritu hacia todas las partes internas de nuestro ser. Una vez que esta vida logre extenderse, en cada una de las partes de nuestro ser habrá una ley que nos regulará. De este modo, la única ley de vida se convierte en muchas leyes.

La ley de vida es diferente de la ley de la letra. La ley de vida nos regula interiormente y en conformidad con su elemento vital, mientras que la ley de la letra nos regula exteriormente por medio de su letra muerta y en conformidad con ella. La ley de letra muerta depende de las enseñanzas externas, pero la ley de vida depende de la consciencia interna. Ya que todos nosotros, grandes o pequeños, tenemos la ley de vida, no necesitamos enseñanzas externas, las cuales concuerdan con la ley de la letra (8:11).

b. Es impartida en las partes internas de nuestro ser

La ley de vida es impartida en nuestro espíritu y de ahí se extiende a nuestra mente y a todas las partes internas de nuestro ser (v. 10). En Jeremías 31:33, la palabra hebrea traducida “mente” corresponde a interior de acuerdo con el hebreo original. Esto comprueba que la mente es una de las partes internas y que es la interpretación de la palabra interior. Las partes internas no sólo constan de la mente sino también de la parte emotiva y la voluntad. Estas tres partes son componentes del corazón, mencionado en la cláusula siguiente del versículo 10.

c. Sus leyes son inscritas en nuestro corazón

El versículo 10 también dice que el Señor escribirá Sus leyes en nuestro corazón. Primero, Dios nos imparte Sus leyes; luego las escribe sobre nosotros. Él las escribe mientras nosotros experimentamos la ley de vida. Cuanto más experimentamos la ley de vida, más se escriben Sus leyes en las distintas partes de nuestro corazón. Dichas leyes se forjarán en las distintas partes de nuestro interior, por medio de nuestras experiencias.

2. La bendición de tener a Dios y de ser Su pueblo

El segundo elemento del nuevo pacto es la bendición de tener a Dios y de ser Su pueblo. La última parte del versículo 10 dice: “Y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a Mí por pueblo”. En el nuevo pacto tenemos el privilegio de tener a Dios como nuestro Dios, y de ser Su pueblo. Esto es posible gracias a la vida, la cual nos capacita para disfrutar a Dios en nuestra comunión con Él. El pueblo que estaba bajo el antiguo pacto tenía a Dios conforme a los diez mandamientos. Dios era su Dios conforme a la antigua ley de la letra, y ellos eran Su pueblo también conforme a dicha ley. Pero hoy en día, Él es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo, no conforme a algún código escrito, sino según la ley interna de vida. Según la ley de vida nosotros somos el pueblo de Dios, y Él es nuestro Dios. La relación que Dios tiene con nosotros hoy se basa completamente en la ley de vida, así que hoy no es necesario que andemos conforme al conocimiento de la ley de la letra; debemos más bien andar conforme a la consciencia de la ley de vida.

Es muy difícil, por ejemplo, encontrar un versículo en el Nuevo Testamento que nos diga a qué hora Dios quiere que nos levantemos. ¿Cómo saber entonces a qué hora debemos levantarnos? No podemos saber esto mediante alguna ordenanza externa, sino por medio de la vida interior. Así pues, al día siguiente por la mañana, la vida interior nos dirá a qué hora quiere Dios que nos levantemos. Si no nos levantamos en ese momento, perderemos la presencia de Dios. Otro ejemplo es cuando vamos a cortarnos el cabello. Todos los jóvenes deben comprender que somos el pueblo de Dios. Ya que somos pueblo de Dios, ¿cómo debemos cortarnos el cabello? Dado que la Biblia no menciona nada con respecto a como debemos “cortarnos el cabello”, ¿cómo podemos saber qué tan largo o corto debemos dejarnos el cabello? Sólo podemos saber esto por medio de la ley de vida. Si obedecemos a la ley interna de vida, sabremos de qué tamaño debe estar nuestro cabello.

3. La capacidad interna de conocer al Señor

En el nuevo pacto, otra de las funciones que cumple la ley de vida es la de permitirnos conocer a Dios subjetivamente, conforme a la vida. El versículo 11 dice: “Ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos”. No requerimos de enseñanzas externas, debido a que podemos conocer al Señor mediante el sentir de vida. Algunos se oponen a nosotros hoy porque decimos que no necesitamos más enseñanzas. En realidad, no se están oponiendo a nosotros, sino a la Biblia. Es la santa Biblia la que afirma que no necesitamos enseñanzas debido a que tenemos el sentir interior de la vida.

En este versículo se usan dos palabras griegas que significan “conocer”: la primera es ginósko, que significa un conocimiento externo y objetivo; la segunda es óida, que se refiere a estar consciente interna y subjetivamente de algo. En Juan 8:55 el Señor Jesús les dijo a los fariseos que ellos no conocían (ginósko) a Dios el Padre (ni siquiera en el conocimiento externo y objetivo), pero que Él sí conocía (óida) al Padre (estaba consciente de Él interna y subjetivamente).

4. La propiciación hecha por nuestras injusticias
y el perdón de nuestros pecados

El último de los elementos que incluye el nuevo pacto es la propiciación hecha por nuestras injusticias y el perdón de nuestros pecados. Hebreos 8:12 dice: “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados”. Ser propicio es hacer propiciación por los pecados. Al satisfacer las demandas de la justicia de Dios, Cristo hizo propiciación por nuestros pecados a fin de reconciliarnos con Dios (2:17). Ahora Dios puede ser propicio a nosotros debido a que Cristo hizo propiciación por nuestros pecados. Es con base en esta propiciación que Dios perdona nuestros pecados. En 8:12 el Señor nos dice que “nunca más me acordaré de sus pecados”. Aquí vemos que Dios se olvidará de nuestros pecados. Perdonar significa olvidar, ya que olvidar los pecados es la verdadera prueba de que éstos son perdonados. Por ejemplo, si usted me perdona, eso implica que tiene que olvidarse de las ofensas que le he causado. Si usted no las olvida, eso quiere decir que su perdón no es genuino. Dios no sólo perdona nuestros pecados, sino que además se olvida de ellos.

En el nuevo pacto la bendición principal es la impartición de la vida divina, la cual trae consigo la ley interna de vida, la bendición de tener a Dios y de ser Su pueblo, y la capacidad de conocer a Dios interiormente. Para que Dios pudiera hacer esto, Él tuvo que ser propicio a nuestras injusticias y olvidarse de nuestros pecados. La propiciación hecha por nuestras injusticias y el perdón de nuestros pecados fue lo que le permitió a Dios impartir Su vida en nosotros. Este hecho lo comprueba la conjunción “porque” que aparece al comienzo del versículo 12. Él puede impartirnos vida “porque” ha sido propicio a nuestras injusticias y ha perdonado nuestros pecados. El deseo original de Dios, en lo que respecta a Su propósito eterno, era impartir Su vida en el hombre; pero, debido a que el pecado entró, esta acción no pudo realizarse. Así que, Dios, a fin de cumplir Su deseo original, hizo propiciación en Cristo por nuestros pecados y nos concedió el perdón de nuestros pecados, para que la vida divina pudiera ser impartida en nosotros y Su propósito pudiera cumplirse. De manera que la vida divina trae consigo la ley de vida, la cual hace posible que nos relacionemos con Dios conforme a la vida, y nos concede la capacidad interna de conocer al Señor. En el nuevo pacto, la vida con todas sus riquezas nos ha sido impartida, y el pecado y todo lo relacionado con él ha sido quitado. Éste es el contenido del nuevo pacto. ¡Alabado sea el Señor!