Estudio-vida de Hebreos, Mensaje 35

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE TREINTA Y CINCO

UN MINISTRO CELESTIAL
CON UN MINISTERIO MÁS EXCELENTE

En este mensaje llegamos al tema del Ministro celestial con un ministerio más excelente. Después de los mensajes anteriores, en los que hablamos del sacerdocio real y del sacerdocio divino de Cristo, ciertamente nos encontramos preparados, equipados y ubicados en el lugar correcto para escuchar este mensaje. Hemos visto las dos secciones del ministerio de Cristo: la sección aarónica sobre la tierra, y la sección real y divina en el cielo. Es muy importante que entendamos claramente estos dos aspectos del ministerio de Cristo, ya que este entendimiento nos permitirá asimilar fácilmente el tema del Ministro celestial y Su más excelente ministerio.

Sin embargo, antes de abordar este tema, quisiera añadir algo más sobre la relación que existe entre Hebreos y Romanos. Tanto el pecado como la muerte se mencionan en los capítulos 5 y 8 de Romanos. Romanos 8:2 dice que la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte, y Romanos 8:3 dice que Dios condenó al pecado en la carne. En Romanos 8:6 leemos que la mente puesta en la carne es muerte. Cuando llegamos a la segunda mitad del capítulo ocho, ya no se mencionan más el pecado y la muerte, sino la vanidad, la corrupción, la esclavitud y el gemir de la vieja creación, cada uno de los cuales son derribados de la muerte. Una cosa es vencer el pecado y la muerte, y otra muy distinta y mucho más crucial es eliminar todos los efectos secundarios generados por la muerte.

Desde el capítulo tres de Romanos hasta el capítulo ocho vemos los tres pasos en los que Dios nos salva conforme a Su economía: la justificación, la santificación y la glorificación. La justificación está relacionada con la justicia de Dios, la santificación se relaciona con la santidad de Dios, y la glorificación tiene que ver con Su gloria. La justicia, la santidad y la gloria de Dios exigen algo de nosotros. Por tanto, si hemos de ser salvos por completo y hasta lo máximo, debemos cumplir todos estos requisitos. La obra de justificación que Dios realizó cumplió los requisitos de Su justicia; la santificación que Dios ejecuta cumple los requisitos de Su santidad, y la glorificación que Dios llevará a cabo cumplirá todos los requisitos de Su gloria.

En la salvación que Dios efectúa según Su economía, no sólo somos justificados o santificados, sino que además somos glorificados. Como indicamos en el mensaje anterior, ser glorificados equivale a ser completamente saturados y empapados del sacerdocio divino de Cristo. Cuando todo nuestro ser haya sido saturado y empapado de Su sacerdocio divino, habremos sido glorificados, y ése será el último paso de la salvación de Dios. Cuando esto se cumpla, disfrutaremos de la plena filiación, la cual llegará a su consumación con la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). La glorificación no nos salva de los pecados ni de la muerte, sino más bien, de los derivados de la muerte, tales como el gemir, la vanidad, la corrupción, la esclavitud y la deterioración. Es debido a estos derivados de la muerte que requerimos ser salvos por completo, y Cristo puede hacerlo. La salvación completa no sólo nos rescata del pecado y de la muerte, sino que además disminuye y absorbe todo lo que se deriva de la muerte. Cuando todos los efectos producidos por la muerte sean absorbidos, ese será el momento en que los hijos de Dios serán manifestados en gloria (Ro. 8:19). Entonces no sólo los hijos de Dios, sino también toda la creación, serán libertados de la esclavitud de la vanidad y corrupción, a la libertad de la gloria (Ro. 8:21). Cuando hayamos sido salvos por completo, habremos alcanzado la completa perfección. Esto es lo que significa ser glorificados.

Romanos 8:30 dice: “A los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. En este versículo vemos que ser glorificados equivale a ser salvos por completo. La glorificación es la explicación de Hebreos 7:25, que dice que Cristo puede salvarnos por completo. Ser salvos por completo es ser glorificados, y ser glorificados significa ser librados de todos los efectos secundarios de la muerte. Cuando seamos glorificados, cesará la esclavitud, el cautiverio, la vanidad, la corrupción, la deterioración y el gemir de la vieja creación. ¿Quién está llevando a cabo esta salvación? Nuestro Melquisedec, el Sumo Sacerdote real y divino.

Hebreos 7:25 y Romanos 8:34 son los únicos versículos de la Biblia que nos dicen que Cristo está intercediendo por nosotros, y son dos versículos que están muy relacionados entre sí. De acuerdo con Romanos 8, Cristo no está intercediendo para que los miserables pecadores sean justificados, pues la justificación se halla en Romanos 4; más bien, Él intercede para que nosotros seamos glorificados. Esto concuerda con la intercesión mencionada en Hebreos 7:25, pues allí se nos dice que Cristo intercede por nosotros para que seamos salvos por completo. Ser salvos por completo equivale a ser glorificados. De manera que ambos capítulos se refieren a lo mismo. Sin Hebreos 7 jamás nos daríamos cuenta de que el Cristo que intercede es el Sumo Sacerdote real y divino, y podríamos pensar, de acuerdo con Romanos 8, que el Cristo que intercede es simplemente el Salvador. Pero este Cristo es mucho más que el Salvador; Él es el Sumo Sacerdote real y divino, el Ministro celestial. Ahora sabemos quién es el Ministro celestial: es nuestro Melquisedec.

El ministerio de Melquisedec no consiste en salvar pecadores. Si usted todavía es un pecador que necesita ser reconciliado, entonces necesita del ministerio de Cristo que Aarón tipifica. Pero nosotros ya no somos miserables pecadores; más bien, somos guerreros, que combaten contra todos los efectos que provienen de la muerte. Quedorlaomer, a quien Abraham dio muerte, no representa el pecado, sino los efectos producidos por la muerte. Cuando Abraham se enteró de que Lot había sido capturado, esa captura tenía que ver con los efectos producidos por la muerte. Todos los ancianos en las iglesias deben ser ancianos que aniquilan a los enemigos. Cuando los ancianos vienen a las reuniones y se dan cuenta de que muchos queridos hermanos han sido capturados por Quedorlaomer, ellos deben matar a ese rey. No reprendan ni condenen a los hermanos que han sido capturados, más bien, eliminen a Quedorlaomer, quien representa los derivados de la muerte, los cuales han capturado a los hermanos y hermanas y los tienen prisioneros. Si hacemos esto, nuestro Melquisedec vendrá y disfrutaremos de Su ministerio.

Muchos cristianos no entienden Hebreos 7 y 8 porque permanecen en la posición de pecadores miserables. Casi ninguno de ellos es un Abraham exterminador. Debemos eliminar todos los efectos secundarios producidos por la muerte que se mencionan en Romanos 8, es decir, debemos poner fin a la vanidad, al cautiverio, a la esclavitud, a la corrupción, a la deterioración y al gemir de la vieja creación. ¿Cómo podemos destruir todos estos derivados de la muerte? Sólo por medio de la intercesión de nuestro Sumo Sacerdote. Mientras nosotros damos muerte a Quedorlaomer y a los derivados de la muerte, Él está intercediendo por nosotros. Éste es el ministerio de nuestro Sumo Sacerdote, el Ministro celestial actual.

El caso de la guerra entre Israel y Amalec (Éx. 17:8-13) es un buen ejemplo de lo que hace este ministerio. Moisés tenía su mano en alto (es decir, estaba orando) en la cumbre del collado, mientras que Josué peleaba en la batalla. Mientras Moisés oraba, Josué prevalecía sobre el enemigo. De igual manera, creo que mientras Abraham combatía contra los reyes, Melquisedec estaba orando por él. Del mismo modo, mientras nosotros luchamos contra todos los efectos producidos por la muerte, Cristo, nuestro Ministro celestial, quien tiene un ministerio más excelente, está en el cielo intercediendo por nosotros.

¿En qué consiste hoy el ministerio más excelente de Cristo? En interceder por los guerreros. La intercesión de Cristo es como el potente motor de una máquina, que hace posible que ésta funcione. ¿De dónde recibe energía la máquina? Del motor. Cuando se activa el motor, éste transmite energía a la máquina. Es así como el Cristo que intercede en los cielos nos transmite el poder celestial.

Examinemos nuevamente la victoria que Abraham obtuvo sobre los reyes. Supongamos que nosotros fuéramos Abraham y que recibimos la noticia de que Lot ha sido capturado. Tal vez nos habríamos aterrorizado y hubiéramos entrado en nuestra tienda para orar así: “Oh Señor, ten misericordia de nosotros y protégenos. No permitas que los reyes vengan hasta aquí”. Sin embargo, cuando Abraham recibió la noticia, sus palabras parecían decir: “¡Han capturado a mi hermano Lot! No me importa cuántos hombres ellos tengan; yo tengo al Dios Altísimo, y ahora mismo voy a combatir contra esos reyes y voy a rescatar a Lot”. Abraham y sus trescientos dieciocho hombres pudieron ser valientes porque fueron revestidos de poder gracias a la intercesión de Melquisedec. Un motor universal y celestial les infundió poder. Cuando Melquisedec vino a bendecir a Abraham, él bendijo al Dios Altísimo por haber entregado a los enemigos en manos de Abraham (Gn. 14:20). En otras palabras, Melquisedec estaba diciéndole a Abraham que su victoria se debía a que había intercedido por él ante el Dios Altísimo.

Necesitamos recibir una visión elevada del más excelente ministerio de Cristo. Éste no es un ministerio inferior realizado en favor de miserables pecadores, sino un ministerio muy sublime en favor de los guerreros victoriosos, los vencedores de Dios, quienes son los descendientes apropiados de Abraham. Éste no es el sacerdocio descrito en Levítico, sino la continuación del sacerdocio presentado en Génesis 14.

El Señor nos ha venido abriendo Su Palabra para que podamos ser guerreros como lo fueron Abraham y sus trescientos dieciocho hombres. Debemos pelear la batalla y exterminar todos los efectos que se derivan de la muerte. No debemos aferrarnos más al concepto objetivo de que simplemente con el tiempo seremos glorificados y todos los hijos de Dios serán manifestados y conducidos a la libertad de la gloria. En Romanos 8 vemos la intercesión que realiza Cristo en el cielo como también el gemir que pasa a través de todo el universo. Toda la creación gime a una anhelando ser liberada de los derivados de la muerte. Ésta es la situación actual; por un lado nuestro Melquisedec está intercediendo en los cielos, y por otro, todo el universo gime a una. Por consiguiente, hoy en día Dios busca un pueblo sobre la tierra que sea esa “máquina que opera” a fin de que se propicie esta gloriosa libertad. ¿Cuál es el pueblo que Dios usará para propiciar esta gloriosa libertad? Este pueblo somos nosotros.

La gloriosa libertad primero debe ser introducida en nuestro ser. Y esto lo lleva a cabo nuestro Melquisedec, al interceder por nosotros. El motor que está en el tercer cielo, le suministra energía a la máquina que está en la tierra y es por eso que percibimos un “pum, pum, pum” en nuestro espíritu. En ocasiones la energía que me transmite el Señor desde el motor celestial es tan intensa que difícilmente logro contenerme. Cada vez que doblo mis rodillas para orar en mi recámara, percibo un “pum, pum, pum”, y siento el poder y la energía que me transmite la intercesión del Señor. En poco tiempo las personas religiosas verán lo que producirá la energía que transmite el motor celestial. No debemos pensar que el recobro del Señor es cualquier tipo de obra cristiana. No, ésta es la obra que realiza el “pum, pum, pum” con la energía que el dínamo celestial nos transmite interiormente. Cada vez que oramos por el recobro del Señor, percibimos en lo más profundo que la intercesión del Señor nos reviste de poder interiormente. Es por eso que nosotros, como compañeros del Señor en Su recobro, somos los cristianos más emprendedores sobre la tierra hoy. El ministerio celestial de Cristo no es un ministerio destinado a salvar miserables pecadores, sino que es el ministerio más excelente que opera la economía de Dios.

No me cabe duda de que el Ministro celestial está ministrando en favor nuestro. Muchas veces, mientras escribía las notas del libro de Hebreos para la Versión Recobro del Nuevo Testamento, la electricidad celestial venía a mi pluma y recibí una nueva visión sobre ciertos asuntos en la Biblia. A pesar de que la Biblia terminó de escribirse hace tantos siglos, son muy pocos cristianos, o tal vez no haya ninguno, que han visto lo que nosotros estamos viendo hoy. ¿Será porque nosotros somos más inteligentes que ellos? No. Lo que estamos viendo hoy se debe a la intercesión del Ministro celestial. Es por eso que lo que nosotros ministramos hoy es totalmente distinto de lo que se encuentra en la religión actual. Si yo me abstuviera de decirles lo que el Señor me ha estado mostrando y lo que Él ha estado haciendo en mí, ciertamente explotaría. Siento el deber de hablarle a todo el pueblo del Señor acerca de Su ministerio celestial. He visto el sacerdocio real del Señor y sé que el Señor está intercediendo por nosotros y ministrándonos. Tenemos a tal Ministro celestial, el cual tiene un ministerio más excelente.

I. UN MINISTRO CELESTIAL

A. Un Sumo Sacerdote sentado en el trono
de la Majestad en los cielos

Hebreos 8:1 dice que tenemos un “Sumo Sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”. Éste es el Cristo celestial, el Sumo Sacerdote real y divino, nuestro Melquisedec actual. Nuestro Sumo Sacerdote hoy no está en la tierra realizando la obra de redención; más bien, Él está sentado en el trono de la Majestad en los cielos. El hecho de que esté sentado allí indica que Él ya consumó la obra de redención y que ahora está en la gloria de la Majestad de la Deidad en los cielos, intercediendo reposadamente para que Sus redimidos sean perfeccionados. Ésta no es la obra del sacerdocio aarónico, sino el ministerio del sacerdocio real y divino. Él no es nuestro Aarón que está de pie en la tierra, sino nuestro Melquisedec que está sentado en los cielos, en el trono de Dios con la majestad divina.

B. Él ministra en el verdadero tabernáculo celestial, el cual está unido a nuestro espíritu

En la economía de Dios siempre se combinan tres elementos: el tabernáculo o santuario, el sacerdocio y la ley. Estos tres elementos, los cuales son uno solo, se combinan con miras a que se cumpla la economía de Dios. En la época del Antiguo Testamento, estos tres elementos eran inseparables. Sucede lo mismo hoy. Tenemos el santuario, el cual está tanto en el cielo como en nuestro espíritu, tenemos el sacerdocio y una ley superior, la ley de vida. El santuario, el sacerdocio y la ley de los cuales disfrutamos hoy, son muy superiores a los antiguos santuario, sacerdocio y ley. Éstos eran meras sombras de la realidad, mientras que los nuevos elementos que disfrutamos hoy son la realidad de esas sombras.

Hebreos 8:2 dice que Cristo es “Ministro de los lugares santos, de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”. Cristo ministra en el verdadero tabernáculo celestial, el cual está unido a nuestro espíritu. Cristo, como nuestro Sumo Sacerdote que está en los cielos, nos introduce en los cielos, llevándonos desde el atrio terrenal hasta el interior del Lugar Santísimo celestial, el cual está unido a nuestro espíritu por medio de Él, la escalera celestial (Gn. 28:12; Jn. 1:51). Los sacerdotes terrenales servían a lo que es figura o sombra (He. 8:5), pero este Ministro celestial sirve a la realidad misma. Todo lo que hicieron los sacerdotes en la tierra durante el Antiguo Testamento fue una sombra de las realidades venideras. La obra que realizaron en la tierra no logró nada. Lo que ellos hicieron en la tierra sólo sirvió como una sombra de la realidad; en cambio, todo lo que este Ministro ministra desde el cielo en el Nuevo Testamento, es la realidad misma. Su más excelente ministerio en los cielos sirve a la realidad de las cosas celestiales en la dispensación divina.

II. UN MINISTERIO MÁS EXCELENTE

El ministerio que desempeñaron los sacerdotes terrenales en el Antiguo Testamento ciertamente fue bueno, pero el ministerio que desarrolla Cristo, nuestro Sumo Sacerdote celestial en el Nuevo Testamento, es mucho más excelente. Es más excelente en los siguientes aspectos.

A. Él es Mediador de un mejor pacto
establecido sobre mejores promesas

1. El Mediador

En este sacerdocio hoy tenemos a un Mediador, a un hombre que se interpone entre Dios y nosotros. Este Mediador es también el Ejecutor, quien se encarga de hacer cumplir el testamento. Por ser el Mediador, Cristo es el Ejecutor en resurrección del nuevo pacto, el nuevo testamento, que Él nos legó por medio de Su muerte.

2. Un mejor pacto

El pacto que Cristo estableció a nuestro favor y que nos legó como nuevo testamento, es un mejor pacto. Este mejor pacto no sólo fue establecido sobre las mejores promesas de una mejor ley, la ley interna de vida (8:10-12), sino que también fue consumado con los mejores sacrificios de Cristo (9:23), que lograron una redención eterna para nosotros (9:12), y la mejor sangre de Cristo, la cual purifica nuestra conciencia (9:14). Aun más, el Sumo Sacerdote de este mejor pacto, el Hijo eterno del Dios viviente, ministra con un ministerio más excelente (8:6) en el mayor y más perfecto tabernáculo (9:11).

3. Mejores promesas

Este mejor pacto fue establecido sobre mejores promesas (8:6). Estas mejores promesas, las cuales fueron dadas en Jeremías 31:31-34 y citadas en Hebreos 8:8-12 y 10:16-17, se resumen en dos cosas: el perdón de los pecados y la ley de vida. En el antiguo pacto los pecados no eran perdonados, sino simplemente cubiertos. Pero en el nuevo pacto, tenemos el perdón de los pecados, lo cual es mucho mejor que cubrir los pecados. Además, en el nuevo pacto contamos con la ley de vida, y no la ley de la letra.

B. Él ejecuta un mejor pacto

1. Él hace que sean eficaces
los hechos del nuevo pacto

Cristo, nuestro Ministro celestial que cuenta con un más excelente ministerio, ejecuta un mejor pacto. Esto lo logra al hacer que sean eficaces los hechos del nuevo pacto. Como veremos más adelante, nuestro Ministro celestial, con Su más excelente ministerio, hace eficaz cada uno de los hechos incluidos en el nuevo pacto.

2. Él ejecuta los legados contenidos
en el Nuevo Testamento

Cristo, nuestro Ministro celestial, ejecuta los legados contenidos en el Nuevo Testamento. Todo lo que se cuenta como un hecho en el nuevo pacto se considera un legado en el testamento. ¿Cuál es la diferencia entre los hechos y los legados? Los hechos se refieren a cosas que ha sido realizadas, pero que no se designan para nadie en particular hasta que son legadas. Una vez que los hechos cumplidos han sido legados, éstos se convierten inmediatamente en legados designados para nosotros. Ésta es la diferencia que existe entre un pacto y un testamento. Cada uno de los ítems incluidos en un pacto es un hecho, pero cada uno de los ítems incluidos en un testamento, es un legado. Lo que llamábamos hechos en el pacto, ahora, en el testamento, han sido designados legalmente a nosotros como legados. En el nuevo pacto se incluyen cuatro hechos que se han convertido en legados en el nuevo testamento: la propiciación hecha por las injusticias y el perdón de los pecados; la impartición de la ley de vida; la bendición de tener a Dios como nuestro Dios y de ser Su pueblo; y la capacidad interna de conocer al Señor. En los siguientes mensajes veremos más claramente cada uno de estos asuntos.